Unir el continente europeo con el africano, crear miles de puestos de trabajo, generar cantidades ingentes de energía y regular las aguas del Mediterráneo al antojo del ser humano. ¿Utopía? Quizá, pero no lo suficientemente irrealizable como para que un hombre, Juan Valle Anguita, haya creado una sociedad destinada en exclusividad a sacar adelante el proyecto. Con datos. Con presupuesto. Con plazos. Y con cartas a la Casa Real incluidas. Bienvenidos a la presa-puente de Gibraltar.
La semana pasada, la cuenta de YouTube "Presa Puente Estrecho de Gibraltar S. A." subía dos vídeos. El primero, el que podéis ver a continuación: una explicación somera del proyecto.
En él observamos las líneas básicas del mismo. La idea es más o menos simple. Utilizando elementos naturales (tierra, en esencia), se construiría un gran talud entre los 14,4 kilómetros que separan a España de Marruecos. Sobre el talud, diversos complejos urbanísticos (oficinas, residencias), una autovía de varios carriles de ancho, dos líneas ferroviarias y un puente de más de 2 kilómetros de largo bajo el que se navegarían los miles y miles de barcos que cruzan el estrecho cada año.
No se trata sólo de un puente, sino de una presa-puente. Al mismo tiempo, la obra ejecutaría una suerte de dique que serviría de regulador de las aguas del Mar Mediterráneo. ¿El objetivo? Entre otros, salvar Venecia. Sería posible controlar el efecto de las mareas en las costas europeas y africanas, evitando que la joya arquitectónica italiana sucumbiera al progresivo crecimiento del nivel del mar. Win-win: nueva y prolífica ruta comercial y fin a la tiranía de los ciclos oceánicos.
Todo ello, además, por sólo 4.000 millones de euros, una cifra menor comparada con cualquier otro gran proyecto de características, ejem, semejantes construido en España durante los últimos años. La obra ofrecería trabajo a más de 350.000 personas. Al margen del puente, la presa habilitaría canales y esclusas para facilitar la navegación en el momento en que estuviera cerrada. ¡Ni siquiera afectaría a la flora y fauna! Según el vídeo, el coste sería menor a cambio del enorme beneficio de salvar las costas mediterráneas. Y un 5% del presupuesto estaría dedicado a compensaciones.
Detrás de tan magno proyecto, Juan Valle Anguita, al que vemos en el vídeo de más abajo defendiendo las virtudes de su proyecto. En él, también le escuchamos decir que se ha reunido con el Papa, que Barack Obama le ha recibido en audiencia y que la Casa Real está al tanto de sus ideas, estando Juan Carlos I particularmente interesado.
Si parece demasiado bueno para ser verdad es porque lo es, pero nada hace indicar que sea una broma. El proyecto cuenta con página web propia, los vídeos están realizados con cierto esmero, y la sociedad "Presa Puente Estrecho de Gibraltar S.A." está constituida formalmente. Se puede comprobar aquí, donde Tito Hernández Pinto (que aparece acreditado en Wikipedia como co-autor de la idea, en una cita no del todo rigurosa) ha subido los papeles que acreditan su registro.
Juan Valle ha llegado a enviar cartas al rey de España informando sobre las bondades y beneficios de la presa-puente. Su misiva encontró acuse de recibo
El blog Proyecto Eurafrica cuenta con más documentos dignos de mención. Por ejemplo, este extenso anteproyecto de la presa-puente. O esta respuesta formal de la Casa Real en la que el mismo Secretario General de la Casa del Rey, Alfonso Sanz Portolés (dejó el cargo tras la abdicación de Juan Carlos I), acusa de recibo a una carta anterior enviada por Juan Valle en la que explicaba las bondades y ventajas de la presa-puente al rey, con motivo de su visita a Marruecos.
La idea, además, se remonta tres años en el tiempo, aunque los vídeos de más arriba hayan sido publicados hace apenas una semana. Y con todo, pese a lo surrealista de su propuesta, ni siquiera es tan original como pueda parecer. Hace un siglo, hay quien ya propuso más o menos lo mismo.
Atlantropa: el sueño imposible de Herman Sörgel
Tras la Primera Guerra Mundial, Europa vivió una época dorada en lo tocante a ideologías extremas e ideas megalómanas brillantes. Una de ellas, no la más célebre pero sí una de las más dementes, fue la desarrollada por Herman Sörgel, arquitecto alemán de la escuela Bauhaus, durante los años '20 (y por el resto de su vida): Atlantropa. ¿En qué consistía? En algo parecido a la presa-puente, pero sin puente: un gigantesco dique a las puertas del Mediterráneo que permitiera desecar parte del mar.
De las tierras drenadas por la presa, que regularía las aguas del Mediterráneo cual embalse común, se surtiría la civilización europea. España ganaría varios miles de kilómetros de costa, el mar Adriático pasaría a mejor vida, Sicilia quedaría casi conectada con Túnez y las islas griegas se expandirían de forma notable, por no mencionar la sorprendente fusión terrestre de Córcega y Cerdeña. Atlantropa buscaba acabar con el Mediterráneo tal y como lo conocemos, aumentando la tierra disponible para que los estados europeos la colonizaran, la cultivaran y la industrializaran.
Tras la Primera Guerra Mundial, cualquier plan para salvar a la decadente Europa no era demasiado descabellado. El de Sörgel quería desecar el Mediterráneo por completo
En los turbulentos años posteriores a la Primera Guerra Mundial, cualquier plan para salvar a la humanidad parecía posible. La principal presa, la de Gibraltar, contaría con más de 30 kilómetros de ancho y estaría rematada por una gigantesca torre de cemento (la Bauhaus, recordemos) diseñada por Peter Behrens. Otras dos se repartirían por el Mediterráneo: una entre Sicilia y Túnez, una vez la desecación hubiera acercado ambos territorios, y otra en los Dardanelos.
