En estos 10 años, hemos producido 7.100 millones de smartphones. La cifra es de Greenpeace, pero se encuentra en la horquilla que dan otros estudios. Cuando hablamos del último iPhone o del último Galaxy solemos hablar de especificaciones, diseño y precio.
De lo que no solemos hablar es de los costos medioambientales. ¿Qué impacto ecológico han tenido esos siete mil millones de teléfonos en el mundo? ¿No es el momento de que la industria empiece a tomarse en serio también el medioambiente?
Cuando el medioambiente es la última prioridad
En 2014, un informe de la ONU concluyó que sólo el 16% de los desechos electrónicos que hay en el mundo se reciclan. Eso quiere decir que unos tres millones de toneladas métricas de residuos se fueron directamente a vertederos, puntos limpios o cajones. Sólo en 2014.
Eso son toneladas y toneladas de recursos desperdiciados. Y ya conocemos los problemas (medioambientales, pero también sociopolíticos) que cosas como la minería de metales pesados están provocando en países como la República Democrática del Congo. La misma Apple, ante el reportaje del Washington Post, anunció en marzo que iba a dejar de comprar cobalto congoleño y anunció programas contra la explotación infantil.
Pero los problemas solo empiezan ahí y no acaban. La industria del reciclado y la reutilización de smartphones es un enorme pozo negro. Como señalaba un informe de la Basilea Action Network, las estafas de empresas que dicen reciclar los productos pero no lo hacen están a la orden del día. Y es algo preocupante porque, en cada dispositivo hay numerosos metales pesados que, si no se tratan correctamente, pueden filtrarse a las aguas subterráneas y tener serias consecuencias para la salud.
¿Y cuál ha sido la respuesta de las grandes empresas?
En los últimos tiempos, los grandes actores han anunciado medidas que van un poco más allá de los programas de reciclado. Planes que como los de Apple son extremadamente ambiciosos o que como los de Samsung (que se encontró con miles de teléfonos tras la crisis del Note 7) ya han dado algunos resultados, pero que siguen siendo preocupantemente inespecíficos. Y obras son amores, que decía el refranero antiguo.
Y, sin embargo, el Galaxy S8 consiguió la máxima calificación del Green Electronics Council, la única certificación ambiental y de sostenibilidad para equipos electrónicos de EEUU. ¿Cómo es posible? Básicamente, porque esos estándares son una pantomima.
La profunda reflexión que está aún por hacer
Mark Schaffer, ex-director de programas ambientales en Dell y consultor independiente, publicó un informe este agosto en el que decía que Samsung, Apple y el resto de gigantes "se han opuesto sistemáticamente a criterios más estrictos de reutilización y reparación". El informe estaba financiado por iFixit, una compañía dedicada a reparación y reutilización de teléfonos, pero coincide con la opinión de la práctica totalidad de expertos en el tema.
La conclusión es que "no es posible hacer un dispositivo electrónico que sea respetuoso con el medio ambiente. Estamos muy lejos de eso". Pero ¿Por qué? Los móviles (y lo sabemos bien en Xataka) son una parte fundamental de nuestra vida diaria. ¿Cómo es posible que no estemos trabajando en esto seriamente?
Es una de las grandes paradojas del mundo tecnológico actual: mientras se realizan programas muy interesantes sobre energía verde o la lucha contra el cambio climático, el núcleo de la actividad de estas grandes compañías sigue dando la espalda a sus efectos medioambientales. ¿Tendremos que esperar otros diez años para empezar a tomárnoslo en serio?
Imágenes | Gabriel Esteffan
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