"El aire contaminado está envenenando a millones de niños y arruinando sus vidas". Son palabras del director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, poco después de publicar un informe sobre la salud infantil y la contaminación urbana. Son palabras gruesas que, sin embargo, palidecen ante los números ofrecidos por el organismo: más de 600.000 niños en todo el mundo murieron prematuramente en 2016 por la contaminación.
¿Cómo? Por lógica matemática. El mundo es cada día un lugar más urbano, y sabemos que los niveles de contaminación en las grandes ciudades han aumentado de forma progresiva. En algunas, muy pequeñas, está descendiendo. En otras, como Delhi, se encuentra en niveles inasumibles para nuestro organismo. Según la OMS, alrededor del 90% de los niños de todo el planeta están respirando aire "tóxico". En los países en desarrollo, el problema es enorme.
¿Las cifras? Son estimativas. La OMS ha cruzado los niveles de contaminación de las principales ciudades del planeta con la incidencia de enfermedades respiratorias en la población infantil. El estudio se ha fijado especialmente en sulfatos y partículas contaminantes. No sólo se trata de que los respiremos en las calles, sino que se introducen en el interior de los hogares a través de chimeneas, conductos, campanas extractoras o chimeneas.
¿Es lógico? Sí. Sabemos desde hace tiempo que la contaminación dispara las muertes prematuras y las enfermedades de todo tipo en las ciudades. Las célebres "boinas" y las emisiones de industria y vehículo privado causan, según la Agencia Europea del Medio Ambiente, unas 10.000 muertes anticipadas en España. A nivel global, la OMS dispara la cifra a los 4.200.000. Sólo en China se estima que mueren unas 4.000 personas al día a causa de la polución.
Pese a su apariencia inocua, la contaminación es un arma de destrucción masiva. Las cifras de la OMS parecen surrealistas, pero son consistentes con todos los datos de contaminación y salud a escala global.
La correlación. Una buena forma de entender el fenómeno es Delhi. Durante sus picos de contaminación, respirar su aire equivale a fumarse dos cajetillas de tabaco al día. Su situación es extrema, pero similar a la de otras ciudades en vías de desarrollo y en permanente crecimiento demográfico. No es de extreñar que numerosas investigaciones hayan correlacionado los puntos negros de la contaminación con bajos índices de bienestar.
El aire contaminado nos hace menos felices. Y afecta especialmente a los más vulnerables. No es una novedad, pero las cifras de la OMS ayudan a entender la magnitud del problema.
Imagen: Han Jitao/AP