Corea del Norte podría liberar de forma "inminente" a tres ciudadanos estadounidenses apresados en Pyongyang hace más de un año. La noticia, aún por verificar, es una muestra más del increíble giro político del régimen norcoreano durante el último año: de una inquietante escalada en 2017 a una apertura total a los cauces diplomáticos en 2018. ¿Qué ha cambiado? Para muchos, el inquilino de la Casa Blanca. Sí, el secreto del éxito podría residir en Donald J. Trump.
Un pulso a dos. Estados Unidos y Corea del Norte tontearon con la posibilidad de un conflicto bélico a lo largo del pasado año, incluyendo amenazas explícitas tanto por parte de Kim Jong-Un como por parte de Donald Trump. La agresividad retórica de ambos cristalizó en nuevas pruebas nucleares por parte de Corea del Norte y en nuevas sanciones diplomáticas y económicas por parte de Estados Unidos. Era un pulso arriesgado que ponía fin a décadas de estrategia "paciente" de EEUU.
Varios meses después, el pulso parece haberlo ganado Trump.
Máxima presión. ¿Por qué? Como se argumenta aquí, el carácter inestable y vociferante de Trump podría haber convencido a Corea del Norte de que sus amenazas bélicas tenían un mínimo de verosimilitud. Estados Unidos ha adoptado una posición extremadamente dura, forzando a sus aliados a aislar a Corea del Norte y a redoblar las sanciones. La extraordinaria situación, quizá, ha puesto a Kim Jong-Un frente al espejo de una economía decrépita y de un aislamiento político total.
Corea del Norte cree que tiene algo que perder. Y cambia de plan.
Sanciones por bombas. De ahí que, ahora, Kim haya planteado varios escenarios a Trump y a Corea del Sur. El principal: levantar las sanciones a cambio de paralizar y desmantelar el programa nuclear. Según el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, Kim está dispuesto a deshacerse de sus cabezas nucleares si Estados Unidos se compromete a no invadir, bajo ningún concepto, el país. Idealmente, el acuerdo permitiría a Corea del Norte esquivar las crudas sanciones a su economía.
Trump y Kim podrían reunirse para finiquitar el principio de acuerdo. Es un misterio cuándo y dónde, pero es más de lo que ningún presidente americano ha obtenido.
Las dudas de Kim. ¿Será útil? La gran duda que ensombrece la estrategia de la Casa Blanca es la honestidad del régimen norcoreano. En 2005, Corea del Norte ya se comprometió a paralizar su programa nuclear a cambio de un reconocimiento formal de Estados Unidos de su integridad territorial. Mintió. Como tantas otras veces. La cuestión hoy es si Kim ha optado por un tacticismo a corto plazo para aliviar las sanciones (y la tensión) o si su estrategia a largo plazo es sincera.
Es imposible saberlo. Sus incentivos son opacos. De ahí que muchos atribuyan el éxito de las negociaciones al cambio de estrategia de Corea, no a Trump.
¿Un Nobel de la Paz? Lo cierto es que, de momento, el plan de Trump (máxima dureza contra Corea del Norte hasta que el régimen ceda) está funcionando. Tanto que se comienzan a escuchar las primeras voces en favor del Nobel de la Paz, no sólo de prominentes republicanos o de sus seguidores de base, sino también del propio presidente de Corea del Sur, que atribuye el éxito al deshielo histórico de Kim a Trump. Sería paradójico, dado su, ejem, Twitter, pero no extraño.
Imagen | Upi/Al Drago