La cocina es uno de los cimientos de cualquier cultura, pero no sabemos muy bien cuánto tiempo llevamos los humanos cocinando. Un nuevo hallazgo ha acotado la era en la que se dio este paso fundamental: llevamos al menos 780.000 años poniendo nuestros alimentos al fuego.
Gesher Benot Ya'aqov. Los arqueólogos que han analizado este entorno, cercano a las rutas por las cuales las diferentes especies de homíninos podrían haber salido de África, han encontrado numerosos restos de estos posibles antecesores de nuestra especie. Pero con estos restos, los investigadores han encontrado otros muchos objetos, incluidas herramientas, frutas, semillas y frutos, así como restos de animales.
Entre estos últimos, unos restos de una especie semejante a la perca. Han sido estos los restos que han llevado a reescribir la historia de la cocina.
No conocemos la receta. El equipo responsable del hallazgo ha dado los detalles de éste en un artículo publicado en la revista Nature Ecology and Evolution. En él detallan que fue a través de la cristalización del esmalte de los dientes de los peces que comprobaron que éstos habían sido cocinados y no simplemente arrojados al fuego tras el banquete. Es decir, habían estado expuestos a una temperatura adecuada para ser cocinados.
Jens Najorka, uno de los autores del estudio, explicaba en una nota de prensa “Cuando [los restos] se queman por el fuego, es fácil identificar el cambio drástico en el tamaño de los cristales del esmalte, pero es más difícil identificar los cambios causados al cocinar a temperaturas entre 200 y 500 grados Celsius."
“No sabemos exactamente cómo se cocinaron estos pescados, pero dada la falta de pruebas sobre exposición a altas temperaturas está claro que no se cocinaron directamente al fuego ni fueron arrojados al fuego como residuos o como material para quemar.”
Entre el Homo erectus y los neandertales. Esta es la primera prueba fehaciente que tenemos de los hábitos culinarios en homíninos, pero no es la más antigua prueba que tenemos de un uso controlado del fuego. Sabemos que nuestros antecesores comenzaron a controlar el fuego hace 1,5 millones de años. Lo sabemos gracias a los restos dejados atrás por los Homo erectus que habitaron aún en el continente africano. En estos restos se encontraron huesos. En este caso, quemados.
Este hallazgo acota notablemente la era en la que nos pusimos a cocinar. Hasta la fecha las evidencias más antiguas de esta práctica databan de hace 170.000 años y fueron descubiertas también en África. En este punto los neandertales, la especie más cercana a la nuestra, ya rondaba por la Tierra.
Una época de transición. Durante esta época, el Homo erectus aún habitaban la Tierra, quizá junto a otras especies como el Homo luzonensis (que habitaba lejos, en el sudeste asiático) y el Homo antecessor, la especie que habitó el yacimiento de Atapuerca.
Esta última especie supuso un importante salto evolutivo que llevó a la aparición, varios cientos de miles de años después de neandertales y Homo sapiens, y con estos últimos, el subgrupo que nos abarca, los “humanos anatómicamente modernos”.
La hipótesis de la cocina. Para algunos investigadores, hay mucho más que una cuestión cultural detrás de la cocina. La hipótesis de la cocina (cooking hypothesis) postula que esta costumbre permitió un cambio evolutivo sustancial en el desarrollo de los seres humanos. El efecto habría sido especialmente notorio a nivel cognitivo.
Cocinar habría dado a los humanos la oportunidad de extraer más nutrientes de la comida en proporción a la cantidad ingerida. La implicación es doble. Por una parte, más nutrientes implican un cerebro más sano y desarrollado, y con ello más capaz. Por otra, alimentarse habría pasado a requerir menos esfuerzo de caza y recolección, dando tiempo a los humanos para la socialización y con ello para el aprendizaje.
Un paso (evolutivo) adelante. Acertada o no la teoría, llegada de la cocina supuso un cambio radical para los humanos. A este respecto, Naama Goren-Inbar, otra de las coautoras del estudio, señalaba que estos homíninos “estaban familiarizados con su propio entorno y los recursos que éste ofrecía.
“Es más, esto muestral que tenían un conocimiento extensivo de los ciclos de vida de las diferentes especies de plantas y animales. Adquirir el conocimiento para cocinar comida marca un avance evolutivo significativo (…). Es incluso posible que la cocina no se limitara al pescado, sino que incluyera varios tipos de animales y plantas”, apostilla Goren-Inbar.
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