Los episodios de calima son cada vez más intensos y frecuentes en España. Y es un problemón de salud pública

Desde 2021, se han duplicado y esto se está convirtiendo en un enorme problema de salud pública

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A finales de enero, las redes sociales y los periódicos de todo el norte de Europa se llenaron de atardeceres espectaculares llenos de colores maravillosos. No era Photoshop, ni un típico anochecer invernal: era polvo sahariano.

Lo que hay detrás del atardecer perfecto. Entre el 32 y el 31 de enero, una enorme masa de polvo sahariano se internó en el Atlántico llegando a Sudamérica por el oeste y a Escandinavia por el norte. La nube era tan intensa y grande que se puede identificar perfectamente en las imágenes de Copernicus. Hace unas décadas, estaríamos hablando de un fenómeno rarísimo y muy pintoresco. Hoy resulta ser algo extremadamente normal.

Demasiado normal. La calima ha sido algo normal en el sur de la península y las islas Canarias desde siempre. El motivo es sencillo: la cercanía geográfica al Sahara, que es el responsable del 70% de todo el polvo en suspensión del planeta. Sin embargo, desde el episodio histórico de marzo de 2022 que tiñó los cielos del país de naranja, todo parece haber ido a peor.

Solo en los últimos meses, Canarias ha ido recibiendo una intrusión de polvo tras otra, generando situaciones de "concentraciones muy altas" de partículas casi una vez por semana. Ahora, una nueva investigación de la AEMET y la el Instituto de Geociencias del CSIC viene a corroborar esta impresión: estamos viviendo un aumento significativo en la frecuencia y la intensidad de este tipo de fenómenos.

De hecho,  el problema empezó antes.

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Más y más fuertes. Los investigadores han analizado el número de intrusiones entre 2003 y 2022 y han descubierto que, efectivamente, el número creció significativamente a partir de 2020. Según análisis basados en imágenes satelitales, se han duplicado. Esta última investigación confirma que, además, aumentaron de intensidad.

Con todos los problemas sanitarios que eso genera. No es ningún secreto que la abundancia de polvo en suspensión, empeora la calidad  del aire y puede generar problemas respiratorios leves (desde irritación de mucosas u obstrucción nasal a picor en los ojos o sequedad del tracto respiratorio superior). En zonas con una calima muy fuerte las complicaciones pueden ser mayores. Sobre todo, en personas con dolencias previas.

Según los trabajos de la Universidad de la Laguna, hasta "un 2% más de personas fallecen por cardiopatías los dos días siguientes a los fenómenos de calima". Es más, "los días de calima hay más ingresos por insuficiencia cardiaca aguda y también hay una asociación del 86% a la mortalidad de enfermos con esta patología ingresados durante los días de calima". Por otro lado, "el asma agudiza sus síntomas [y] los cuadros de EPOC empeoran ante la exposición a contaminación" y sabemos de buena tinta que "el estrés oxidativo y el cáncer de pulmón están relacionados ante la exposición a la contaminación".

¿Podemos hacer algo? Más allá de mejorar nuestros sistemas de monitorización y purificación del aire interior, no se puede hacer demasiado. El incremento de intrusiones de polvo sahariano en las distintas regiones de España es un indicador claro de que algo está cambiando en la troposfera.

Algo que, todo sea dicho, no nos está favoreciendo y nos va a obligar a introducir cambios significativos en nuestras prácticas culturales para estar más seguros.

Imagen | Copernicus

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