Quienes nunca han estado en Sevilla en Semana Santa pueden pensar que es solo un evento para creyentes, pero algo tan inmenso no puede ser encerrado en los prejuicios comunes sobre los andaluces y la religión. Vamos a contarte algunas cosas que probablemente no esperas de ella.
La cultura cofrade tiene sus contraculturas y su underground
Que la Semana Santa es patrimonio cultural es evidente: hay tallas y ornamentos atesorados desde el siglo XVI, una rica tradición musical y mil liturgias lo atestiguan. Así que nos detendremos en expresiones menos ortodoxas. Por ejemplo, en Silvio, imprescindible del rock sevillano desde los años 60, que en los 80 se hizo popular por transformar Stand by me en una promesa a la Virgen: Rezaré. Entre varias otras muestras de amor mariano, también nos dejó este entrañable swing:
La música tradicional de cornetas y tambores ha sido mezclada con géneros musicales exógenos. Un clásico de finales de los 90 es este remix break beat. Los sonidos cofrades los combina el grupo Orthodox con metal y freejazz. Ria Ekin, con dubstep. Y Antropoloops, con todo lo que te puedas imaginar:
La incorporación de referentes cofrades a la cultura visual es infinita, pero por citar algunos artistas contemporáneos nos quedaremos con las videocreaciones de María Cañas (por ejemplo,a ritmo de Michael Jackson), los nazarenos pop existencialistas que pinta Manuel León, los carteles mashup del grupo Pony Bravo y las camisetas macarras diseñadas por los agitadores África del Norte.
Burlarse de la iconografía cofrade es una manera habitual de protestar contra la jerarquía eclesiástica, como hicieron las feministas que montaron la procesión del coño insumiso y están pendientes de ser juzgadas por ello. Al creador del videojuego Matanza cofrade le imputaron, además de delito contra los sentimientos religiosos, vulneración de la propiedad industrial, pues las cofradías registran sus imágenes. Le absolvieron en 2005 tras pedir perdón. El juego acompañaba un disco de Narco, autores de un himno anticofrade trash metal; también tenemos antihimno rap, de Tote King, e indie, de Maga.
Hay recreaciones que pueden parecer herejías pero están hechas desde la devoción más sincera. Era el caso de Ocaña, pionero de la cultura queer en los 70, anarquista y natural de Cantillana, en la Sevilla profunda. Le vemos cantando a una Macarena de papel maché por las calles Barcelona en el documental 'Ocaña, retrato intermitente’(1978). Del encuentro entre la cultura marica y el barroco también es digno de mención El Garlochí, un bar decorado con mucho oro donde pueden pasar cosas tan delirantes como que aparezca Uma Thurman y la vistan de virgen.
Es el bar donde paran los policías de la película ‘Grupo 7’ y también el de ‘Integración’, este fashion film de JJ Torres donde una chica llamada –no casualmente– Macarena combina la vida religiosa con las raves:
Hay gente que es cofrade y de izquierdas a la vez
En 1932, la primera Semana Santa desde que se proclamó la Segunda República, solo hubo una procesión, la de la Hermandad de La Estrella. El franquismo la recordó con el alias «La Valiente» para subrayar su atrevimiento frente al peligro de ‘los rojos’. Lo cierto es que a quien desafió «La Valiente» fue a los curas y la oligarquía local: no querían que hubiera Semana Santa para alimentar el miedo, pero los hermanos republicanos se empeñaron. Eso sí, había anarquistas que no estaban de acuerdo y le cayeron piedras, petardos y algún disparo (con poca puntería).
La lucha obrera estuvo presente en la Semana Santa a través de los costaleros. Antaño eran estibadores del puerto y cobraban por cargar con los pasos. Desde principios del siglo XX hacían huelgas y consiguieron mejorar notablemente sus condiciones laborales. Sus métodos eran tan poco sutiles como negarse a levantar el paso cuando ya había comenzado la procesión. Su capacidad de presión acabó cuando hubo hermanos que se ofrecieron a hacerlo gratis. Ya solo queda una hermandad que pague a sus costaleros, la de Santa Marta.
