Entre 1993 y 2010, los seres humanos extrajimos casi 2.150 gigatoneladas de agua del subsuelo. Esa agua la consumimos, la usamos para la agricultura, la ganadería o la industria y, justo después, empezó un largo camino hasta el mar. El resultado más directo de eso fue que el nivel de los océanos subió más de 6 milímetros, pero no fue el único.
Acabamos de descubrir que, como consecuencia de eso, el eje de rotación de la Tierra se desvió 80 centímetros. 80 centímetros en 17 años.
Ah, pero ¿el eje de rotación de la Tierra se mueve? “La Tierra no es una esfera perfecta. Cuando gira sobre su eje, la línea imaginaria que la atraviesa desde el polo norte al sur se tambalea”, explica la NASA. Eso es lo normal: desde que tenemos medidas fiables (es decir, desde 1900), el eje se ha desplazado unos 10 centímetros al año. Es decir, desde que lo medimos se ha movido más de 10 metros.
Aunque cualquier cambio en la atmósfera, los océanos o en corteza terrestre puede causar ese tipo de modificaciones, tradicionalmente se ha pensado que el retroceso de los glaciares era responsable de tendencia tan fuerte (y constante). Sin embargo, en los últimos años, las dudas empezaron a crecer. ¿Y si no era solo eso? Ahora un equipo surcoreano acaba de publicar en Geophysical Research Letters que tiene mucho que aportar a este tema.
Un tema que, por otro lado, ni siquiera estudiaban. El equipo de Ki-Weon Seo trabajaba en otra cosa: en demostrar que esa cifra, la de las 2.150 gigatoneladas de agua, era correcta. Se trata de una estimación basada en los mejores modelos climáticos disponibles, sí; pero es una estimación muy difícil de confirmar.
Dándole vueltas al problema, se dieron cuenta de que había algo sobre la que nadie había caído. Los investigadores habían asociado el desvío del eje de rotación a la desaparición de los glaciales porque era algo evidente y bien conocido. En cambio, la desaparición de acuíferos por todo el planeta no había sido estudiada con detalle. ¿Y si lo que le faltaban a las explicaciones tradicionales del desvío del eje eran precisamente estas 2.150 gigatoneladas?
¿Cómo respondieron a la pregunta? De la única forma que se podía: con un modelo. En concreto, los investigadores crearon un modelo que tenía en cuenta las capas de hielo y los glaciares y, sobre él, estudiaron el impacto de los diferentes escenarios de redistribución del agua del subsuelo.
Las conclusiones son sorprendentes. La cifra de las 2.150 gigatoneladas encaja como un guante en él: el cambio real en la inclinación del eje que venimos observando se corresponde casi a la perfección con un planeta que (además de los cambios en torno al hielo) ha desplazado una enorme cantidad de agua de sus acuíferos a, en último término, el mar.
¿Qué consecuencias tiene todo esto? 80 centímetros en 17 años no tiene demasiadas consecuencias. Es una parte considerable de todo el movimiento que hemos observado, pero en ningún caso (como señala la especialista Surendra Adhikari) “los cambios debidos al bombeo de aguas subterráneas no corren el riesgo de alterar las estaciones”.
Cosa distinta es lo que sugieren estos datos de la sobre explotación de los acuíferos en todo el mundo. A menudo, nos olvidamos de la enorme capacidad que tiene el ser humano de cara a modificar radicalmente el mundo en el que vivimos. Esto del agua puede no tener un impacto serio a medio plazo en nuestra vida, pero da buena cuenta de las rarísimas consecuencias que pueden tener nuestros actos.
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