Lo de que los niños esperan el día de Reyes con ansiedad adquiere un significado especial en Vale de Salgueiro, una pequeña aldea del municipio de Mirandela, en el norte de Portugal. Y no porque los contados chavales que allí viven estén ansiosos por desempaquetar regalos, catar el roscón o disfrutar de la música y bailes con los que los parroquianos celebran la Epifanía cada 6 de enero. No. Lo de la ansiedad infantil puede interpretarse en Vale de Salgueiro en el sentido más literal e incluso fisiológico posible. El motivo: ese día les permiten fumarse unos cigarros.
Una tradición de resonancias extemporáneas que deja cada año imágenes impactantes, de niños que no aparentan tener más de ocho años llevándose pitillos a la boca con la desenvoltura de un galán del Hollywood clásico.
Sobre celebraciones no hay nada escrito. Bien lo sabemos en España, donde tenemos localidades en las que se echan a rodar enormes bolas por las calles, se procesiona con gente metida en ataúdes o celebran batallas campales en las que los vecinos se lían a tomatazos, se lanzan huevos y harina o incluso bombardean con nabos a una persona disfrazada. El listado es tan extensa como llamativo e incluye celebraciones de Nochevieja en pleno agosto, festejos con barro, hormigas y trapos sucios, caballos, pavos y por supuesto toros, quizás una de las tradiciones más arraigadas y que de tanto en tanto deja escenas que desatan la polémica.
En vez de dulces, nicotina
En la parroquia lusa de Vale de Salgueiro también tienen su peculiar festejo de la polémica, uno con el que se despiden de las Navidades y desde hace años genera revuelo en las redes. En vez de celebrar Reyes con regalos o un roscón glaseado, en aquella aldea, situada a escasos 30 kilómetros de la frontera con Galicia, se invita a los más jóvenes a fumarse unos cigarros. Y de nuevo lo de los más jóvenes puede tomarse al pie de la letra, como muestran los vídeos que se graban allí cada 6 de enero con chavales que parecen no haber llegado aún a la adolescencia.
La tradición dicta que en Vale de Salgueiro cada día de Reyes se celebra con música, bailes, fuegos artificiales y un reparto de cigarros entre los niños de la parroquia que sigue a la llegada de un gaitero el 5 de enero. Todo con el plácet de sus padres, claro. La costumbre es tan peculiar como las estampas que deja, pero tiene su lógica, como explicaba en 2019 el presidente de la Junta de Freguesía de Vale de Salgueiro, Carlos Cadavez: las caladas son una especie de ritual iniciático, una ceremonia que marca la llegada de los chavales a la edad adulta.
"La fiesta de Reyes es una celebración religiosa, de nuestro santo patrono. Es la celebración de la emancipación de los niños, que se convierten en adultos. A los 14 o 15 años fumaban un cigarrillo y, como se decía en el pueblo, ya eran hombres", relataba en 2019 Cadavez a France Press, agencia que compartió un vídeo de niños y niñas apurando pitillos que no tardó en replicarse en medios de dentro y fuera de Portugal, con la consecuente polémica. Al fin y al cabo en las grabaciones puede verse a jóvenes que parecen tener incluso menos de 14 años.
Los orígenes de la tradición no están claros, pero según comparte Cadavez se remonta a hace más de un siglo, cuando no abundaba la información sobre los efectos perjudiciales del tabaco de la que sí disponemos hoy. "Tenemos un vecino de 101 años que dice que ya se celebraba en el tiempo de sus padres", asegura. El fenómeno es lo suficientemente curioso como para haber llamado la atención de José Ribeirinha, un periodista que ha ahondado algo más en la peculiar celebración de Vale de Salgueiro, de donde es oriundo su padre.
"Esta costumbre forma parte de un conjunto más vasto de fiestas ligadas al solsticio de invierno y, como sucede con el Carnaval, hay cierta suspensión de las normas —reflexiona el periodista—. La gente del pueblo sabe que el tabaco es malo para la salud, solo es un rito de paso". Hay quien incluso reconoce que únicamente fuma el 5 y 6 de enero, después de que el gaitero llegue a la parroquia y arranque la celebración de Reyes. El resto del año se mantiene alejado de la nicotina.
Que la tradición se limite a un par de días al año o se concentre en una población tan pequeña como la de Vale de Salgueiro, una remota aldea del norte de Portugal que en 2021 no llegaba a 350 vecinos y según Faro de Vigo acoge a una veintena de chavales, no ha impedido sin embargo que levante una polvareda mediática mucho más allá oscura que el humo de los cigarrillos.
No todos los días se comparten alegremente vídeos de niños y niñas fumando cigarrillos con desenvoltura bajo la mirada complaciente de sus adultos.
Imagen de portada: Finn Mac Ginty (Flickr)
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