David Lynch siempre ha mostrado una singular pasión por la música. Aunque no demasiado prolífica, su carrera está plagada de trabajos experimentales de lo más extravagantes. En 2008, por ejemplo, trató de aunar su sensibilidad surrealista y oscura de la mano de Marek Żebrowski para crear un álbum neoclásico inspirado en los sonidos de la noche polaca. Sus dos últimos lanzamientos en solitario oscilan entre géneros variopintos y cuentan nombres como Lykke Ly o Karen O.
Dicho esto, los trabajos más destacados de Lynchs en el universo sonoro están íntimamente ligados a la inmortal banda sonora de Twin Peaks, cuyo elemento vertebrador de las dos y mitológicas primeras temporadas es esencial para dotar de pulsión emocional a la trama. En aquellos trabajos Lynch colaboró mano a mano con Angelo Badalamenti, también incluido en la tercera temporada, y a la sazón el hombre detrás de la música del fascinante universo lynchiano.
Dos canciones destacaron en las dos primeras temporadas: el tema de apertura, conocido popularmente como 'Twin Peaks Theme', y el tema musical dedicado al personaje catalizador de los acontecimientos narrados en la serie, Laura Palmer. Fue esta pieza quizá la más memorable: de una marcada sensibilidad y belleza, se basaba en una suave y melancólica composición de piano sobre un recargado fondo de sintetizadores.
Aquella mezcolanza de mirada clásica e inquietud post-moderna, tan deudora a nivel sonoro de otras bandas sonoras de los ochenta, dotó del punto exacto de sensibilidad y coherencia temática al 'Laura Palmer's Theme', en un hallazgo compositivo... que surgió totalmente improvisado.
Tócalo como el viento, Angelo
Lo contó Angelo Badalamenti hace ciertos años en Secrets from Another Place: Creating Twin Peaks, el documental dedicado a la creación de la serie. Un año antes del estreno de Twin Peaks, en 1989, Lynch y Badalamenti escudriñaban su mente con objeto de alumbrar la banda sonora definitiva. En un momento dado, en busca de la melodía que inmortalizara la imagen y la historia de Laura Palmer, Lynch se sentó junto a Badalamenti frente a su Fender Rhodes y sucedió lo siguiente:
Mucho antes que un metódico trabajo de prueba y error, Lynch transportó a Badalamenti al escenario de Twin Peaks a través de sus palabras. El director optó por describir de forma más o menos imaginada el movimiento de la cámara y la escena en la que la aparición de Laura Palmer tenía lugar, ofreciendo a Badalamenti pistas emocionales (mucho antes que técnicas) sobre cómo debía sonar aquel lugar, aquel momento y aquel personaje en el contexto de la serie.
La escena es puramente Lynch. Se sentó junto a Badalamenti y le puso una grabadora sobre el piano antes de iniciar su relato: "Estamos en un oscuro bosque y hay una suave brisa que sopla entre los árboles. Está la luna y hay sonidos de animales de fondo". Con esos ingredientes Badalamenti inicia un tema lento, bello y con un punto tétrico, insuficiente para Lynch, que le pide hacerlo más lento "para hacerlo todo más bonito".
Lo que sigue es el camino hacia el clímax: Lynch va moviendo la historia hacia la aparición de Laura Palmer entre los bosques y, de paso, conduce a Badalamenti a la cima de su descubrimiento. "Angelo, ahora tenemos que hacer un cambio: detrás de un árbol al fondo del bosque hay una chica solitaria, se llama Laura Palmer y está triste". Entonces Lynch le pidió un cambio tonal que se adaptara a su visión, y Badalamenti inició lam memorbale melodía de Palmer.
Y a partir de ahí, la explosión: hay que imaginar a Lynch en un puro estado de éxtasis y a Badalamanti tocando la melodía en ascendente hasta las notas que ofrecen el clímax antes de su caída hacia la armonía inicial, tan oscura y tétrica. Lynch imaginando la escena, poseído por la belleza de la música de su compositor, gritándole "sigue así, es muy bonito, puedo verlo, está caminando hacia la cámara y se está acercando, ¡sigue haciéndolo, se está acercando, eso es, es tan bonito, Angelo, me encanta, manténlo así!".
Y así se gestó. Porque aunque Badalamenti intentó explicar a Lynch que estas cosas no se hacían así, que tendría que ir al estudio a arreglarlo y pulirlo, Lynch pasó por completo, y le ordenó mantener la composición de Laura Palmer exactamente tal y como la habían tocado de forma improvisada (y un pelín surrealista) ellos dos juntos, en éxtasis, transportados a la cámara de Lynch.
Nadie puede negarle que estuviera en lo cierto.