¿Por qué iba a querer nadie en su sano juicio limitar el turismo? Por Venecia

¿Por qué iba a querer nadie en su sano juicio limitar el turismo? Por Venecia
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La noticia ha saltado esta mañana: el nuevo Gobierno municipal de Ada Colau ha suspendido por un año las nuevas licencias a hoteles y pisos turísticos. La idea es simple: Barcelona en Comú quiere estudiar cuál es el estado del turismo en la ciudad, su repercusión económica, las causas y las consecuencias que le rodean. La campaña de fondo es otra: hay quien cree que Barcelona tiene un problema con el turismo, y que debería limitarlo. Pero, ¿por qué sería una buena idea?

Hay varias respuestas, pero una corta y ajustada es Venecia.

Barcelona ante un espejo en el que no mirarse

La ciudad de los mil y un canales a las puertas del mar Adriático lleva años sufriendo las consecuencias negativas de la masificación del turismo. Como recuerda The Guardian en este artículo, vivir en Vencia ya no es una opción. Sus habitantes, que han vivido en la ciudad desde tiempos inmemoriales, están abandonando sus casas y mudándose a otros lugares. Venecia está dejando de ser una ciudad viva para convertirse en un cementerio de turistas.

Es lo que sucede cuando el maná irresistible del turismo llama a tus puertas. En datos para Barcelona: más de 7,5 millones de turistas la visitan cada año, pero sólo viven 2 en ella habitualmente

O peor, en un parque de atracciones.

Es lo que sucede cuando el maná irresistible del turismo llama a tus puertas. En datos para Barcelona: más de 7,5 millones de turistas la visitan cada año, cuando viven 2 millones en la ciudad. Las estampas son habituales para cualquier barcelonés que viva en el centro de la ciudad: riadas de turistas adornando el bello barrio gótico, infinitos grupos de viajeros poblando cada esquina del ensanche, la imposibilidad de disfrutar en plenitud de rincones como el Parc Güell. Barcelona ya no pertenece a los barceloneses.

Y lo mismo ha sucedido en Venecia. ¿Por qué se van sus habitantes? Porque el dinero asociado al turismo ha generado un tipo de industria en la que las necesidades básicas de los vecinos se ven ampliamente superadas por la volatilidad de los productos turísticos. En tres décadas, la ciudad ha perdido a la mitad de sus residentes habituales.

Trasladado a tu vecindario: imagina que de pronto, las antiguas tiendas de proximidad (carnicería, tendería, ferretería) que satisfacen las necesidades de tu día a día se ven sustituidas por tiendas de souvenirs. Poco a poco, el dinero que entra en el barrio le hace crecer, pero orientado hacia una sola necesidad: la de los visitantes. Cuando tienes que comprar algo, tienes que coger el autobús. De forma paralela, los precios de los pisos han subido, porque el negocio de compra-venta y posterior alquiler lo ha permitido. El turista tiene dinero, y el propietario quiere obtener ese dinero.

Resultado: tus calles, tu entorno, tu comunidad local han quedado desnaturalizadas. Todo es más caro y ya no es tan útil. El aumento de la riqueza, aunque real, no lo compensa porque no te llega

Resultado: tus calles, tu entorno, tu comunidad local han quedado desnaturalizadas. Todo es más caro y ya no es tan útil. Es cierto: ha aumentado la riqueza y el 14% del PIB de tu barrio, como es el caso de Barcelona, surge del turismo. Pero también ha aumentado la masificación y ocupación del espacio público, la ruptura de su antiguo tejido social y los problemas de convivencia con los volátiles y a menudo ruidosos turistas. Ya no es tu barrio. Allí donde vives, es puro escaparate.

El problema es el modelo de ciudad

"Bueno, pero no es para tanto, al fin y al cabo es dinero que entra en la ciudad. Si no tuvieran turistas se quejarían igualmente". Y es relativamente cierto. Porque el problema en sí mismo, en última instancia, no es el turismo, sino el modelo de ciudad contemporánea que se ha fomentado y que se continúa fomentando en pleno siglo XXI. Atajar de raíz los diversos problemas derivados del turismo masivo implica y obliga replantearse qué queremos de nuestras ciudades en el futuro.

La pregunta básica es, ¿se puede realmente fomentar un turismo sostenible que fomente la economía local, no destroce el tejido social tradicional de cada barrio y, al mismo tiempo, permita al turista disfrutar de las bondades de la urbe y a sus vecinos repartir equitativamente sus beneficios? La respuesta corta es un tanto decepcionante: es muy complicado.

Hay demasiadas barreras para que los legisladores implementen políticas de turismo sostenible: no hay incentivos para revertirlo porque es rentable

Se explica en este trabajo de investigación. Hay demasiadas barreras para que los legisladores implementen políticas de turismo sostenible. La idea es sencilla: si bien todo el mundo, viajeros y vecinos, es consciente de la conveniencia de un turismo sostenible, los incentivos para que se dé son limitados. Es una cuestión de economía de escala la que prima al turismo masivo sobre el turismo de cercanía. Es más rentable. Y por tanto no hay motivo para apostar por la segunda opción.

Pero lo cierto es que es necesario, o al menos los habitantes de las urbes protagonistas de este proceso lo ven así. En Barcelona, ciudad donde los movimientos vecinales para frenar el turismo masivo se han organizado en torno a plataformas y colectivos, se enarbola la bandera del "turismo de calidad". En Turquía, país tampoco ajeno al turismo masivo, se han adoptado medidas un tanto más agresivas: limitar el acceso del turista a los monumentos patrimonio del país.

Venecia Turistas En Venecia ya hay más turistas al día que habitantes. (Imagen: José Manuel Ríos Valiente)

En última instancia, el turismo masivo aniquila lo más atractivo de cada ciudad: su espíritu, su esencia. También es un problema para el viajero: deja de ser atractivo hacer turismo.

El turismo sostenible se enmarca dentro de la ciudad sostenible. Como explica José Fariña Tojo en El País, las ciudades actuales han dinamitado las identidades locales en favor de una uniformidad globalizada que, por un lado, ha favorecido el turismo masivo, y por otro una clara ineficiencia medioambiental. Las ciudades del siglo XXI son sucias y contaminantes: llenas de turistas lo son aún más. Y es un error, porque a cada ciudad, una necesidad y una respuesta. Incluido el turismo.

Las ciudades del siglo XXI son sucias y contaminantes: llenas de turistas lo son aún más. Y es un error, porque a cada ciudad, una necesidad y una respuesta. Incluido el turismo

De ahí que pese a que el turismo es uno de los principales sectores económicos de España y a que es habitual preguntarse sobre la conveniencia de limitarlo, existen argumentos consistentes para defender una postura restrictiva. De momento, sólo Barcelona se lo ha planteado: ninguna otra ciudad lo sufre como ella. ¿Pero qué hay de la costa Mediterránea, por ejemplo, degradada durante décadas en favor del maná del turismo? Sólo el tiempo dirá si el modelo actual del turismo se puede cambiar.

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