Desde que las ideas ilustradas penetraran en las esferas intelectuales de Europa y América, numerosas corrientes historiográficas y políticas interpretan el paso del tiempo como una conquista hacia el progreso. En el gran esquema de las cosas, la historia del ser humano se puede interpretar como una permanente lucha por la consecución de más desarrollo, más bienestar y más libertades. A menudo con éxito. De ahí que hace siglos la mayoría de las poblaciones humanas viviera en condiciones penosas y bajo sistemas políticos opresivos. De ahí que hoy, lo contrario sea cierto, y que el mundo esté mejor que nunca.
¿Es así? Es una idea disputada, por supuesto, tanto entre los círculos académicos como en los políticos. Pero hay un dato que tiende a apuntalar su visión global de la historia: mientras hoy la mayoría de humanos disfrutan de regímenes democráticos donde su bienestar y libertad personal está asegurada, hace tan sólo 200 años no era así. Este gráfico elaborado por VisualCapitalist, y basado en los trabajos de Max Roser sobre democracia y libertades, analiza cuáles eran las formas de gobierno predominantes a principios del siglo XIX, y cómo han evolucionado hasta hoy.
El resultado es escasamente sorprendente. La Revolución Francesa espoleó una serie de transformaciones estructurales en toda Europa. Desde su primer éxito y ulterior fracaso, las ambiciones políticas de los revolucionarios y radicales del continente pasaban por demoler los cimientos del Antiguo Régimen. Palabras como "derechos", "democracia" y "libertades" glosaron constituciones, levantamientos, insurrecciones y tratados ideológicos. Pocos fructificaron, y tan sólo a las puertas del siglo XX un reducido elenco de países aprobaba el sufragio masculino universal (entre ellos, en 1890, España).
El gráfico explica cómo las dos guerras mundiales y el fin del colonialismo permitieron que las dictaduras y autocracias perecieran a lo largo del siglo XX. Por supuesto, siguen existiendo a día de hoy. La más destacable es China, donde viven cuatro de cada cinco personas bajo un régimen político opresivo. Max Roser elaboró sus gráficos atendiendo a las definiciones de "democracia" y "dictadura" (o variantes) esbozadas en el manual Polity IV, en los datos recopilados por Naciones Unidas y en las estadísticas de Wimmer y Min. Las definiciones utilizan diversos parámetros medibles para puntuar del -10 al 10 su "puntuación democrática".
Por supuesto, se trata de una metodología imprecisa. Como hemos visto en alguna ocasión a cuenta de China, de Irán o de las democracias autoritarias que han surgido en Europa durante las últimas décadas (ya sea de la mano de Vladimir Putin o de Viktor Orbán), determinar qué es una democracia y qué no siempre es una tarea que reviste complejidad. Abandonada la lógica dual de la Guerra Fría y en un terreno geopolítico más poliédrico, los matices importan, y hay pocos ejemplos nítidos de democracia pura y dictadura pura (si lo hay, Corea del Norte, Arabia Saudí y Turkmenistán cotizan indudablemente al alza).
Pero al margen de las disquisiciones técnicas, ¿qué nos dicen los gráficos? En esencia, que los regímenes democráticos han ganado terreno durante las últimas décadas. Hoy el 56% de la humanidad vive en alguno de ellos, superando la mayoría absoluta a finales de los noventa. Hasta un 20% del mundo vive en regímenes mixtos, más abiertos o más cerrados, donde se combinan elementos de la democracia y de los gobiernos autoritarios. Y por último, un 23% reside en países donde los elementos más opresivos de un sistema priman sobre los demás. O sea, en dictaduras.
Comparada con la situación de hace doscientos años, el lienzo que se dibuja es el de un mundo completamente distinto. Las colonias han desaparecido (o se han convertido en elementos residuales y aún en disputa, como Gibraltar), cuando en 1816 albergaban al 38% de la población global. Las autocracias, desaparecidas tras la Primera Guerra Mundial y sustituidos por regímenes autoritarios con ciertas libertades, gozaron de una segunda juventud en los años treinta. Su derrota definitiva en la Segunda Guerra Mundial allanó el camino para que, poco a poco, las democracias primaran sobre los demás sistemas políticos.
¿Significa eso que es cuestión de tiempo que el resto del mundo caiga también bajo la expansión democrática? La visión progresista de la historia apunta a ello. El mundo está mejor que nunca en muchísimos aspectos, ¿por qué habría de cambiar? Si eres más pragmático, un vistazo a la historia ilustra cómo la violencia, la pobreza, el autoritarismo y la regresión siempre acechan en el horizonte, y jamás pueden darse por erradicados. Al fin y al cabo el mundo jamás había estado tan bien como en 1914.