Parece casi un guiño del destino que tan sólo dos días después de la muerte de Dick Dale, padre putativo del Surf Rock y leyenda generalizada de la cultura pop, se haya publicado el primer tráiler de Once Upon a Time in Hollywood, la última película de Quentin Tarantino. La relación entre ambos es añeja y data de 1994, cuando Tarantino empleó 'Misirlou', hoy universalmente reconocida, en los títulos iniciales de Pulp Fiction.
Aquella canción contribuyó a moldear el imaginario musical de Quentin Tarantino. Sobre las notas exóticas de 'Misirlou' se desplegaba la comedia negra, violenta, satírica y psicodélica, de su obra magna. Pensar en una película de Tarantino hoy implica ajustarla a un sonido muy concreto, proveniente de la primera mitad de la década de los sesenta, anclado en sucintas melodías instrumentales, rapidísimos punteos, arpeggios repetitivos y vientos mexicanos.
Aquel Surf Rock, underground y asalvajado, asentó el tono cinematográfico de Tarantino y se convirtió en una suerte de seña de identidad, parodiable incluso, por más que no tuviera presencia en todas sus películas. Desde entonces, su filmografía ha estado atravesada por un repertorio musical exquisito y oscuro. Tarantino ha sabido explotar los rincones olvidados del rock-pop sesentero y setentero para convertir en himnos a buenas canciones.
¿Será el caso de Los Bravos y de su 'Bring a Little Lovin', la canción que acompaña el minuto y medio de adelanto de Once Upon a Time in Hollywood? Es difícil de decir. Lo cierto es que la inclusión de un grupo español, uno heterodoxo y multinacional, pero español al fin y al cabo, ha resultado toda una sorpresa. No porque Los Bravos hayan caído a un injusto ostracismo con el paso de las décadas, sino porque su proyección mundial, más allá de 'Black in Black', siempre ha sido limitada.
El contexto de la maravillosa 'Bring a Little Lovin', poseedora de un irresistible ritmo, un estribillo universal y arreglos de viento tan dados a aquel tramo final de los sesenta, quizá ayude a explicarlo.
Los Bravos en la encrucijada
El 14 de octubre de 1966 sale a la venta el primer single de Good Friday, cuarto álbum de estudio de The Easybeats. Titulada 'Friday on My Mind', la canción se convierte en un éxito inmediato. Revienta las listas de éxitos en Australia y Países Bajos, donde copa el número uno, y obtiene un sensacional sexto puesto en Reino Unido y un prometedor decimosexto en Estados Unidos. Más aún, 'Friday on My Mind' transforma para siempre el legado y la importancia de The Easybeats.
A finales de 1966, no obstante, el grupo ya contaba con cierto reconocimiento en los círculos pop-rock de Reino Unido. Tenía cierto mérito: The Easybeats eran australianos, y habían logrado penetrar con cierto ruido en un mercado saturado. 1966 había sido el año de Revolver, 'Sunny Afternoon', 'The Kids Are Alright', Pet Sounds, 'Paint it Black', Yardbirds, 'Wild Thing', Monkees, 'All or Nothing', etc.
'Friday on My Mind' representó una catapulta definitiva. The Easybeats se convirtieron en uno de los grupos más populares del planeta, uno, además, extremadamente prolífico, incapaz de publicar todas las excelentes maquetas que componían y grababan en Londres.
Su camino y el de Los Bravos se cruza, probablemente, en la feria MIDEM de 1967, en Cannes. Lo explica Pop Thing en dos excelentes artículos dedicados a la furtiva relación entre ambas formaciones. El MIDEM funcionaba como punto de encuentro para productores, compositores, discográficas e interesados de toda condición. No se trataba tanto de un festival como de un espacio en el que los productores ojeaban, compraban y vendían canciones a otros grupos necesitados de material.
Era el caso de Los Bravos. El grupo había surgido fruto de la relación entre Los Sonors y Michael Kogel, Mike Kennedy, alemán afincado en España que ejercía de vocalista en Mike and The Runaways. Su carisma, un alemán de acento macarrónico capaz de interpretar en inglés y español, convenció a Alain Milhaud, ejecutivo en Columbia, para ofrecer un contrato al grupo. Entre 1965 y 1966, Los Bravos publicarían dos de sus principales éxitos: 'La moto' y, muy especialmente, 'Black is Black'.
