Ya sea por la crisis climática o por la energética, o porque este año el otoño ha llegado con cierto retraso, atrasar el momento en el que ponemos la calefacción en nuestros hogares puede ser una buena idea.
Capas de ropa. Lo primero que hacemos cuando llega el frío es intuitivo: abrigarnos. Sin embargo, a la hora de hacerlo. Sin embargo abrigarnos del frío no es tan sencillo como ponernos por encima lo primero que encontremos por nuestra casa.
Como nuestro objetivo es mantenernos a una temperatura constante, cuando nos abriguemos es siempre preferible hacerlo por capas. Antes de ir a por la manta más gruesa de nuestra casa puede que prefiramos vestir camisetas y una sudadera.
Esto nos permitirá reducir los cambios bruscos de temperatura, pero a través de las capas también conseguimos atrapar finas capas de aire caliente. Un fenómeno semejante al que los mamíferos utilizamos con el pelo.
De pies a cabeza. También es importante no dejarnos zonas de nuestro cuerpo al descubierto. Los pies son una clásica fuente de incomodidad cuando bajan las temperaturas, pero la cabeza es una parte del cuerpo que a veces olvidamos.
No solo mucho calor escapa por esta zona, la cabeza no puede aprovechar los temblores para ajustar su temperatura como el resto de nuestro cuerpo, lo que hace que se enfríe con mayor facilidad.
No todas las telas son iguales. Otra cosa importante que debemos tener en cuenta a la hora de abrigarnos es el tipo de tela que vestir. La fast-fashion ha llegado hasta nuestros hogares, pero muchas veces sus tejidos pueden llevar a engaño en lo que a protección térmica se refiere.
Las telas sintéticas como el nylon y el polyester pueden ser buena idea cuando están específicamente creadas para retener el calor. Camisetas térmicas y forros polares son ejemplos de este tipo de ropas, aunque seguramente su utilidad sea mayor cuando llegue el invierno.
Entretanto, los tejidos naturales como la lana y el algodón pueden ser la mejor opción. Aunque pueda ser complicado encontrar hoy por hoy ropas de tejidos 100% naturales, fijarnos en la etiqueta puede ser una buena práctica a la hora de comprar nuestra ropa. También la de estar en casa.
Cocinar algo caliente. La cocina es un lugar en el que es difícil escapar del consumo energético, pero cocinar en casa puede ayudarnos a aumentar la temperatura de nuestra casa y ahorrar dinero. Además de aprovechar el calor residual que inevitablemente se escapa al cocinar, comer caliente nos ayudará a mantener nuestro cuerpo a una temperatura adecuada (aunque no siempre es el mejor truco del que depender).
No es solo la comida. Las bebidas calientes como el café, las infusiones o leche con cacao nos ayudan doblemente. Primero, al subir la temperatura de nuestro cuerpo; segundo, al hidratarnos. Hay que recordar que nuestro cuerpo es el primer responsable de mantener su propia temperatura bajo control. Hidratarlo adecuadamente es vital para que pueda cumplir esta función termorreguladora.
Las bebidas de las que debemos olvidarnos, eso sí, son las alcohólicas. Hoy por hoy es de sobra conocido que la sensación de confort térmico que propicia la intoxicación etílica es engañosa. Esto ha llevado a mucha gente a subestimar el frío que padecía. En situaciones extremas, esto puede acabar llevando a la hipotermia. Dentro de nuestro hogares el riesgo es menor, pero puede acabar costándonos un catarro.
Movernos, pero no mucho. Una de las herramientas con las que cuenta nuestro cuerpo para mantenernos calientes es ponernos en movimiento. Ponernos a temblar no parece muy tentador, pero movernos es una forma de mantener nuestra temperatura. Tener una vida activa es, además, un buen consejo los 365 días del año.
Una buena idea para mantener el calor en el hogar es concentrar nuestra vida en el menor número de estancias posibles. Esto implica cerrar los cuartos que no utilicemos. Este consejo puede no ser de utilidad a muchos, pero puede ayudar en el caso de familias y pisos compartidos.
Y es que retener el calor en el hogar es importante. Un buen aislamiento térmico en el hogar puede repercutir mucho en el gasto energético que hacemos. Eso no quiere decir que nos aislemos las 24 horas. Una buena ventilación en el hogar es vital. Con ella mantendremos bajo control los niveles de humedad y también evitaremos catarros, gripes y otras infecciones.
Vista en el invierno. Este será un hábito aún más importante en invierno. Cada año llegan noticias de algún accidente causado por fallos en la combustión de aparatos de calefacción. Estos son más frecuentes en hogares bajo la presión de la pobreza energética. En este sentido, cabe además recordar que, gracias a la ley de la oferta y la demanda, la energía que ahorramos repercute en el precio de ésta. Por lo que ahorrar energía hoy puede acabar siendo una opción que beneficie a todos este invierno.
Imagen | Ivan Samkov
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