“Siete cosas que debes hacer si vienes a Alemania”: visitar el castillo de Neuschwanstein en Bavaria, escuchar a la filarmónica de Hamburgo y pisarle al coche a todo meter mientras transitas por alguna de nuestras autobahns. No son propuestas de algún blog de viajes, es una publicidad oficial de la oficina de Turismo del Gobierno Alemán. El país del escarabajo de Volkswagen, la “nación del coche”, tiene una cultura extremadamente emocional en lo tocante a lo automovilístico, y el nuevo contexto medioambiental iba a provocar confrontaciones.
Chalecos amarillos contra los “ecofascistas”: además de “ideólogos verdes”, algunos de los improperios que han dedicado a sus rivales cientos de personas (700 en el día de mayor concentración) durante diversos actos en estos meses. Se han concentrado en Stuttgart, el hogar de Daimler, Bosch y Porsche, y en Múnich, sede de BWM. Es decir, han ido directos al corazón de la industria automotriz actual. Mientras ladraban contra las prohibiciones de circulación de coches diesel, coreaban cánticos pro-gasoil.
¿Y quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mí? Las palabras de Aznar contra los controles de alcoholismo en carretera resuenan en este conflicto. Los alemanes han salido a la calle por un cúmulo de propuestas medioambientales sobre las limitaciones al coche, pero según los observadores la gota que colmó el vaso fue la proposición del Gobierno reducir el la velocidad de los coches en las autobahns para que quemasen menos CO2.
Alemania es el único país serio en el que sigue habiendo carreteras "No Limit", 6.500 kilómetros de pista donde los ciudadanos queman rueda de sus flamantes BWM. Según su visión, el único desestresante social que un pueblo tan rígido en las normas como el alemán se sigue permitiendo. Un tema identitario tan delicado como las armas en Estados Unidos o el fútbol en España. Aunque en una encuesta salió que el 63% de los votantes estaban a favor de limitar la velocidad, fue suficiente para que otro porcentaje de la población saliese a la calle a montar barricadas y para que el gobierno eliminase la propuesta de forma tajante.
Alemania a dos velocidades: pese a que los ciudadanos han ganado esta batalla social, el país entero y ese 25% del PIB que depende del coche tiene mucho que replantearse. El Gobierno ha prometido más impuestos al carburante en 2023, la eliminación de la exención de impuestos al diesel y cuotas obligatorias para coches eléctricos e híbridos. Según las previsiones del Ministerio de Trabajo, cuentan con que una conversión “exitosa” de su modelo de electromovilidad le costaría al país 114.000 trabajos y 22.000 millones de euros de recaudación anual de cara a 2035. Son previsiones muy positivas: perderían una parte mínima de sus 1.8 millones de empleos (directos e indirectos) de la automoción. Siempre que la población lo permitiese, claro.
Las sanciones medioambientales a la vuelta de la esquina: si el Gobierno se planteaba todo esto es porque tienen que reducir sus emisiones y tienen que hacerlo rápido. El país va muy atrasado en cumplir con sus objetivos climáticos para 2020, el sector transporte es uno de los más sencillos de cumplir (más que el industrial, por ejemplo), y los coches representan el 11% del total de emisiones totales. Según los expertos, limitar la conducción a 120 habría bastado para cubrir una quinta parte de la brecha para alcanzar los mentados objetivos. El país se sigue moviendo: ya tienen fecha de defunción del uso del carbón, 2038. Sólo les ha costado bajar sus previsiones de crecimiento y recortar 40.000 millones de euros.