Algo de ironía y coherencia poética hay en la muerte de Edgar Allan Poe porque el gran autor estadounidense, genio de la literatura de terror, hábil muñidor de esferas macabras y uno de los padres de la literatura policiaca tuvo un final a la altura del mejor de sus relatos. En la muerte del poeta se combinan incógnitas, sombras, melodrama y sobre todo misterio. Un enorme misterio que nadie ha podido desenmarañar de forma convincente en los casi 175 años que han pasado desde su muerte a pesar de todas las teorías que se han formulado durante ese tiempo y lo mucho que se ha investigado y especulado sobre sus últimos días.
Un nuevo libro ha arrojado algo más de luz sobre el misterio.
Ocho días, mil incógnitas. Qué hizo Poe durante sus últimos días y qué lo llevó a la tumba en octubre de 1849 con apenas 40 años, justo cuando el autor de 'El Cuervo' parecía al fin remontar su vida profesional y sentimental, son incógnitas sin respuesta. Lo que sí tenemos es una cronología difusa de cómo transcurrieron las semanas anteriores a su fallecimiento. Y lo de difusa es un matiz importante porque las fechas que la componen están separadas por vacíos de varios días tan oscuros como aparentemente incomprensibles e insondables.
Sabemos que el 27 de septiembre de 1849 el poeta salió de Richmond en un barco de vapor y que su destino final era Filadelfia, donde debía asumir un encargo temporal como editor de poesía. Una vez rematado, desde allí pensaba trasladarse a Nueva York para instalarse en su casa del Bronx. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. Días después de salir de Richmond, Poe apareció en Baltimore, la ciudad natal del padre que lo había abandonado de niño. Allí se lo encontró el 3 de octubre Joseph Walker, un impresor que reconoció al escritor que pocos años atrás, en 1845, había cosechado fama nacional gracias a su poema 'El Cuervo'.
"Un caballero bastante desmejorado". El asombro de Walker debió de ser mayúsculo. No tanto por encontrarse con Poe en Baltimore, donde supuestamente el poeta debía tomar un tren que lo llevase a Filadelfia, como sí por el aspecto que presentaba. El poeta estaba angustiado, en un "estado delirante", desaliñado, vestido con unas prendas que evidentemente no eran suyas y frente a una taberna de la ciudad llamada Gunner´s Hall. La leyenda afirma incluso que Walker se lo encontró tirado en una cuneta, aunque —advierte Enrica Jang, de la Casa y Museo Edgar Allan Poe— esa es una de las muchas pinceladas melodramáticas con las que se ha adornado falsamente la misteriosa muerte del poeta.
De lo que sí no hay duda es de que Walker se quedó tan impresionado que poco después envió un mensaje al editor Joseph Snodgrass, el nombre que Poe acertó a pronunciar cuando le preguntaron si tenía algún conocido que pudiera ayudarle en Baltimore. "Hay un caballero bastante desmejorado […] que responde al nombre de Edgar A. Poe y parece estar en apuros. Dice que lo conoce. Y le aseguro que necesita ayuda", advirtió el impresor a Snodgrass. No se equivocada. El estado de Poe era tan crítico que poco después ingresaba en el Washington College Hospital.
Sumando más dudas al misterio. El misterio podría concluir ahí, con su ingreso en el hospital, pero la bola de sombras e incógnitas en torno a la muerte de Poe siguió haciéndose más grande a lo largo de los días siguientes. Al poeta lo alojaron solo, en una habitación sin ventanas y a cargo de un único médico, el Dr. John Moran, según precisa Popular Mechanics. Dicen que ya no llegó a recuperar la consciencia y que durante horas pronunció el nombre de un tal Reynolds, otro misterio más para la lista, ya que 174 años después aún no se sabemos a quién se refería. The Poe Museum dedica de hecho un extenso artículo al tema.
Poco después de su ingreso, el 7 de octubre, Poe sucumbía. Tenía 40 años. Y una obra universal a sus espaldas. Cuando a los médicos les tocó registrar la causa de la muerte anotaron que había sido víctima de "frenitis", una inflamación del cerebro que provoca delirios y fiebre y que los doctores solían reseñar para referirse a casos en los que los pacientes habían fallecido por dolencias relacionadas con el alcohol u otras drogas. Poco antes de morir se cuenta que Poe pronunció "Señor, ayuda a mi pobre alma", aunque hay quien señala que esa frase es otra de las pinceladas melodramáticas con las que en ocasiones se ha querido adornar su deceso.
Una muerte… y un misterio. Sea más o menos preciso el diagnóstico, lo que parece evidente es que a comienzos de octubre Poe se encontraba en un estado de salud deplorable. El mismo Poe al que parecía que las cosas empezaban a irle mejor en su carrera y estaba ilusionado ante la perspectiva de rehacer su vida con Elmira Royster Shleton, un antiguo amor. Y sí, el mismo Poe que días antes estaba lo suficientemente bien como para embarcarse en un viaje que debía llevarlo primero a Filadelfia y luego a Nueva York. Así que la gran pregunta es… ¿Qué pasó durante esos días de otoño de 1849? ¿Qué hacía desorientado y con andrajos en Baltimore, con una salud tan mermada que le quedaban solo unos días de vida?
Asesinato, rabia, paliza… Y otras muchas teorías. Desde 1849 se han formulado hipótesis y más hipótesis, de todo calibre, para explicar qué le ocurrió a Poe en aquel otoño de hace 174 años. Se ha dicho que bebió hasta matarse, aunque ese mismo año el escritor se había unido a los Hijos de la Templanza y por consejo de su médico parecía evitar el alcohol. Otras versiones afirman que sufrió una paliza por encargo de una mejor despechada, que se intoxicó con monóxido de carbono o mercurio e incluso que Poe, amante de los gatos, había contraído la rabia, lo que se explicaría algunos de los síntomas que mostraba.
