Durante el Cretácico tardío –hace entre 100 y 66 millones de años-, la Tierra estuvo sometida a una serie de incendios forestales masivos que arrasaron su superficie. Los científicos han estudiado este fenómeno durante décadas y creen que se pudo deber a un aumento de las temperaturas que, en combinación con erupciones volcánicas e impactos de fragmentos de cometas, habrían convertido grandes zonas del planeta en un auténtico infierno.
Un fenómeno devastador del que no se habría librado ni siquiera un territorio tan gélido y desolado como la Antártida, según un estudio publicado recientemente en la revista Polar Research. Aunque, claro, debemos tener en cuenta que el continente ártico presentaba en aquel tiempo un aspecto muy diferente al que hoy conocemos. Entonces no era una tierra inhóspita cubierta de hielo, sino que albergaba bosques de coníferas, helechos y otras plantas.
Una vegetación que sucumbió a las llamas debido a la subida de temperaturas que experimentó la Tierra en el Cretacico tardío -considerado uno de los periodos más cálidos del planeta- y la probable acción de erupciones volcánicas de alguno de los muchos volcanes presentes en el continente ártico, según explica el estudio.
Hasta ahora, los investigadores del Cretácico tardío pensaban que la Antártida se había librado de los incendios masivos que arrasaron la Tierra en aquel periodo. Sin embargo, un grupo de científicos halló en 2015 y 2016 una serie de fragmentos de carbón fosilizado en la isla James Ross y, tras analizarlos con un microscopio electrónico de barrido, comprobaron que pertenecía a plantas cretácicas.
Con este equipo y el uso de software, los autores del estudio pudieron reconstruir el ecosistema y los patrones de la extensión del fuego de forma aproximada, y demostrar tras varios años de investigación que ni siquiera la Antártida se libró de los incendios masivos que asolaron la Tierra hace 75 millones de años.
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