Un hombre acapara la atención del Partido Demócrata a escasos días de las primarias de Iowa, punto de partida para la carrera electoral hacia la Casa Blanca: Michael Bloomberg. Ex-alcalde de Nueva York y una de las personas más ricas del planeta, Bloomberg ha decidido acceder a la presidencia de los Estados Unidos por la vía más corta. Gastando cantidades ingentes de dinero. Una estrategia que amenaza con desequilibrar al resto de candidatos.
$270 millones. Es la astronómica cantidad invertida por Bloomberg en sus primeros meses de campaña. La mayor parte del dinero se ha transformado en anuncios televisivos, emitidos a todas horas en más de 27 estados. Ningún otro candidato se le acerca. Biden, principal favorito, ha gastado $11 millones. Sanders, $27. Warren, $21. Ni siquiera otro multimillonario en la carrera, Steyer, se le compara: $139.
Sólo en su anuncio para la SuperBowl, a emitirse este domingo, invertirá $10 millones.
¿Por qué importa? Porque en Estados Unidos el dinero gana elecciones. Un estudio elaborado por Open Secrets ofrece algunas cifras: en las elecciones de 2018, el 88% de los vencedores había gastado más que sus rivales. En las de 2016, el 95%. En los últimos veinte años el porcentaje raramente baja del 90%. Más dinero es más exposición, más capacidad de sostener una carrera a largo plazo y más influencia mediática.
Bloomberg, dueño de una fortuna de $59.000 millones, es consciente de ello.
Atípico. Su camino hacia al Casa Blanca está siendo inusual. Bloomberg presentó su candidatura tarde, por lo que no participará ni en las primarias de Iowa ni en las de New Hampshire ni en las de Nevada, las tres primeras. Fía gran parte de su suerte al "Super Martes", próximo 3 de marzo, jornada en la que quince estados están llamados a las urnas y donde lleva semanas emitiendo anuncios.
Tampoco ha aceptado donaciones privadas, lo que le impide participar en los debates demócratas y confrontar sus ideas, aún endebles, frente al resto de candidatos, en la picota desde hace meses.
¿Qué dicen las encuestas? De momento no son entusiastas. Bloomberg ha superado a todos los candidatos menores durante las últimas semanas, pero no aglutinaría más del 8% de los apoyos. Lejos del 15% de Elizabeth Warren, del 23% de Bernie Sanders y del 28% de Joe Biden. Porcentajes que le impiden obtener suficientes delegados en estados clave, como los del Super Martes, y que le dejarían automáticamente fuera de la carrera.
Posibilidades. Ahora bien, sus cifras no han dejado de crecer desde que anunciara su candidatura. Está optando por el largo plazo. Tiene dinero suficiente para resistir los primeros envites. Bloomberg podría gastar hasta $1.000 millones de su bolsillo, cifras sin precedentes en la historia política de Estados Unidos, y no perder ni el 2% de su fortuna. Sus rivales le acusan, no sin razón, de querer "comprar" la presidencia.
Lo cierto es que Bloomberg está jugando su propio juego. Es un experimento. Uno que ya ha puesto nerviosos al resto de candidatos, aunque sólo sea porque ha encarecido el precio de los anuncios televisivos. Su candidatura, si bien excéntrica, es peligrosa, especialmente con el precedente de 2016 en mente.
Trump. ¿Y si no obtiene la nominación? Bloomberg ha prometido redirigir sus esfuerzos económicos al candidato demócrata que surja de las primarias. Quien sea. Sus anuncios, de hecho, se han centrado más en atacar a Trump en un puñado de estados clave que en erosionar a sus rivales, algo que ya ha provocado la eviscerada reacción del presidente.
¿Suficiente para derrocarle? Tener mucho dinero no sirve para remontar un escenario adverso, pero sí para decantar la balanza en unas elecciones presidenciales igualadas. Ahí Bloomberg, moderado, reconocido, con mucho dinero, podría convertirse en el mejor candidato contra Trump. Algunos demócratas del Congreso así lo creen. El único problema: Hillary Clinton ya era ese perfil, y ya gastó más que Trump en 2016.
Imagen: Michael Bloomberg/Flickr