Hoy es difícil acotar la importancia de 'Black is Black'. La España de 1966 era un encerrado en sí mismo, incapaz de sacudirse los fantasmas del desarrollismo franquista. El surgimiento de la cultura beat tuvo una repercusión moderada en sus inicios y casi revolucionaria a finales de los sesenta. Los Bravos era un grupo popular, pero pocos productos culturales españoles permeaban la frontera, mucho menos el arco cultural anglosajón, increíblemente vivo en los sesenta.
'Black is Black' logró lo imposible: que un grupo español alcanzara el número uno en Canadá, el número dos en el Reino Unido ¡de 1966! y el cuatro en Estados Unidos. Fue una bomba, una canción inmortal.
Funcionó a la perfección, y colocó a Los Bravos en la órbita mundial. Pese a que jamás disfrutarían de un éxito siquiera comparable, Milhaud se esforzó por labrar un futuro internacional para la formación. Lo hizo peinando el mercado de canciones disponibles. Los Bravos, como muchos otros grupos de la época, no eran compositores brillantes, sino ejecutores precisos y deseados. En 1966, 'I Don't Care' y 'Going Nowhere' fueron recibidos con tibieza.
La canción perdida de The Easybeats
Avanzamos a principios de 1967: Los Bravos necesitaban otro éxito para seguir adelante. Milhaud llega a Cannes y se topa con The Easybeats, sobrados de ellos. Los frutos de aquel encuentro se sintetizaron en 'Bring a Little Lovin', dos minutos y medios de pura electricidad pop. Aquella maqueta, muy pulida en el estudio por The Easybeats pese a tratarse de una demo, contenía los ingredientes exactos requeridos por Los Bravos para volver a conquistar las listas.
No sería aquel año. El grupo dilataría la producción de su siguiente single y no entraría en el estudio hasta finales de 1967. 'Bring a Little Lovin' se publicaría en febrero del año siguiente, 1968, y se convertiría en otro éxito inmediato en España. La suerte fue mucho más esquiva en el resto del mundo: 51 en Estados Unidos y 48 en Australia, sin llegar a entrar a los charts británicos. Su ciclo había terminado.
Los Bravos no llegarían mucho más lejos: 'Bring a Little Lovin' atraería cierta atención sobre su tercer disco, Dame un poco de amor, pero la formación finalizaría su fulgurante carrera musical en 1969, tras la publicación de Ilustrísimos Bravos. The Easybeats tampoco sobrevivirían a los sesenta: Vigil, Friends y Holding On, sus tres discos publicados a finales de la década, tratarían de incorporarles a la ola de la psicodelia sin demasiado éxito.
De forma singular, la maqueta de The Easybeats terminaría publicada en la versión australiana de Vigil un año más tarde. Se puede escuchar aquí. Aquel producto a medio acabar terminó sepultado en el baúl de los recuerdos de un grupo repleto de grandes canciones, pero sirvió para que, producida e interpretada maravillosamente por Los Bravos, perviviera en el imaginario colectivo de los sesenta. Y de aquella feria en Cannes al primer tráiler de la nueva película de Tarantino.
En fin, como quiera que Los Bravos disfrutaron de una existencia rápida, alocada, un tanto descontrolada y repleta de magnificiencia mediática (el grupo fue un fenómeno nacional capaz de acaparar portadas en la prensa diaria por cuestiones triviales), el pulso frenético, bailable y juvenil de 'Bring a Little Lovin' les resume en cierto sentido mejor que su más célebre e icónica 'Black is Black'. Encaja a la perfección en el universo tarantinesco.
También por su punto legendario: se ha escrito en alguna ocasión que quien fuera más tarde el batería de Led Zeppelin, John Bonham, participó en las sesiones de estudio de 'Bring a Little Lovin'. Es altamente improbable: Bonham, un tipo peculiar y un batería totémico pero poco delicado, no trabajaba como músico de estudio. Jimmy Page, a quien se atribuye la participación en 'Black is Black', sí, pero no hay constancia de que así fuera.
Entre el mito y la realidad se forjan los símbolos. Los Bravos lo fueron. Lo son.