Fiel a su estilo, el desembarco de Elon Musk en Twitter ha sido lo más parecido a un tifón empresarial. La secuencia es breve, pero intensa. Veamos. A lo largo de la última semana ha desfilado por las oficinas de la compañía con un lavabo entre los brazos, despedido a sus máximos directivos, disuelto el consejo de administración, autoproclamado CEO y dado un buen tijeretazo a la plantilla. Todo entre tuits en los que hace gala de su credo de “absolutista de la libertad de expresión” —etiqueta que él mismo se ha arrogado—, soltando sentencias como “el pájaro es libre”.
Entre semejante marabunta es probable que a más de uno se le haya pasado una de las ideas que Musk deslizó hace varios días en su perfil: el regreso de Vine. “Bring back Vine?”, tuiteó el magnate junto a una encuesta que recibió 4,9 millones de votos —muestra quizás del interés que suscita la propuesta— y en la que el sí ganó con una abrumadora mayoría de votos, casi el 70%.
La encuesta ha caldeado las especulaciones sobre si el multimillonario estaría planteándose recuperar Vine. En Axios incluso fueron un paso más allá y ese mismo día publicaron que el nuevo dueño de Twitter ha designado y puesto a trabajar a un equipo de ingenieros para que avance en esa dirección: reiniciar la red con la vista puesta en el corto plazo, en los meses que restan de 2022.
Pero… ¿Qué es Vine?
Un poco de memoria
Su historia fue breve, pero en cierta medida logró adelantarse al impulso que acabarían ganando en redes los vídeos cortos y convirtieron a TikTok en un gigante emulado por otras plataformas.
Los orígenes de Vine se remontan a hace justo una década, junio de 2012, cuando Dom Hofmann y Rus YusuPov montaron una red social con una idea que a la postre se revelaría ganadora: los micro vídeos, grabaciones breves, ágiles, de solo seis segundos y que se reproducían en bucle. Fáciles de elaborar. Fáciles de compartir. La idea era buena y en Twitter supieron olerlo. De ahí que solo unos meses después, en octubre, pusiera sobre la mesa 30 millones de dólares para comprarla.
El siguiente capítulo en esa cronología de infarto llegó unos meses después, hacia mediados de enero de 2013, cuando Vine echó a andar de forma oficial. Primero con iOS y más tarde —a finales de ese mismo año— para Android y Windows Phone. No solo se reforzó su versatilidad; también se expandió su huella, con nuevos recursos y sobre todo más y más parroquianos. Si a mediados de 2013 sumaba 13 millones de usuarios registrados, solo unos meses después rondaba ya los 40.
Con el tiempo Vine, que podía manejarse tanto en aplicación móvil como a través de su web, fue desplegando una caja de herramientas cada vez más amplia y atractiva. En el caso de que lo hayas manejado quizás recuerdes el efecto stop motion o los loops que acumulaban los vídeos. Eso a mayores de recursos que manejamos en otras plataformas, incluida la propia Twitter, como las menciones o mensajes. Con el tiempo ampliaría la duración de los vídeos a 140 segundos.
Bring back Vine?
— Elon Musk (@elonmusk) October 31, 2022
El recurso era atractivo para los usuarios, aportaba dinamismo a Twitter gracias a los vídeos compartidos… y se prometía un recurso de lo más interesante para los anunciantes que quisieran lanzar teasers. ¿Cuál fue su problema? No supo dar la batalla en una arena que cada vez resultaba más competitiva, empezó a tener también algunos problemas de contenidos y no logró afinar bien con la tecla de la monetización, lo que le restó atractivo entre los creadores más populares.
La red de la V blanca con fondo verde empezó a resentirse de la competencia de Instagram, Snapchat u otras alternativa con un enfoque similar, como Keek, Tout o Viddy. Tampoco la crisis de identidad de Twitter o sus dificultades para encajarla en su estrategia le ayudaron demasiado.
En octubre de 2016 Twitter le daba la puntilla y anunciaba sus planes de cerrar la red social de microvídeos, invitando a los usuarios a descargarse sus creaciones de la red. El anuncio llegaba en un contexto complejo para Twitter: acompañado del anuncio del despido de unos 350 empleados, el 9% de la plantilla, como parte de sus esfuerzos para alcanzar la rentabilidad en 2017.
El escenario se completaba con otros mimbres que no favorecían a Vine, como el estancamiento de la plataforma, su incapaz para mantener el pulso tras unos inicios rompedores. “Hacía tiempo que no se renovaba, había inventado un formato que fue rompedor, pero se quedó donde estaba”, lamentaba Gazz, uno de los creadores en español que más fama alcanzó en Vine.
La consumación del cierre no tardaría demasiado: se concretó el 18 de enero de 2017, no mucho después de su nacimiento, pero con un telón de fondo más complejo. Su cofundador Dom Hoffman no arrojó la toalla y a comienzos de 2020 anunciaba su relevo, Byte. Ahora la vieja plataforma de los microvídeos pueda disfrutar de una segunda oportunidad de mano del nuevo dueño de Twitter.
El público, al menos, ya se ha pronunciado.
Imagen de portada: Esther Vargas (Flickr)
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