La relación entre las izquierdas y la Semana Santa ha sido ampliamente documentada por Isidoro Moreno, un antropólogo especializado en la identidad andaluza. En textos como ‘La Semana Santa de Sevilla: conformación, mixtificación y significaciones’ (1ª ed. de 1982), Moreno interpreta por qué los andaluces se identifican con la Semana Santa: expresa «el sentimiento popular respecto a un hombre que fue apresado y condenado injustamente, y a una madre que llora impotente por su hijo: una situación que está en la experiencia de muchas familias andaluzas, más allá de teologías y ortodoxias». Es una historia de opresión y de redención.
También habla de «la plasmación simbólica de la dialéctica entre la muerte y la vida», una vida que triunfa todos los años. Conmemorar la resurrección es conmemorar el solsticio de primavera, que coincide en fechas.
La clave es entender la Semana Santa como un hecho sociocultural que genera fuertes sentimientos de adhesión y pertenencia. Lo dice el actual portavoz de IU en el Ayuntamiento, Daniel González Rojas, que es apóstata y laicista y llora cuando ve pasar a La Macarena: «quien no se emocione con eso es un palo. La Semana Santa no es ni de derechas ni de izquierdas; ni de creyentes ni de no creyentes. Es del pueblo».
La Virgen María podría salir esta noche de fiesta contigo
Si has visto el vídeo de JJ Torres ya lo tienes claro, pero empecemos desde el principio. En Sevilla fue donde se comenzó a defender la Inmaculada Concepción, es decir, la idea de que María nació sin pecado original. La ciudad la proclamó en 1615, mientras que la Iglesia Católica no fijó el dogma hasta 1854. Una teoría que explicaría este furor temprano es la influencia andalusí: María, como madre del profeta Jesús, es alabada en el islam; el Corán reconocía su virginidad. A los conversos les sería más fácil hacerse marianos que cristianos.
Sea como fuere, en esta Semana Santa la protagonista es María.
Cada sevillano suele elegir sus advocaciones favoritas y hay quien lo hace con tanta pasión que no parece descabellado lo que cuenta Julio Cortázar en ‘El último round’ sobre los procesionantes de Sevilla: «proclamando a gritos que su Virgen ‘le da por el culo a todas las otras Vírgenes’». Igual de elocuente es esta expresión dedicada a la Esperanza de Triana: «¡que te duele er coño de ser bonita!». ¿Cómo se puede hablar así de una figura sagrada? Quizá porque la forma en que algunas personas se relacionan con las vírgenes no tiene tanto que ver con la penitencia expiatoria sino con la celebración primaveral y la empatía que explica Isidoro Moreno.
Su barrio quiere ser su amiga, su padre, su abuela... o su amante.
Hablemos de la Esperanza Macarena –que, por cierto, mantiene una rivalidad con la Trianera equivalente a la del Betis y el Sevilla FC, tienes que elegir bando–. Macarena es una chica joven que ha sufrido mucho y que sale a bailar en la Madrugá (noche del Jueves al Viernes Santo). Llora pero mira hacia adelante porque sabe que Jesús va a resucitar y que todo va a salir bien. Su barrio empatiza con ella y quiere cuidarla, ser su amiga, su padre, su abuela... o su amante. Cuando pasea esa noche, levanta reacciones propias de fans, que se emocionan visiblemente y le gritan «guapa, guapa» hasta la saciedad.
Este sentimiento lo reflejó el cantautor andalucista Carlos Cano en un hermoso pasodoble en el que acaba recomendándole «Macarena, deja ya de padecer, Macarena sé mujer». Podría decirse que le está animando a dejar de lado el papel de madre santa y consumar con José.