Naturalmente, nada de esto se llevó a cabo. No sólo por la complejidad tecnológica, la carencia absoluta de recursos y la imposibilidad de la idea, sino también por la ideología que sustentaba ciertas ideas de Sörgel. En su primer escrito, Mittelmeer-Senkung, Sahara-Bewässerung, Panropaprojekt, publicado en 1929, Sörgel entendía la presa de Gibraltar como un modo de crear una continuidad territorial entre Europa y África, dando forma a un nuevo continente: Atlantropa. ¿Con qué objetivo? Para beneficio único y exclusivo de los europeos, marginando a las poblaciones africanas.
Sörgel, alemán e hijo de su tiempo, creía que el mundo se repartía entre tres poderes geoestratégicos: América, una Asia unida y Europa. Europa era, por motivos demográficos y físicos, la más débil, y para sobrevivir en el gran escenario internacional necesitaba desecar el Mediterráneo, solucionar problemas de asentamiento poblacional, contar con más superficie cultivable y acceder de forma rápida a los recursos africanos, que, lógicamente irían a parar siempre a manos de europeos.
¿Suena quizá algo totalitario? Sörgel reescribió su primer libro en 1938, en pleno apogeo hitleriano. Sus ideas no chocaban directamente con las nazis, pero las prioridades del III Reich eran distintas: se encaminaban hacia el Este de Europa, y no tanto hacia un hipotético y remoto expansionismo hacia el sur, basado en un proyecto irrealizable. Con todo, Sörgel creó el Instituto Atlantropa y continuó defendiendo sus ideas incluso después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya nadie le escuchaba. Murió atropellado a finales de los '50, y con él su increíble proyecto.
¿Pero algo así es siquiera viable?
Quizá a pequeña escala. La idea de una conexión entre España y Marruecos que sortee los escasos 15 kilómetros del estrecho de Gibraltar es muy antigua. Como citan los autores del proyecto de la presa-puente, se remonta a finales de la década de los '70, pero nunca se ha llegado a concretar. Por el momento, la posibilidad más factible y la única que sigue en pie es la de un túnel que emule el que conecta Reino Unido y Francia a través del Canal de la Mancha.
En Viajes Ferroviarios, uno de los mejores blogs dedicado al mundo del tren y del ferrocarril en nuestro idioma, se explica con más detalle en qué consistiría el proyecto final, del que, por el momento, sólo hay exploraciones previas y desarrollos teóricos. Es factible, como lo fue en su momento el Eurotúnel, el puente-túnel que conecta Suecia y Dinamarca o los muchos otros proyectados por Europa para salvar los estrechos, pero llevaría tiempo y su obra sería de gran complejidad. Además, de momento sólo se contempla para el ferrocarril, no para el coche.
¿Referentes? Viables, pocos. Quizá el sistema de presas y canales de Zelanda, Países Bajos, destinados a proteger a los habitantes de la región de las fuertes inundaciones del pasado
Esto, como es lógico, poco tiene que ver con la idea de una gran presa ejerciendo de dique de contención para todo un mar. ¿Referentes en los que se pueda mirar la presa-puente? Quizá el más interesante es el de Países Bajos, nación acostumbrada a luchar contra la fuerza de las mareas y a ganar terreno al mar a base de puro ingenio y fuerza constructora. Oosterscheldekering es una de las muchas megapresas construidas a las puertas de Zelanda con el objeto de proteger a los campesinos y pobladores de la región, la más pobre del país, de las constantes inundaciones.
Es impresionante, y sólo un pequeño ejemplo de los Delta Works, un sistema de canales y presas que, al igual que la presa-puente, sirven de contención al mar. Sus diferencias con el proyecto de Gibraltar son numerosas, aunque sirvan como buen ejemplo de la capacidad tecnológica del hombre para dominar cuantos elementos naturales se plantee. Ejercen de barrera, al igual que la Barrera del Támesis londinense, y no tanto de presa enclaustrando a una gran masa de agua al uso.
Juan Valle cita el caso de Venecia: Italia ha gastado miles de millones de euros en trabajos para salvaguardar a la ciudad de inundaciones. Se refiere al Proyecto MOSE, un sistema de compuertas y de diques aún en construcción a las puertas de la Laguna de Venecia, donde reposa la vetusta ciudad, que tienen por objeto reducir el efecto de las mareas del Adriático en la ciudad, habitualmente inundada. Su presupuesto se ha disparado hasta los 7.500 millones de euros.
Otras mega-presas en otros puntos del mundo han sido propuestas, como la del Ártico en el estrecho de Bering o la del Mar Rojo en el estrecho de Bab el-Mandeb
Los casos de Londres, Venecia y Países Bajos entran dentro de lo posible. Otros, de semejantes intenciones a los de la presa-puente, sólo son elucubraciones. Por ejemplo, un grupo de arquitectos propusieron hace años hacer algo parecido con el Mar Rojo, cerrándolo con una gigantesca presa en el estrecho de Bab el-Mandeb. Lo mismo se puede decir de la posibilidad de otra presa que salve al Ártico en el estrecho de Bering, entre Rusia y Alaska. Sólo son ideas, no proyectos.
Lo cierto es que un proyecto como el de la presa-puente se antojaría muy complicado. Si tomamos como referencia a la presa más espectacular jamás construida por el ser humano, la de las Tres Gargantas, en el río Yangtzé, China, el coste de la obra se dispararía (más de 20.000 millones de euros), por no hablar de sus graves implicaciones medioambientales y de la complejidad de su ejecución. Nos enfrentaríamos, en definitiva, a un megaproyecto de escala única en el mundo.