Baleares quiere quedarse en el horario de verano. O eso dice una declaración institucional que va a aprobar su Parlamento para que el próximo 30 de octubre no se retrasen los relojes como en el resto del país, de Europa y buena parte del mundo.
Dicen que pertenecer al huso horario español responde a decisiones políticas "de carácter industrial" que, hoy por hoy, ya están obsoletas. Su lógica es sólida, pero ¿por qué quedarnos ahí? ¿Y si acabamos de una vez por todas con los husos horarios? Pues que podría ser lo mejor que nos ha pasado.
¿Para qué necesitamos las zonas horarias?
Las zonas horarias empezaron a tener sentido cuando el ferrocarril permitió recorrer grandes distancias en poco tiempo. Hasta ese momento, las horas del día se establecían localmente según el tiempo solar aparente. Pero la llegada del tren hizo que necesitáramos horarios más precisos y coordinados que evitaran los accidentes.
La estrategia que se siguió fue buscar una forma de coordinar todos los tiempos locales y desarrollar una fórmula sencilla que nos permitiera convertir unas horas en otras. Para que fuera sencilla, se optó por buscar bloques de una hora que no nos obligasen a tener que estar sumando y restando minutos y segundos.
Esto, que permite la coordinación de muchas personas en poco tiempo también tiene problemas. El caso de Baleares es muy visual (con los mismos horarios, en Menorca tienen casi una hora menos de luz solar que en Vigo), pero como sostienen dos profesores de la Universidad Johns Hopkins eso es sólo una anécdota.
Un sistema de un mundo que ya no existe
La primera persona que defendió un sistema horario mundial fue Sandford Flemming, un ingeniero de ferrocarriles canadiense, que entendió que "la acción del vapor y la electricidad" habían aniquilado las distancias. Era 1889.
Las zonas horarias tenían sentido en un contexto en el que los cambios de hora eran escasos. Pero, ¿y ahora? La globalización, el transporte rápido e internet hacen que el mundo se haya hecho todo mucho más pequeño. Pero, sobre todo, ha aniquilado el tiempo. Los problemas de coordinación mundial nos hacen perder muchos miles de millones al año.
Por eso, el economista Steve Hanke y el astrofísico Dick Henry proponen eliminar todos los husos horarios y crear una 'hora universal'. Las 10 de la mañana en Madrid serían las 10 de la mañana en México D.F., las 10 de la mañana en Manila y en Jerusalén. Una hora para unirlos a todos.
Pero, ¿eso no es un poco lioso?
La adaptación no sería sencilla. Sobre todo, a nivel 'social'. Para empezar, al mantener la hora única, lo que cambiarían serían las horas a las que hacemos las cosas: por ejemplo, en la costa este de Estados Unidos se cenaría a las 1 de la mañana en lugar de a las 7 de la tarde.
Parece más traumático de lo que es en realidad y el mejor ejemplo es China. El gigante asiático podría tener hasta cuatro husos horarios atendiendo a lo que hacen los países de su entorno, pero funciona con una única hora nacional.
¿Cómo resuelven los problemas? Estableciendo horarios de trabajo distintos en cada región. Esto permite lo mejor de ambos mundos: combinar una hora unificada (que evita ineficiencias a nivel nacional) con horarios locales (que adaptan la hora nacional a la hora solar de cada lugar).
El nuevo mundo vive a tiempo real
Lo que sostienen Hanke y Henry es que los beneficios a largo plazo, compensarían los problemas a corto. La hora única universal haría más sencillas las comunicaciones, los viajes y el comercio. "El tiempo local está bien, cuando toda la actividad es local. Pero hoy mucha de esa actividad es global", explicaban en una entrevista para el Washington Post.
No especialmente original: sin ir más lejos, todas las líneas aéreas del mundo operan con la misma hora (la del meridiano de Greenwich) precisamente para evitar que un fallo en el cambio de hora produzca un accidente. Luego adaptan ese horario de operaciones a la hora local.
Es decir, conforme estudiamos la propuesta, la cuestión de fondo no es la utilidad o no de un horario universal. Sino si el impacto de las nuevas tecnologías requiere que repensemos instituciones tan asentadas como el horario. Es decir, cuánto tiempo vamos a tardar en aceptar el mundo que nosotros mismos hemos creado.
Imágenes | Leoplus, CIA, Alberto Vaccaro y Loorzboy
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