La historia del hombre que decidió no alzar el brazo durante un acto nazi en la Alemania de 1936

La historia del hombre que decidió no alzar el brazo durante un acto nazi en la Alemania de 1936
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La historia de la humanidad está repleta de símbolos de resistencia que, por su carácter icónico, han dejado legados visuales inolvidables. El más célebre de todos ellos probablemente corresponda al ciudadano chino que, durante las protestas de Tiannanmen, se plantó frente a los tanques del ejército chino en señal de heroica y pacífica oposición. Algunas décadas antes, sin embargo, en la Alemania nazi a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, un hombre ejerció, quizá sin saberlo, de baluarte de la resistencia moral frente al totalitarismo.

Su nombre es August Landmesser. O no. Lo cierto es que décadas después de que la imagen fuera tomada en la norteña ciudad de Hamburgo, no hay consenso sobre la identidad del hombre que, rodeado de compatriotas con el brazo derecho extendido en alto, símbolo por antonomasia de la lealtad al Partido Nacional Socialista de Adolf Hitler, mantiene los brazos cruzados. Su historia explica en muchos sentidos la deriva horrible y espantosa que Europa y Alemania tomaron en los años treinta. Y termina, claro, del peor modo posible.

El inicio del nazismo, la rendición de un país

Alemania, 1936. Tres años antes Adolf Hitler ha ganado las últimas elecciones democráticas libres de la República de Weimar. Paul von Hindenburg, presidente republicano y encargado de seleccionar al nuevo canciller, se rinde a la evidencia y entrega el gobierno al NSDAP. Durante los siguientes meses los acontecimientos se suceden con gran velocidad: Hitler inicia una política de terror, incendia el parlamento como excusa para bloquear las garantías democráticas y garantizar poderes extraordinarios a su gobierno y prohibe, de forma progresiva, todos los demás partidos políticos. Es el inicio del III Reich.

Reichstag El Reichstag, en llamas.

En noviembre se vuelven a celebrar elecciones, pura pantomima, por última vez en Alemania hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En un contexto de altísima volatilidad económica, notable racismo e inestabilidad política, una gran mayoría de la población alemana accede al secuestro de la democracia por parte de los nazis. Las afiliaciones se cuentan por miles, los grandes empresarios y funcionarios del estado aceptan el estado de las cosas y colaboran con el proyecto totalitario y el resto del país asiste entre lo resignado y lo entusiasta a la nueva era política alemana. La oposición es liquidada o se marcha del país.

Volvamos a Hamburgo, en 1936 y a Landmesser, el hombre que, en teoría, protagoniza la foto. La ciudad es un importante puerto hacia el mar del Norte, y cuenta con una alta cantidad de empresas dedicadas al negocio astillero. En el sector se encuentra August Landmesser, concretamente dentro de la compañía Blohm + Voss (que existía antes del nazismo y que continúa operando a día de hoy, como muchas otras grandes empresas alemanas), trabajando como estibador. En junio de 1936 se bota el Horst Wessel, un barco de entrenamiento. Y se elabora una cuidada ceremonia.

Salute

En ella, como en toda la parafernalia propagandística del partido nazi, todos los asistentes se ven obligados (o deciden voluntariamente) a realizar el saludo nazi, el signo de filiación adoptado del fascismo que representa lealtad a Adolf Hitler y al aparato de poder totalitario. Casi todos levantan el brazo (hay algunos otros hombres en la imagen que más discretamente no lo hacen), pero Landmesser, de forma extraordinaria, observa (con escepticismo, por la expresión de su cara) con los brazos cruzados la flotación del velero.

¿Qué le empujaba a hacerlo?

Landmesser y la persecución de los judíos

De ser Landmesser, una larga historia de penurias provocadas por la nueva legislación nazi y por las políticas antisemitas y racistas del partido. Nacido en Alemania a finales del siglo XIX, Landmesser se había casado pocos años antes con una mujer judía llamada Irma Eckler. Pese a que a la altura de 1936 la actitud nazi para con la minoría judía era de una abierta hostilidad, aún no había iniciado los planes de su exterminio total. En su lugar, había sentado sus cimientos ideológicos: las Leyes de Núremberg promulgadas en 1935.

Landmesser August Landmesser, el hombre que, en teoría, protagoniza la célebre foto.

En ellas, de un modo perverso y retorcido, los nazis fijaban reglas muy concretas de sanguineidad por las cuales un alemán podía o no podía contraer matrimonio con una judía (y viceversa). Era el primero de muchos pasos hacia la aniquilación final. Landmesser y Eckler vieron como su matrimonio, consumado un año antes, era anulado sin solución de continuidad. Desde entonces se vieron marginados y reprimidos, con especial intensidad en el momento en el que tuvieron descendencia. Fueron encarcelados en varias ocasiones.

Tras un intento fallido de huida a Dinamarca, la negativa sistemática de ambos a negar la realidad de su relación (que mantenían en público) y un segundo embarazo, Eckler es recluida primero en la cárcel y después de forma casi definitiva en uno de los primitivos campos de concentración nazis (antes incluso del inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939), mientras Landmesser es apresado por la Gestapo, la policía del estado al servicio de los intereses ideológicos de Adolf Hitler, y llevado a otro campo de concentración distinto.

Irma Eckler Irma Eckler, la esposa de Landmesser.

La pareja se separa para siempre. Su segunda hija nace en la cárcel, antes de que Eckler fuera transportada al primer campo en el que pasaría sus últimos años. El inicio de la guerra transforma de forma radical el modo en el que los nazis tratan a sus prisioneros y agiliza el proceso que desemboca en la Solución Final. Eckler, tras vagar por diversos campos, termina en Ravensbrück, para ser trasladada de forma final al centro de eutanasia de Bernburg, donde moriría junto a otras 14.000 personas. Años después, la documentación oficial nazi confirmaría su deceso. Sucedió en 1942, meses después de la Conferencia de Wannsee.

Como alemán no judío, Landmesser no corrió mejor suerte. Varios años después de su encarcelamiento fue liberado. Los rigores de la guerra provocaron que los nazis requirieran de cuantos hombres y mujeres les fuera disponible (pese a los más de siete millones de trabajadores esclavos trasladados de forma forzosa al país). Landmesser comenzó a trabajar como transportista para la empresa Püst, en Rostock, donde la compañía contaba con una fábrica. Eso fue en 1941. Tres años después, era llevado al frente.

Alemanes Landmesser murió combatiendo en Croacia, donde los nazis contaron con la colaboración del régimen croata fascista de la Ustacha. En la imagen, soldados alemanes transportan a prisioneros de guerra. La violencia en los Balcanes durante la Segunda Guerra Mundial sería terrorífica, incluyendo un campo de exterminio organizado por la Ustacha y numerosos episodios de vejaciones y fusilamientos sumarios.

A la altura de 1944, las tropas alemanas estaban en retroceso. El desastre de Stalingrado y la toma de los aliados de Sicilia y el sur de Italia provocaron que los nazis retrocedieran sustancialmente en algunos frentes clave. La escasez de hombres en el frente provocó que el partido nazi tirara de presos comunes. Landmesser fue seleccionado para un Strafbattalion, un batallón de presos escasamente armado y designado para misiones muy arriesgadas, en los Balcanes, en Croacia, donde el régimen de la Ustacha fascista, aliada nazi, hacía aguas frente al avance de los partisanos yugoslavos.

Landmesser, un trabajador común, acudió a un frente salvaje. Murió poco después, en alguna localización desconocida de Croacia, en octubre de 1944. Su gesto de rechazo al nazismo, sin embargo, pervivirá a lo largo de las décadas.

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