En Japón ya no hay dudas de que viven peor que hace 30 años. Literalmente, las casas son cada vez más pequeñas

La práctica de reducir tamaños en las viviendas para mantener precios competitivos ha acabado afectando a los residentes, especialmente jóvenes y ancianos

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La crisis demográfica que arrastra Japón viene de largo. El pasado año contamos que es el gran desafío de la nación, el mismo que podíamos resumir con un dato: de seguir así, para 2531 todos sus habitantes se apellidarán igual. Por eso hemos visto todo tipo de ideas y propuestas, unas con más sentido común que otras, pero todas con la idea de levantar los índices de natalidad y combatir el envejecimiento. Ahora hay otro dato que agrava aún más la situación: las casas son más pequeñas.

La vivienda encoge. El dato es oficial y viene a través de un estudio que se realiza cada cinco años en la nación. El espacio promedio de las viviendas en Japón ha alcanzado su nivel más bajo en 30 años, con un promedio de 92 metros cuadrados en 2023, tres metros cuadrados menos que el pico de 2003, según el estudio gubernamental.

El cambio refleja una tendencia hacia la reducción en el tamaño de las viviendas, evidenciada en los últimos cinco años. Además, tanto en casas unifamiliares como en unidades multifamiliares, incluidas las de alquiler y los condominios. Las multifamiliares, en particular, promedian solo 50 metros cuadrados, cinco menos de lo que el gobierno considera adecuado para dos adultos en áreas urbanas.

Es la economía, amigo. Contaban en un reportaje en Nikkei que el aumento en los costes de construcción, que se ha disparado un 30% desde 2015 en el país, es el principal impulsor de esta reducción de espacio en las viviendas. Para mantener los precios accesibles y proteger sus márgenes de ganancia, los constructores están reduciendo las dimensiones de las viviendas, una práctica conocida como "incremento de precio oculto”.

No solo eso. Además, los precios del suelo en zonas residenciales populares también están en alza, lo que agrava un poco más la situación. Este encarecimiento ha reducido la demanda de viviendas personalizadas, más amplias y costosas, en favor de unidades más pequeñas y económicas.

Impacto en la calidad de vida. Es otra de las patas que se desliza del problema. La reducción en el espacio habitable genera incomodidades, especialmente en hogares pequeños. Para muchas personas, como una mujer de 50 años que vive en un apartamento de 30 metros cuadrados con su esposo, la situación es descrita como asfixiante.

Incluso las viviendas para una sola persona, que representan el 38% de los hogares según el censo nacional, suelen ser consideradas demasiado pequeñas para un estilo de vida cómodo. Y luego están los jóvenes, que se enfrentan a mayores barreras para acceder a viviendas más amplias, con precios prohibitivos incluso en el mercado de segunda mano.

Los jóvenes y la natalidad. Todo ello lleva a lo que indicábamos al inicio. El reducido espacio habitable y la imposibilidad de adquirir viviendas más grandes disuaden a las parejas jóvenes de, por ejemplo, formar familias, exacerbando la ya preocupante caída en la tasa de natalidad.

Las políticas de vivienda por sí solas no parecen suficientes para revertir esta tendencia, y expertos como Masayuki Takahashi subrayan que la clave está en aumentar los salarios de forma sostenida. Durante el período de alto crecimiento económico en Japón, el aumento de salarios permitió a más personas acceder a viviendas amplias, algo que actualmente no ocurre.

Los mayores y la vivienda. El problema de la vivienda va mucho más allá. De hecho, cada vez más personas mayores en Japón enfrentan dificultades para alquilar una vivienda, incluso si tienen medios económicos. Casos como el de un hombre de 88 años en Tokio, que, con más de 100 millones de yenes en ahorros tras planear vender su piso, experimentó múltiples rechazos por no poder proporcionar un contacto de emergencia menor de 70 años, un requisito común entre los propietarios en la nación. Tras cuatro meses de búsqueda, logró encontrar un departamento, pero el caso refleja una problemática más amplia.

El alquiler y el veto a los adultos mayores. Según los datos del censo de 2020, Japón tenía 6.7 millones de hogares unipersonales con residentes de 65 años o más, representando el 12% del total. Para 2030, se estima que esta cifra llegará a 8 millones. Otra vez, a pesar de que existen aproximadamente 9 millones de viviendas vacantes, la reticencia de los propietarios a alquilar a personas mayores es un obstáculo significativo.

¿Razones? Un 66% de los propietarios expresó su renuencia a aceptar inquilinos mayores, en una encuesta del ministerio. El principal temor: el riesgo de muerte del inquilino en soledad del que hemos hablado anteriormente, lo que puede requerir costosas limpiezas y obligar a informar a futuros arrendatarios durante tres años. Esta situación se agrava por la creciente soledad de las personas mayores y la falta de familiares cercanos en toda la nación.

En definitiva, y con las cifras y los datos oficiales en la mano, no parece que el problema de la vivienda en Japón haya mejorado desde hace tres décadas. En realidad, y ciñéndonos a esos números, las casas son literalmente más pequeñas y costosas, tanto para la compra como para el alquiler. Un problema que vemos en otras tantas naciones, donde la práctica de reducir tamaños en las viviendas para mantener precios competitivos acaba afectando la estabilidad del mercado inmobiliario y la propia calidad de vida de los residentes, con especial énfasis en el caso de los jóvenes y los ancianos.

Imagen | Ted McGrath

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