Cierto es que no todo el mundo lo vive así, hay quienes le rezan en silencio e incluso su Hermandad pretende poner orden. Es cierto, por otro lado, que con la Macarena pasa algo tan siniestro como que Queipo de Llano, el sangriento general que lideró el golpe de estado franquista, está enterrado a sus pies. Y que es la Hermandad quien se niega a sacarle, desafiando a la Ley de Memoria Histórica. Pero la visión de Macarena como diva pop vitalista existe, y se puede comprobar cada Madrugá en las calles.
La Semana Santa está en todas partes, en más partes que Dios
Aquí sí que puedes reforzar tus prejuicios sobre Sevilla como ciudad de capillitas. El número de personas inscritas en cofradías es de 227.307. De ellas, unas 54.000 salen como nazarenas y cerca de 5.000 como costaleras (en todo hay muchas mujeres excepto en esto último y en los puestos de poder de las cofradías). Si bien hay personas que son hermanas o procesionan en más de una, no dejan de ser cifras rotundas para una ciudad de 690.000 habitantes donde el porcentaje de personas que se consideran católicas ronda la media española (en torno al 70%).
Por si fuera poco, las procesiones no se limitan a las 60 que ocurren en Semana Santa y cada año van a más. Entre vía crucis, desfiles para celebrar días señalados, cruces de mayo, ensayos, etc, solo en el primer semestre de 2017 hubo 545 eventos religiosos en las calles. Nótese que, aparte, las bandas de cornetas y tambores ensayan, para desesperación de muchos vecinos.
Hay quien vincula este aumento con la época en que Juan Ignacio Zoido (PP) fue alcalde. Sí, el mismo Zoido que siendo Ministro de Interior ha entregado una medalla al mérito policial al Cristo de la Buena Muerte. Pero lo cierto es que desde mediados de 2015 quien gobierna en Sevilla es Juan Espadas, del PSOE, y estos eventos siguen aumentando más de un 10% cada año. Espadas, como los alcaldes anteriores, acude con su bastón de mando a la procesión de la Virgen de la Hiniesta, alcaldesa honoraria.
Hace dos años, mientras en el Pleno se debatía una propuesta de IU y Podemos que buscaba suprimir este cortejo municipal, entre otras medidas laicistas, en la puerta 2.000 manifestantes cantaban «perdónalos Señor porque no saben lo que hacen». Por supuesto, no fue aprobada.
El Ayuntamiento gasta cada año, entre limpieza y seguridad, 8,5 millones de euros, a lo que hay que sumar lo que deja escapar: la recaudación de las sillas. En las principales calles del centro, se disponen miles de sillas para que sean alquiladas por quienes quieren ver los pasos de cerca o tener un asiento para descansar. El dinero va para el Consejo de Cofradías y asciende a 3,78 millones de euros (2016). Es su principal fuente de financiación, junto con las cuotas que pagan los hermanos.
En su gestión hay cero transparencia. A veces trascienden datos grandilocuentes como que Francisco Camps, el expresidente valenciano imputado en la Gürtel, consiguió 1 millón de euros de la Caja de Ahorros del Mediterráno para la Macarena.
Hay hermandades que, en tiempos de la burbuja inmobiliaria, no se resistieron a invertir en locales y edificios. Esto último circula por corrillos y foros de internet, pero no hay información contrastada publicada, a pesar de que todos los periódicos locales tienen una sección de Semana Santa y hay medios especializados que funcionan todo el año. En ellos lo habitual es fingir que todo esto va exclusivamente de Dios y su madre.
La opacidad también opera en cuanto a la toma de decisiones y la acción de los poderes fácticos. Hay un enfrentamiento histórico entre las cofradías y el Arzobispado y otras mil intrigas que exceden a lo que podemos abordar en este artículo. En la Semana Santa de Sevilla hay un millón de historias que contar y un millón de maneras de vivirla.