Es una de las grandes revoluciones silenciosas que están transformando Occidente quizá para siempre: el sexo está en retroceso. Lo hemos abordado en alguna ocasión, y la tendencia, estudio a estudio, sólo parece reafirmarse y crecer más y más conforme pasan los años. Los jóvenes de nuestro tiempo están practicando el sexo en menor proporción a los de antaño. Y estructuralmente nada parece que pueda cambiarlo.
Las cifras. Las ofrece una investigación, amparada en trabajos previos y encuestas recientes, publicada hace un puñado de días. El porcentaje de jóvenes estadounidenses (entre 18 y 24 años) sexualmente inactivos ha pasado del 18,9% entre 2000 y 2002 al 30,9% entre 2016 y 2018. Un tercio de los jóvenes post-adolescentes de Estados Unidos no está practicando sexo, en una tendencia rastreable también en Europa.
Referentes. No es una novedad, pero sí impacta lo rotundo de las cifras. Sabíamos que el 23% de los estadounidenses entre los 18 y los 30 años, una franja de edad ya enmarcada a las puertas de la vida adulta, tampoco estaba teniendo sexo. La muerte del sexo no es exclusiva de las nuevas generaciones (los más adultos, por encima de los 30 o los 50 años también están reduciendo su actividad), pero sí más pronunciada.
La prueba del algodón definitiva: el porcentaje de adolescentes pre-universitarios que ya han perdido su virginidad es hoy del 39%, frente al 51% de 1991.
Explicaciones. ¿Y a qué se debe todo esto? Como explica otro investigador en un concienzudo comentario sobre el estudio, al retraso de la edad adulta. La extinción del sexo coincide no casualmente con un descenso en el consumo de alcohol, de tabaco y de sustancias diversas. Entre 1991 y 2017 el porcentaje de adolescentes que beben alcohol con frecuencia ha pasado del 80% al 60%; que fuman, del 70% al 39%; y que toman drogas, del 24% al 19%. El placer culpable se está acabando año a año.
Es la economía. Los factores que explican este comportamiento son muy diversos, pero hay uno que parece definitivo: la economía. Todo lo anterior coincide con un retraso del inicio de la actividad sexual y afectiva, de la independencia paterna, del matrimonio, del embarazo y de la edad a la que se tiene el primer hijo. No es simplemente lo que los jóvenes toman. Es que están postergando cada vez más todos los ritos de paso.
Es un proceso atado en parte a las condiciones materiales, magras para los millennial. En España, sin ir más lejos, el 37% de los adultos entre 24 y 35 años aún vivían en casa de sus padres en 2015; y muchos de ellos ya aspiran a independizarse sólo cuando hereden. En Estados Unidos, la inactividad sexual ha sido más prevalente durante los últimos diez años entre los jóvenes sin trabajo a tiempo completo. En otras palabras:
Las actividades adultas se refuerzan las unas a las otras. Es más difícil conocer una pareja o tener relaciones sexuales cuando no se es económicamente independiente de los padres. Queda por ver si estas cohortes de hombres jóvenes llegarán al nivel de empleo y otras actividades adultas de cohortes previas. De ser así, su nivel de actividad sexual quizá crezca.
¿Futuro Japón? Hasta entonces, sólo podemos teorizar. O imaginar nuestro futuro en base al presente de Japón, la nación que en tantos sentidos parece adelantar (para bien y para mal) a todas las demás. El 70% de los japoneses no casados entre los 18 y los 34 años no tienen pareja. Alrededor de la mitad de los adolescentes y jóvenes solteros siguen siendo vírgenes. El 45% de las mujeres menores de 24 años no desean tener relaciones sexuales ni ahora ni en el futuro. Un tercio de los menores de 30 años no tiene citas.
Jamás. Nunca. De ningún tipo. Japón es un país cada vez más asexual. ¿Hacia allá caminamos todos en Occidente?
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