Cuando el dictador rumano Nicolae Ceaușescu visitó Corea del Norte, allá por junio de 1971, se quedó tan impresionado con lo que vio que años después decidió montar su peculiar cachito de Pyongyang en Bucarest, la capital de su propio país. La ciudad había sufrido los estragos de un terrible seísmo en 1977, así que Ceaușescu aprovechó la oportunidad para levantar una fortaleza a la altura de Kim Il-Sung. Una capaz de rivalizar con las pirámides de Guiza o cualquier otro palacio europeo. El resultado es la megalomanía arquitectónica llevada a la hipérbole: un coloso que aún hoy ostenta el récord oficial de edificio más pesado del mundo.
Una locura levantadas a base de cifras pasmosas e inversiones delirantes. Y que hoy ejerce como uno de los principales edificios institucionales de Rumanía.
Una fortaleza para Ceaușescu. Cuando visitó Corea del Norte y China al líder del Partido Comunista rumano le sorprendió tanto el culto a las personalidades de Mao Zedong e Il-Sung, abuelo de Kim Jong-Un, que decidió crear en su tierra una peculiar réplica de la capital norcoreana. ¿Cómo? Con un palacio descomunal. Y la oportunidad para semejante plan megalómano acabó dándosela un terremoto, el seísmo que en 1977 sacudió Bucarest, destrozando edificios y sembrando el caos.
En aquellas ruinas Ceaușescu encontró el impulso para construir su particular Casa del Pueblo, un palacio que agruparía todos los ministerios y se convertiría en el centro neurálgico de su gobierno. La primera piedra del megaedificio la colocó el propio líder comunista rumano en 1984, pero no tuvo tiempo de verlo concluido. Cuando murió ejecutado, el día de Navidad de 1989, aún quedaba mucho trabajo pendiente para completar la fortaleza: el edificio estaba al 60%, con lo que los trabajos en la parcela tuvieron que seguir avanzando a lo largo de los 90.
Desmanes desde sus comienzos. El enorme palacio acabaría colándose en las páginas del Guinness World Records por sus toneladas de acero, bronce, mármol y demás materiales, pero la realidad es que el proyecto supuso un desmán desde sus mismos inicios. En vez de adaptar la obra a Bucarest, se decidió adaptar Bucarest a la obra. Para encajar la nueva Casa del Pueblo soñada por Ceaușescu se remodeló un barrio entero de la capital, llevándose por delante otros edificios y templos.
The Guardian precisa que se demolió aproximadamente una quinta parte de la ciudad para levantar el palacio, las construcciones circundantes y la avenida que lo comunica, un vial enorme, a la altura de la fortaleza. ¿El coste de aquello, más allá de la inversión en dinero contante y sonante? El realojamiento forzoso de 40.000 residentes y el desmantelamiento de edificios, algunos reconstruidos más tarde.
Adiós templos y casas. El proyecto original contemplaba 80.000 m2, pero acabó extendiéndose más allá. Mucho más allá. Con el coste que eso implica, por supuesto. La web del palacio detalla que se destruyeron una veintena de iglesias y se trasladaron casi una decena, se demolieron 10.000 viviendas y evacuó a 57.000 familias. Entre las construcciones afectadas se cuentan algunas con un valor especial, como el Monasterio de Văcăreşti o el Hospital Brâncovenesc.
Eso no significa que la zona se quedase desierta. En la construcción de semejante coloso participaron más de 100.000 personas, con casi 20.000 trabajadores que se repartían en tres turnos a lo largo de las 24 horas del día e incluso 12.000 soldados que se sumaron a la tarea entre 1984 y 1990. Se habla también de la participación de cientos de arquitectos, si bien la más recordada es sin duda Anca Petrescu, la arquitecta jefa, quien identificaba la obra con Buckingham o Versalles.
Un edificio hiperbólico. Pese a que proyectos faraónicos como The Line o la torre Jeddah nos han acostumbrado a las obras XXL, la ficha técnica de la Casa del Pueblo de Ceaușescu sigue impresionando aún hoy, casi 40 años después del inicio de sus obras. Según los datos del Gobierno rumano, el edificio mide 270 metros de largo, 245 de ancho y 84 de alto, aunque se extiende otros 16 bajo el nivel del suelo. Su superficie ronda los 365.000 m2. Quizás no sea el kilómetro de altura al que aspira el rascacielos saudí o los 170 km de largo de The Line, pero impresiona.
