Imagina lo que tuvieron que sufrir los buenos ciudadanos de Ahvaz, una ciudad iraní acostada a las orillas del golfo pérsico, cuando el termómetro reventó todos los registros del continente y se colocó en los 54 grados centígrados. El calor, la opresión, el sudor, el agobio, la imposibilidad física de ponerse a salvo. El horror.
Y ahora imagina cómo será el futuro: un lugar que, según algunas estimaciones, rondarán temperaturas así de extremas en bastantes ocasiones, en el que las zonas tradicionalmente templadas y boscosas como España o el sur de Francia se convertirán en desiertos y en el que la Antártida comenzará a ser habitable (y muy verde) ante el progresivo deshielo.
Puede que en cincuenta años no tengas que imaginártelo.
53.7°C à Ahwaz #Iran ce 29 juin ! nouveau record absolu national de #chaleur iranien fiable & record mensuel (juin) pour le continent #Asie pic.twitter.com/nVPaXtnyBB
— Etienne Kapikian (@EKMeteo) 29 de junio de 2017
El récord de Ahvaz, registrado hoy mismo y recogido con pompa y alucinación en los medios de todo el planeta, es una pista de hacia dónde podría moverse nuestro entorno en un futuro no demasiado lejano. La ciudad, tradicionalmente cálida por sus condiciones geográficas, cerca del golfo y en un clima muy seco y carente de corrientes marítimas significativas, ha establecido el récord de temperaturas de Asia y se ha colado en el top tres histórico.
¿Pero cómo hemos llegado a semejante situación? En parte, es la región: Ahvaz se ubica antes de la cordillera Zagros, la cadena montañosa más elevada de Irán, y su geografía es una extensión natural de los valles fértiles y desiertos sofocantes de Oriente Medio. Kuwait marcó el año pasado otros 53º C y otras ciudades y regiones de la zona son consistentemente algunas de las más cálidas del mundo.
Pero la cifra es extraordinaria: sumada a la altísima humedad, los pobres habitantes de Ahvaz tuvieron que soportar sensaciones térmicas similares a los 60º C, temperaturas prácticamente inviables para el desarrollo óptimo de la vida humana.
No está del todo claro que la temperatura sea la más alta registrada. Sí es el récord histórico en un mes de ¡junio! y sí es la más alta del continente asiático, pero a nivel global tanto en Kuwait como en el Valle de la Muerte (el punto más bajo de Estados Unidos, muy seco) cifras similares se han marcado con anterioridad. En este último, de hecho, se registró la histórica temperatura de 56º C en 1913, aunque desde entonces análisis meteorológicos han indicado que la marca era imposible.
Sea o no un récord mundial, el problema de Ahvaz es la tendencia: al margen de la región, señala el mundo hacia en el que nos movemos, uno repleto de olas de calor en junio y de habitantes acosados por temperaturas inasumibles. El infierno en la tierra que llevaban prediciendo los científicos durante mucho tiempo: el calentamiento global de las temperaturas no es una leyenda y ciudades como Ahvaz ya lo están sufriendo en sus propias carnes.
El resto de la región mostraba temperaturas por encima de los 35º C o 40º C, marcas que de por sí son bastante espantosas. Quizá la cuestión no sea si llegaremos al extremo de Ahvaz sino cuándo.