Del modo más rajoyesco posible, el presidente del gobierno español zanjó esta semana la cuestión planteada por algunas compañeras de partido sobre una "huelga a la japonesa" en respuesta a la huelga general feminista convocada para el 8 de marzo: "No me reconozco en este tipo de la huelga a la japonesa que ha dicho o no algún miembro de mi partido". Sin quererlo, Mariano Rajoy había derrumbado con acierto un mito muy extendido en España.
Porque no, la huelga a la japonesa no existe, de modo que Rajoy jamás podría haberse identificado con ella. Se trata de una ficción mitificada llevada a la primera plana de los medios de comunicación por líderes conservadoras como Cristina Cifuentes, cuya propuesta original buscaba ilustrar las virtudes de la "mujer trabajadora" frente al alboroto perezoso de las huelguistas del 8M.
Al fin y al cabo el pueblo japonés es un dechado de virtudes rectas y ejemplares a imitar. Su huelga, interpretada por el imaginario popular español, consistiría en trabajar más de la cuenta para inundar a los patronos con excedentes que no pudieran vender en el mercado. Así, los costes de producción se dispararían de forma absurda y la empresa entraría en problemas. Idealmente, se trataría del reverso tenebroso de la huelga por ausencia, que busca lo mismo pero paralizando la producción.
Y si nada de esta epopeya laboral es cierta, ¿por qué lo creemos?
En Japonismo, un portal dedicado a la cultura japonesa, lanzan una pista: en plena Segunda Guerra Mundial, Toyota contaba con poco líquido contable. La solución de los patronos fue estandarizar la producción, desarrollar el célebre sistema "just in time" y mejorar la productividad de forma drástica. Toyota sobreprodujo y aumentó su nivel de stock en fábrica. Cuando Japón perdió la guerra y entró en crisis el mercado se encogió, y Toyota no pudo sacar al mercado sus ingentes remanentes.
¿Solución? A la altura de 1950, la empresa solventó sus dificultades económicas despidiendo a gran parte de sus empleados, lo que conllevó una dura huelga. De fondo se dibujaba un conflicto entre capataces-artesanos tradicionales y gerentes industriales modernos que impulsaban técnicas estandarizadas (ideales para la producción en masa). Pero nada de huelga por exceso de trabajo.
Karōshi o creer en lo increíble
Lo cierto es que hay otros elementos en el arco cultural japonés que invitan a creer en el mito. El más recurrente es el karōshi, traducido aproximadamente como "muerte por exceso de trabajo". Esto no es un mito: el gobierno japonés reconoció y dató el fenómeno a finales de los ochenta, y la jurisprudencia nipona contabiliza los casos cuando el trabajador afectado ha entregado más de 100 horas extra el mes previo al accidente. Se cree que hay más de un millar de muertes relacionadas cada año, y es algo común a las culturas laborales china y coreanas.
Si bien influyen aspectos culturales, como el fuerte sentido de la responsabilidad y el honor del imaginario japonés, otros factores como la alta presión laboral a la que las empresas someten a sus trabajadores y la negligencia de muchos empleadores a la hora de habilitar formas de conciliación de la vida laboral con la personal son más determinantes.
Dado este cuadro, es normal pensar que la "huelga a la japonesa" es algo factible: si hay algún pueblo en el planeta capaz de hacer huelga trabajando más ese es el japonés. Pero aquí también somos presa de nuestros propios clichés: cuando los japoneses hacen huelga lo hacen en nuestros mismos términos, a menudo de forma tan beligerante como antaño lo hicieron los sindicatos.
O mejor dicho, "hacían". La realidad es que Japón ya no va a la huelga. Sí lo hizo, y mucho, en el pasado. Especialmente a mediados de los setenta, cuando el país se enfrentaba a una importante crisis económica y las grandes empresas realizaron ajustes laborales que minaron las oportunidades laborales y los derechos adquiridos de los obreros. Sólo en 1974 el país presenció 9.500 huelgas laborales en las que participaron más de 3 millones de japoneses.
En contraste, a día de hoy sólo se cuentan unas 70 al año. Según The Japan Times, los motivos son variados, y están muy relacionados con el declive del poder sindical en Occidente: la fragmentación del mercado laboral, el incremento del trabajo temporal (al que los sindicatos jamás han llegado), el progresivo aislamiento de los trabajadores, y el desprestigio de los propios sindicatos (que empuja a buscar soluciones laborales en los despachos) han reducido las huelgas a su mínima expresión.
Si bien Japón no es la nación dócil y conciliadora que la venerable tradición nos ha hecho creer, sus huelgas sí han ido a menos. La mezcla de todos estos factores (antecedentes históricos confusos, cultura laboral abnegada, ausencia de huelgas reales, imagen preconcebida sobre los japoneses) provoca que, aún a día de hoy, los españoles sigamos creyendo que existe tal cosa como una "huelga japonesa". Y que incuso la Wikipedia inglesa refleje el mito. Pero nada más lejos de la realidad.
Imagen | Zac Davies/Flickr