Semejante tamaño convierte al palacio de Bucarest, de hecho, en uno de los mayores del mundo de su tipo. Su web oficial precisa que ocupa el primer puesto entre los edificios administrativos de uso civil y es el tercero en cuanto a volumen, aunque el terreno de los récords suele variar con cierta frecuencia. Sin ir más lejos, en la India acaban de levantar el edificio de oficinas más grande del mundo, un bloque de 613.100 m2, y Boeing gestiona en Washington una construcción de 13.385.378 m3, lo que la convierte en la mayor atendiendo a ese parámetro.
Digno del libro Guinness de los récords. Si por algo destaca el palacio rumano es por las cifras que no se ven, al menos no igual que la altura o superficie. El inmueble figura en el Guinness World Records como "el más pesado" del mundo gracias a la descomunal cantidad de materiales que incorpora: 700.000 toneladas de acero y bronce y 3.500 de cristal, un millón de metros cúbicos de mármol y casi 900.000 de madera. La lista es extensa y no se agota ahí: 550.000 toneladas de cemento, dos millones de toneladas de arena y mil toneladas de basalto. En ocasiones se apunta que es también el edificio más costoso jamás construido.
Hay quien señala que la gran pirámide de Guiza lo supera en peso con sus 5,75 millones de toneladas, pero el coloso rumano sigue manteniendo el título en la web de Guinness. A modo de referencia se calcula que vacío el Burj Khalifa, el edificio más alta del mundo a día de hoy, alcanza un peso de 500.000 toneladas.
Enorme por fuera... y por dentro. Y como no llegan los suelos, techos, ventanas y fachadas para formar un megapalacio, el edificio incluye también una buena cantidad de mobiliario. Su web precisa a modo de referencia que incorpora 2.800 lámparas de araña, 220.000 m2 de alfombras y otros 3.500 m2 de cuero. A la hora de levantar el palacio, por cierto, se priorizaron los materiales nacionales, por lo que casi toda la construcción se creó con productos de Rumanía.
Ceaușescu no quería solo una enorme sede gubernamental; deseaba una eficiente fortaleza blindada, a prueba de terremotos y explosiones y ataques, por más duros que estos fueran. De hecho se dice que pidió a los arquitectos que crearan varios túneles de evacuación y "el búnker antiatómico más eficaz" del mundo, capaz de resistir un temblor de más de 8 grados Richter y dos bombas atómicas.
De Casa del Pueblo… a Parlamento. Hoy el resultado de aquel sueño megalómano es, ironías de la historia, un tributo a la democracia y la memoria histórica rumana. Muerto Ceaușescu surgió la duda de qué hacer con aquel coloso aún en obras. "No podían permitirse el lujo de demoler los edificios, pero tampoco tenían dinero para silenciar la sensación de espanto que desprendían", explica a The Guardian Emanuela Grama, de la Universidad Carnegie Mellon. Así las cosas se decidió seguir trabajando en el proyecto, eliminando eso sí todos los símbolos que hacían referencia al régimen comunista y los guiños a Ceaușescu.
En cuanto a qué provecho sacarle, se planteó convertirlo en el mayor centro comercial del mundo, un casino que dejaría pequeña a cualquiera de las grandes torres de Las Vegas o incluso transformarlo en un parque temático consagrado a otra figura vinculada a los Cárpatos, a medio camino entre la historia y la fantasía: Drácula. Ninguna de aquellas ideas prosperó. Las autoridades acabaron optando por lo más sencillo, que era convertirlo en el Palacio del Parlamento de Rumanía. Allí se ubican hoy el Senado, la Cámara de Diputados e incluso varios museos.
... Y reclamo para turistas. Con el tiempo el edificio se ha convertido en un importante reclamo turístico, aunque, al menos en 2019, los visitantes realizaban tours de dos kilómetros que apenas abarcaban el 5% del palacio. Comprensible, si se tiene en cuenta que una sola de esas salas tiene la longitud de medio campo de fútbol y necesita ocho lámparas de araña para iluminarse. The Guardian explica que al pasear por los corredores del palacio uno de los detalles que llama la atención son los inmensos espacios vacíos que se abren a ambos lados.
¿La razón? Estaban reservados para los retratos de Ceaușescu y su esposa.
Imágenes: George M. Groutas (Flickr), Adam Jones (Flickr), Wikipedia, Dennis Jarvis (Flickr) y CIC
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