Todos sabemos que los gatos son los reyes de Internet, pero antes de conquistar la red tuvieron que conquistar el mundo. Y no es broma. Los gatos son una de esas especies que podemos encontrar en cualquier lugar del planeta, pero a diferencia de otros animales comunes su historia siempre ha sido muy desconocida.
Un enigma de difícil solución. Porque la verdad es que no hay muchos gatos en el registro arqueológico. Y, cuando encontramos restos de felinos, es casi imposible diferenciar los gatos domésticos antiguos de los gatos salvajes de la misma época. Ahora, un equipo de investigadores ha analizado centenares de restos felinos de numerosos lugares para averiguar dónde aparecieron y, sobre todo, cómo consiguieron llegar a todas partes.
El gato, la primera generación
Ya digo que no ha sido sencillo. El equipo franco-belga de investigación ha tenido que buscar los restos arqueológicos de los felinos por todo el mundo. Los han encontrado en tumbas vikingas, pirámides egipcias o yacimientos de la Edad de Piedra. Esto ha permitido arrojar alguna luz a la historia del gato y su domesticación y, de paso, eliminar muchos mitos que había sobre el asunto.
El primero es que los gatos no son (del todo) egipcios. Al parecer, la subespecie africana de gato silvestre (Felis silvestris lybica) llegó a la Anatolia coincidiendo con el origen de la agricultura. Les fue bien y tiene sentido. Cuando hace unos 10.000 años el ser humano empezó a acumular y guardar el grado que empezaba a cultivar, los roedores se convirtieron en el enemigo número uno.
Y tras los roedores, llegaron los gatos silvestres. Ahí empezó el idilio gatuno con el ser humano. Y ahí también, comenzó su viaje por el mundo de la mano de la agricultura, las primeras ciudades y el comercio: eran los 'exterminadores de plagas' por excelencia. Y por eso, hablamos de animales bastante salvajes. De ahí surgen dos ramas: la que viaja a Egipto y la que va hacia China.
El gato 2.0
En torno al 5.300 antes de cristo, encontramos en china un gato mucho más alejado del gato silvestre que el anatólico. No está claro si aquella fue una evolución directa o se trata de un sinificación del gato que ya estaba conquistando el mundo. Ambas hipótesis son válidas. No obstante, el estatus del gato chino es algo sobre lo que podemos
Pero el gato-gato, el gato que conocemos, surge efectivamente en Egipto hacia el 1500 a.C. En el Egipto faraónico, los felinos favoritos de Internet empezaron a volverse mansos. Y, eso no solo los volvió más queribles y achuchables, sino más útiles.
Los gatos tranquilos eran el mejor aliado de los barcos que, infectados de ratas, recorrían los mares de la antigüedad. Así, a través de las rutas comerciales, el gato conquistó África, Asia y el Norte de Europa, donde hizo amistad con los vikingos.
Los gatos están a punto de cambiar para siempre
¿Qué pasó en Egipto para que los gatos se amansaran? Es difícil saberlo con exactitud, pero los investigadores sugieren una idea muy interesante. Si algo deja claro el registro fósil es que los gatos domésticos se cruzaban a menudo con los gatos salvajes.
Esto explica muchas cuestiones en torno a su evolución y nos da claves importantes de por qué la especie no ha sufrido un proceso de chiguaguación; es decir, sus rasgos físicos no han tendido a coevolucionar con los rasgos conductuales a medida que eran domesticados.
Según la teoría de los investigadores, Egipto no era un buen ecosistema para los gatos salvajes por lo que el gato egipcio no pudo cruzarse con ellos y el efecto selectivo de la domesticación fue más intenso que en otras regiones. Es sugestivo, pero también inquietante.
Vamos hacia un mundo sin gatos salvajes o, al menos, sin gatos salvajes cerca de los gatos domésticos (que empiezan a ser mayoritariamente urbanos). ¿Eso significa que en algunas generaciones los gatos dejarán de ser como son ahora? ¿El gato dejará de ser tal y como lo conocemos? No es más que una hipótesis, pero es una hipótesis interesante.
Imágenes | Mitchell Orr