Lo que el "árbol más solitario del mundo" nos cuenta sobre los límites de las políticas conservacionistas

Lo que el "árbol más solitario del mundo" nos cuenta sobre los límites de las políticas conservacionistas
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En inglés, la palabra endling hace referencia al último individuo de una especie que, a su muerte, pasará a extinguirse. Cuando hablamos de animales, el que la población se reduzca a uno supone una sentencia de muerte casi segura. Con las plantas no ocurre esto, lo que ha llevado a varios botánicos a tratar de recuperar algunas de las especies de árbol condenadas a la extinción, los árboles más solitarios del mundo.

La palmera más solitaria del mundo. La palmera que ha recibido el poco halagüeño título de árbol más solitario del mundo se encuentra en una isla del Índico, en Mauricio, más concretamente en los Jardines Botánicos Curepipe. Se trata de un ejemplar viejo y dañado de la especie Hyophorbe amaricaulis. Diversos expertos llevan desde la década de los 80 intentando lograr que se reproduzca.

El primer obstáculo con el que se toparon es que la planta produce flores macho y hembra en distintos tiempos. Lo que es una herramienta evolutiva para evitar la autofertilización se ha convertido en un problema al solo quedar un árbol de su especie. Los investigadores por eso deben recolectar el polen, guardarlo y transferirlo más tarde a las flores del propio árbol. Así han logrado a lo largo de los años que esta palmera de frutos con los que trabajar.

De Mauricio a Inglaterra. Los esfuerzos para recuperar esta especie no se limitan Mauricio, sino que han llegado hasta el Real Jardines Botánicos de Kew, en las inmediaciones de Londres. Ahí es donde Viswambharan Sarasan trató de germinar algunas de las semillas de este árbol condenado. Según relata un reportaje reciente publicado en la revista Nature, Sarasan recolectó 10 de las 50 semillas que en 2006 las autoridades de Curepipe pusieron a disposición de los investigadores.

Después de mucho trabajo y cuidado, las semillas de Sarasan germinaron y crecieron, hasta que un día dejaron de hacerlo. Sus raíces se oscurecieron y las plantas acabaron muriendo. Según Sarasan, algún pequeño detalle en el ambiente había sido la causa de la muere de estas plantas.

El español Carlos Magdalena también trató en vano de recuperar esta planta en 2010. Sus esfuerzos quizá sean los que mejor ilustran la importancia del factor suerte. Según explica la pieza publicada en Nautre, de los cinco frutos que Magdalena dos se perdieron cuando por error un trabajador confundió dos de estos frutos, que estaban guardados en una nevera a la espera de ser plantados, con fruta comestible. Se los comió. Los tres frutos que llegaron a los jardines de Kew no llegaron a germinar.

Una revisión de los árboles en peligro. Este árbol es tan solo uno de las miles de especies en riesgo. Catalogar el estado de conservación de los árboles del mundo es una tarea titánica, pero la ONG inglesa Botanic Gardens Conservation International (BGCI) lleva haciéndolo desde 2016.

En su informe de 2021 sobre El Estado de los Árboles del Mundo, la asociación encontró unas 17.000 especies en distintos niveles de peligro, lo que representa un tercio de las especies de árboles que conocemos.

Más árboles solitarios. La palmera de Mauricio puede ser el más solitario de los árboles, pero no es el único con falta de compañía. Un ejemplo de esto es Karomia gigas, un árbol que regresó de la extinción. Esta especie se dio por perdida durante la década de 1980, pero fue redescubierta en Tanzania en 2011 gracias a botanistas de la Universidad de Dar es Salaam. En total se conoce menos de una veintena de ejemplares de esta especie, amenazada por un tipo de hongo que ataca a sus frutos antes de madurar.

Pero los hongos no son el único problema. En el caso de la especie Amentotaxus argotaenia, el problema tiene que ver con la polinización, y es que los únicos ejemplares que quedan de esta especie que habita en el sur de China son machos. Salvo uno. Una hembra de la especie estaba “escondida” en el Real Jardín Botánico de Edinburgo, en Escocia. Ahora los expertos están intentando lograr la reproducción de esta especie, pero desconocemos cuándo o si dará resultados.

La última de estas especies es Pradosia argéntea, también dada por extinta. Sólo fue redescubierta en 2018, cuando José Luis Marcelo Peña, un taxonomista de la Universidad Nacional de Jaén, en Perú, se topó con ella en una caminata por la selva peruana. De las 400 semillas que Peña compiló de este árbol tan solo 20 germinaron y sobrevivieron.

No solo va de árboles. La conservación de los árboles es importante para muchos ecosistemas. La desaparición de una sola especie puede generar reacciones en cadena que alteren un ecosistema hasta hacerlo irreconocible. Sin embargo la conservación de los árboles no llama mucho la atención. En parte porque, con tantas especies amenazadas, otras plantas y, especialmente los animales.

Otros endglings. Precisamente entre los animales es que podemos encontrar algunos de los endlings más conocidos. Uno de ellos es la tortuga apodada Lonesome George, último reducto de la especie Chelonoidis abingdonii, que murió en 2012 con alrededor de un siglo de edad.

Casi 80 años antes, el tigre de Tasmania (Thylacinus cynocephalus) se daba por extinto. El último individuo conocido, al que llamaron Benjamin, murió en cautividad en 1936.

Más cerca en el tiempo y el espacio, el cuerpo del último ejemplar conocido de bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica), Celia, fue hallado. Los intentos de recuperar esta especie a través de la clonación fueron en balde.

El dilema de la conservación. Además de las dificultades que la conservación de especies entraña, la decisión de dónde poner los esfuerzos de conservación no es fácil. Pese a que hay quienes consideran que no deberíamos dejar desaparecer a las especies, otros puntos de vista pasan por actitudes más pragmáticas, y es que tratar de mantener especies en un contexto cambiante como el actual es una tarea sobrehumana.

La decisión de en qué especies poner el foco, árboles o no, es en sí misma extremadamente difícil puesto que depende de factores como el valor ecológico de la especie, las probabilidades de éxito y el coste de oportunidad de poner el esfuerzo sobre alguna otra especie. Hay muchas en peligro.

Imagen | Coolth, Commons

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