El 13 de mayo de 2020 los lugareños del sur de Oregón se encontraron con una estampa curiosa en su costa, a orillas del Pacífico: una barcaza varada, sucia, cochambrosa, sacudida por las olas y con la pintura descascarillada y comida por el sol. El hallazgo no tendría mayor trascendencia si no fuera por el origen de la nave. Al igual que otros muchas lanchas y chalupas, era parte de los escombros que generó el gigantesco tsunami que sacudió el este de Japón en 2011.
Para más inri la barca de Oregón no estaba vacía. Al contrario. A bordo los biólogos encontraron una decena de especies de invertebrados, ejemplares vivos, activos, todos representativos de la costa del Océano Pacífico noroccidental, como el mejillón Musculus cupreus .
El descubrimiento de Oregón —recogido en un detallado estudio que acaba de publicar Nature Communications— está lejos de ser una mera curiosidad; responde, en realidad, a un fenómeno que cada vez capta más atención de los biólogos: cómo los residuos plásticos que vagan a la deriva por los océanos se están convirtiendo en buques improvisados para especies costeras, una suerte de trasatlánticos fuertes y robustos que les permiten cruzar distancias que hace décadas, cuando dependían de ramas, semillas o algas, todas biodegradables, resultaban inabordables.
No solo eso. El plástico está cada vez más presente en los océanos. Para 2050, según los investigadores, la generación total podría situarse en 25.000 millones de toneladas métricas.
Grandes "barcas" para recorrer miles de kilómetros
Como detallan los propios autores del estudio, los desechos plásticos flotantes, resultado de la contaminación, están “sustentando una nueva comunidad de la superficie del mar compuesta por especies costeras y oceánicas”. Tirando de sensibilidad poética y metáfora deportiva, los expertos hasta tienen un nombre para esa clase de viajes a bordo de escombros: “rafting en el océano”. A la vida localizada en residuos como la barca de Oregón lo llaman “comunidad neopelágica”.
“La presunta capacidad de las especies costeras para sobrevivir a los tránsitos oceánicos ha sido un principio fundamental de la biogeografía de las islas y se cree que explica la presencia de especies derivadas del continente en las islas oceánicas”, reflexionan los investigadores en su artículo de Nature, y advierten: “Las barreras biogeográficas impuestas por océanos y continentes se están volviendo con rapidez obsoletas, social, económica y ahora ecológicamente”.
El tsunami de 2011 ha permitido a los biólogos comprender hasta qué punto vale la pena estar pendientes del fenómeno. “Cientos de especies marinas costeras japonesas se encontraron vivas en los escombros que aterrizaron en las costas del Pacífico de América del Norte y las islas de Hawai, habiendo viajado más de 6.000 km a través del Océano Pacífico, el evento de rafting en el océano más grande conocido en la literatura científica hasta la fecha”, apuntan. Los organismos no solo sobrevivieron y crecieron, algunos incluso llegaron a reproducirse en el océano.
“El descubrimiento demostró que los desechos antropogénicos, que estaban compuestos en gran parte por plásticos flotantes, proporcionaron balsas habitables y de larga duración. Superaron nuestras expectativas de supervivencia de especies costeras en el mar”, abundan los expertos.
La primera consecuencia es que el océano abierto deja de actuar, en cierto modo, como la gran “barrera física y biólogica” para la dispersión de especies, lo que supone “un cambio de paradigma en nuestra comprensión de la biogeografía marina”. Otra es la existencia de “comunidades costeras autosuficientes en alta mar” más allá de los neuston, organismos preparados para sobrevivir por sus propios medios en la capa superficial del agua, como los copépodos.
El fenómeno descrito en Nature tiene otra implicación importante: ¿Hasta qué punto puede favorecer la dispersión de especies invasoras? “Comprender la ecología y biogeografía de las comunidades neopelágicas en plásticos flotantes proporcionará información esencial sobre el papel de los plásticos como vectores de especies no nativas —recoge el artículo de Nature—. La colonización de desechos plásticos en el mar por especies costeras sugiere que la expansión continua de la plastifera crea una fuente nueva de especies no nativas en alta mar […]. Como resultado, los eventos de rafting que eran raros en el pasado podrían alterar los ecosistemas oceánicos y cambiar la dinámica de la invasión a escala global”.
No es una inquietud nueva. Sobre el riesgo de que los desechos plásticos acaben facilitando la dispersión de especies invasoras ya advertían hace meses, por ejemplo, investigadores de la Universidad de Florida en un estudio publicado en Scientific Reports.
Imágenes | ARC Centre of Excellence for Coral Reef Studies (Flickr), Jennyvids (Flickr)
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