Hace un mes abrió una tienda de alquiler de juguetes en París un tanto particular. Aunque estaba inscrita en la misma categoría que los locales de videojuegos, ofrecía los servicios por horas de cuatro muñecas sexuales de tres dimensiones, un peso de entre 20 y 30 kilos, unos 5.000 euros de precio de venta y unos pechos que no encuentran rival ni en los catálogos de lencería. Así, el XDoll del distrito 14 se unía a la lista de locales ya conocidos en Alemania, Reino Unido, España, Países Bajos o Austria. Pero en el caso de la capital francesa la empresa se encontró con problemas distintos a sus semejantes: apenas formalizaron la apertura los concejales de izquierdas y asociaciones feministas pidieron su cierre.
Según denunciaban estos representantes, el comercio debería ser ilegal. En Francia y desde 1946 están prohibidos los prostíbulos en el país, y aquellos a los que se encuentre solicitando estos servicios se les condenará con una sanción de miles de euros. Pero como indicó la policía, allí no trabajaba ninguna mujer real.
La prostitución, según el Artículo L.225-5 del Código Penal francés, se refiere a seres humanos y no a objetos. No importa cuánto protestasen las asociaciones, que denunciaban que se estaba alentando la apología de la violación. No hay base legal para perseguir estos novísimos locales de alquiler de muñecas sexuales. Como indicó la policía francesa, estarán atentos a posibles cambios futuros, pero de momento XDoll tendría la misma consideración que un local de pinball.
Es cierto, las muñecas sexuales no son más que un trozo de plástico caro. Pero sabemos que no podemos equipararlas con una tostadora o incluso con un dildo. El único interés y el estilo de diseño que se persigue con estas muñecas es el de la suplantación de una versión idealizada y exuberante de la mujer. Una muñeca es mejor cuantos más detalles hiperrealistas y mayor verosimilitud con respecto al cuerpo humano femenino. Buscan que sea una réplica perfecta de una mujer, salvo por una condición: ella nunca te dirá que no. O que sí.
Como señalaba la sexóloga María Esclapez, tener relaciones sexuales con una sex doll permite saltarse lo que se conoce como la “fase de acoplamiento sexual”, ese período que puede durar meses o incluso años para algunas parejas y que permiten crear vínculos de empatía.
Con las muñecas se está permitiendo a los hombres (ellos son mayoritariamente sus consumidores) que den rienda suelta a sus fantasías sexuales con una pareja sin reciprocidad ninguna. Se están creando muñecas con aspecto de niñas, que gimen simulando resistencia. Hay réplicas a las que tienen que retirar de los prostíbulos y de las ferias porque los clientes las golpean hasta malformarlas. Antes de cerrar, en Barcelona vetaban a los clientes que pedían explícitamente recrear violaciones con ellas.
La otra vertiente de la discusión dice que, al permitir que los usuarios se desfoguen con estos objetos, se evitará un mayor nivel de violencia contra las mujeres reales. Por otra parte, los estudiosos de la realidad virtual están llegando a interesantes descubrimientos, como que cuantos más sentidos de un sujeto haya envueltos en una acción (especialmente la vista y el tacto) más verosimilitud y credibilidad le da nuestro cerebro. Más real nos parece y más importancia mental le damos. Están también los que nos recuerdan que Japón, una de las culturas más misóginas y donde más extendido está el uso de muñecas, tiene unos inmensos índices de aislamiento social.
Pero sigue siendo todo un terreno desconocido, un nuevo producto al que aún no nos hemos acostumbrado ni hemos visto sus consecuencias a largo plazo. Como también recordaban acertadamente en The Washington Post, los humanos tenemos amplia experiencia en esto de censurar cualquier novedad relacionada con el sexo.