Más de 100.000 años luz de diámetro, más de 200.000 millones de estrellas. Vista desde lejos, la Vía Láctea es una espiral barrada, un centro luminoso color amarillo brillante y un delgado disco de color azulado girando alrededor. O esa imagen hemos ido elaborándonos sobre ella.
Es curioso saber que gran parte de la comprensión actual de la forma y estructura de nuestra galaxia se basa en mediciones indirectas a puntos de referencia celestes y en inferencias basadas en otras galaxias en el Universo. Ahora, a una escala nunca vista, hemos conseguido mirarnos a nosotros mismos.
Estrellas que respiran
“Nuestro mapa muestra que el disco de la Vía Láctea no es plano. Está deformado y retorcido ”, explica Przemek Mroz, estudiante de doctorado, en el vídeo. No es algo que no intuyéramos, pero "esta es la primera vez que podemos usar objetos individuales para mostrar esto en tres dimensiones".
En efecto, los investigadores midieron la distancia entre nuestro sol y miles de cefeidas dispersas por la Vía Láctea. Se suele decir que estos son estrellas que respiran porque se trata un tipo de astros variables pulsantes cuya luminosidad, temperatura superficial y espectro cambian debido a una expansión y contracción de sus capas exteriores. Crecen y decrecen periódicamente.
Gracias a esas variaciones periódicas, podemos determinar de una forma muy precisa las distancias que nos separan de esas estrellas. Dorota Skowron y equipo registraron la distancia a más de 2.400 de estas cefeidas. Con esos datos construyeron un modelo 3D a gran escala de la galaxia. El nuevo mapa ilustra lo que ya sabíamos y, sobre todo, eliminar algunas dudas que teníamos sobre la forma real de la Vía Láctea.
Sin embargo, el mapa galáctico dista mucho de estar completo. 2.400 estrellas son una muestra relevante, pero no hay duda de que son pocas. En su artículo en Science, los investigadores usan la metáfora de los faros costeros en días de niebla para entender la importancia de estas estrellas pulsantes para el reconocimiento de los límites de la galaxia. Y la metáfora no solo es oportuna, sino también preciosa.
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