Si el futuro de la movilidad está nítidamente asociado al transporte público, ¿cómo será el transporte público que edificará la movilidad del futuro? Es una pregunta que numerosos países y ciudades llevan preguntándose desde hace años. En Estonia, la respuesta parece sencilla: gratis. Tras el largo experimento de Tallin, su capital, el gobierno estonio ha decidido instaurar el transporte público gratuito a nivel nacional. Un proyecto de gratuidad sin comparación, por escala, a día de hoy.
¿Cuándo? A partir de julio. El gobierno tiene previsto iniciar el programa durante el verano. No afectará a todos los servicios y regiones por igual: las grandes ciudades seguirán teniendo la última palabra dentro de sus límites municipales y los servicios ferroviarios quedarán al margen. Sin embargo, todos los autobuses interregionales gestionados por el estado serán de libre acceso. Viajar en bus por la pintoresca Estonia se convertirá en un servicio público gratuito. Si eres estonio.
¿Cómo? La pregunta natural al enfrentarse a un proyecto de este tipo es simple: ¿cómo se financia? A priori, parece muy caro. Lo cierto es que no lo es tanto. Como explican en CityLab, el 80% de los servicios regionales de autobús ya están subvencionados por el estado. Ampliar la cobertura financiera al 20% restante requerirá, según las cifras de gobierno, de apenas 13 millones de euros (eliminando entre tanto los gastos de gestión, impresión y mantenimiento de tarifas/tickets/revisores).
¿Por qué? Estonia lleva cierto tiempo experimentando con un servicio de transporte gratuito. Parecía natural extenderlo al resto del país. La población rural estonia es más pobre y más mayor que la de las ciudades (en esencia, Tallin), por lo que subvencionar al completo las rutas de autobús regionales tiene cierto carácter redistributivo. En esencia, Estonia está equiparando los servicios de movilidad públicos a otros servicios universales gratuitos, como la educación o la sanidad.
¿Funcionará? Es incierto. Hace dos años, Ecomovilidad analizó en Magnet las consecuencias de la gratuidad del transporte en Tallin. Apenas tuvo efecto en el tráfico, con un discreto 1,2% aumento del número de viajeros. Su caso ejemplifica que la gente no viaja en coche porque el transporte público sea caro, sino porque juzgan al coche más cómodo y conveniente. Un autobús gratis sigue siendo un autobús. Quien no tiene previsto utilizarlo no lo empezará a hacer porque no haya tickets.
Resolver esta encrucijada requiere de planes de movilidad que motiven cambios modales reales. La gratuidad puede o no puede ayudar, pero sólo puede ser una parte del proceso.
A corto plazo. En el caso de la Estonia rural, sin embargo, es posible que los autobuses tengan un efecto positivo incentivando desplazamientos cortos y potenciando el turismo de proximidad. Para los usuarios típicos del campo estonio el efecto será muy positivo en sus carteras. El ejemplo de Estonia puede servir de espejo a otros proyectos de gratuidad que, como el de París, aspiran a revolucionar la movilidad de sus habitantes ofreciendo gratis el metro y el bus.
Imagen | Dimitry G/Wikipedia