Uno dice "neandertal" y lo primero que le viene a la mente es las palabras de Mariana Nabais: "Primitivos habitantes de las cavernas que apenas podían ganarse la vida hurgando en los cadáveres de animales de caza mayor". Pero, como la misma Nabais se apresura a añadir, es todo mentira. Y la mejor prueba es, quién lo iba a decir, el marisco.
¿Marisco? Y lo que no es marisco. Lapas, mejillones, almejas, cangrejos, delfines, focas grises y peces, muchos peces. Hace cuatro años, el equipo del paleontropólogo portugués João Zilhão descubrió que al sur de la actual Lisboa los neandertales no solo prosperaron, sino que comían cosas que hasta ese momento no creíamos que supieran consumir.
Y no lo creíamos hasta el punto de que tenemos numerosas teorías que señalaban que fue precisamente el consumo habitual de pescados y mariscos (ricos en ácidos grasos omega 3) uno de los factores que permitieron a los homo sapiens modernos mejorar sus capacidades cognitivas frente a otras especies humanas.
Un montón de hipótesis echadas por tierra. Y por eso mismo era relativamente polémico. Al fin y al cabo, la idea de que los neandertales no consumían este tipo de productos se basaba en que no habíamos encontrado demasiadas evidencias arqueológicas que nos permitieran sostener lo contrario. El festín de Figueira Brava (la cueva en cuestión) exigía una investigación más minuciosa.
Y eso es lo que publicó la revista Frontiers in Environmetal Archaeology: un trabajo liderado por Mariana Nabais, del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, en el que queda negro sobre blanco que aquello era toda una "marisquería prehistórica".
Bueyes de mar para todos. El dato más curioso es, sin lugar a dudas, la enorme cantidad de cangrejos pardos (buey de mar) que había. Bueyes, además, de gran tamaño (de 16 centímetros media y unos 200 gramos de carne). Pero lo interesantes es que el análisis de los restos mostraba que las fracturas no eran accidentales, ni estaban producidas por otros depredadores (como aves o roedores): eran fracturas intencionales para llegar a la carne. Y no solo eso, es que por las quemaduras de los caparazones... los asaban.
¿Qué nos hace especiales? Aunque aún no han terminado de estudiar todos los restos de la cueva portuguesa, los datos actuales ya "refutan la idea de que los alimentos marinos desempeñaron un papel importante en la aparición de capacidades cognitivas supuestamente superiores entre las primeras poblaciones humanas modernas del África subsahariana".
Y eso amplía nuestro conocimiento sobre la paleoantropología humana, pero supone también una "mala noticia": el enigma sobre qué nos hizo especiales, sobre por qué estamos solos en este mundo y sobre cómo ocurrió el declive del resto de especies humanas sigue más abierto que nunca. La buena noticia, en cambio, es que con los neandertales fuera de juego... tocamos a más marisco.
Imagen | Neanderthal Apocalypse/Mael Balland
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*Una versión anterior de este artículo se publicó en febrero de 2023