La lista de hipótesis sigue. A lo largo de los años se ha hablado de un tumor cerebral, una gripe de desenlace fatal o, rizando más el rizo, que los hermanos de su prometida, Sarah Elmira Shelton, le dieron una paliza de muerte. No todas las teorías han gozado del mismo predicamento, pero muestran la complejidad de su historia, en la que es difícil separar también mito de realidad. En parte de nuestra visión de Poe influyen de hecho su albacea literario, Rufus Wilmotr Grisworld, y Joseph Snodgrass, quienes contribuyeron a crear su imagen de borracho. El primero era un antiguo rival. El segundo, un defensor de la abstinencia que pudo ver en la muerte del poeta una oportunidad para publicitar sus ideas.
Arrojando luz. Que hayan pasado 174 años de la muerte de Edgar Allan Poe no significa que el misterio se haya difuminado. Buena prueba es que hace unos meses el escritor Mark Dawidziak publicó un libro titulado 'A Mystery of Mysteries: The Death and Life of Edgar Allan Poe' en el que ahonda en cómo transcurrieron los últimos días de Poe y de cuyas conclusiones se han hecho eco, entre otros medios, The Washington Post. Algunas de las ideas de Dawidziak no son del todo nuevas, pero ayudan a hilar una teoría plausible. En su opinión, en el ocaso del escritor influyeron dos factores, a priori poco relacionados: tuberculosis y fraude electoral.
Mala salud. Dawidziak teoriza con que Poe pudo ver su salud minada por la tuberculosis. Y tendría lógica que así fuera. Se supone que esa misma enfermedad había acabado con la vida de sus padres y madre adoptiva y apenas dos años antes había consumido a Virginia, la esposa del poeta. "Casi todos los expertos médicos y patólogos con los que he hablado dijeron que no hay absolutamente ninguna duda de que Poe tenía tuberculosis", explica el autor a The Washington Post, que precisa que el literato pudo tener la enfermedad latente durante años y acabó muriendo por una meningitis tuberculosa que explicaría sus delirios y fiebre.
Que tuviera parientes muy cercanos tuberculosos aumentaba sus probabilidades de padecer la enfermedad, pero aún en el caso de que no hubiera sido así existía un riesgo importante. En su época EEUU se vio sacudida por la dolencia, que según la Harvard Library era una de las más letales del XIX. Sus cálculos muestran que a finales de ese siglo entre el 70 y 90% de la población urbana de Europa y América del Norte estaban infectadas con el bacilo de la tuberculosis, también conocida como tisis. Cerca del 80% de quienes la acababan desarrollando perecían.
… Y mala suerte. La tuberculosis habría sido el telón de fondo en el ocaso de Poe. Si la enfermedad pudo mostrarse tan letal en cuestión de una semana pudo haber sido sin embargo por la otra causa a la que apunta Dawidziak: el escritor fue víctima de una trama criminal que lo condenó a vivir encerrado y en una situación miserable durante sus últimos días, sin la asistencia médica que necesitaba. ¿El motivo? Una práctica conocida como "cooping" y que consistía básicamente en un fraude electoral al que se recurría en los EEUU del XIX. Quizás ambas cosas —tuberculosis y urnas— no parezcan relacionadas, pero solo lo parece.
El "cooping" consistía básicamente en secuestrar a vagabundos y viajeros vulnerables, confinarlos y obligarlos a recorrer colegios electorales votando por determinados candidatos. Todo esto, por supuesto, con nombres falsos, cambiando el aspecto de las víctimas y recurriendo a los medios necesarios para forzarlos, lo que pasaba tanto por la fuerza como por obligarlos a beber y fumar opio. A esa teoría contribuye que el día que Walker se topó con Poe se celebraban elecciones y que el poeta estuviese al lado de un pub que funcionaba como colegio electoral.
Un final aciago. "Era un comienzo de octubre frío y húmedo en Baltimore. Si algo iba físicamente mal en Poe, el estar encerrado, en condiciones espartanas, podría haber resultado desastroso para su sistema", reflexiona Dawidziak: "Añade cualquiera cantidad de alcohol a la mezcla y los efectos habrían sido devastadores". Quizás cueste entenderlo con la perspectiva del siglo XXI, pero The Washington Post recuerda que hubo "una gran cantidad de votaciones ilegales" y Maryland carecía de un sistema de registro, lo que hacía que a menudo llegase que un funcionario identificase al votante para permitirle depositar su papeleta.
Quizás cueste creer que Poe pudiese pasar inadvertido, pero de nuevo conviene ponerse en la piel de los estadounidenses del XIX. Hoy el rostro de Poe es un icono universal. Hace 174 años, no. El autor de "El Cuervo" había ganado cierta fama, pero solo en los círculos literarios, como recuerda Popular Mechanics, y si alguna vez se publicaban imágenes suyas eran grabados que se imprimían en diarios o revistas literarias, con lo que no parece descabellado que los criminales que se dedicaban a perpetrar el "cooping" desconociesen quién era realmente.
Lo supieran o no, si Dawidziak está en lo cierto participaron en uno de los capítulos más oscuros de la historia de la literatura norteamericana.
Imágenes: Laurel L. Russwurm (Flickr) y AndrewHorne (Wikipedia)
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