Ayer saltaron dos bombas consecutivas en el mundo de las redes sociales y ya no se sabe cuál ha generado un mayor impacto. Tal vez ya conozcas la historia: hay mucha gente que no está nada contenta con el remake de Cazafantasmas (lo han estado incluso antes de haber visto la película), y movidos por ese sentimiento de rechazo, algunos de ellos han acabado estallando en Twitter, interpelando a algunos de los responsables de la película, como a su director y, sí, también a sus mujeres protagonistas.
Exposing pic.twitter.com/jfSbGj3yCP
— Leslie Jones (@Lesdoggg) July 18, 2016
— Leslie Jones (@Lesdoggg) July 18, 2016
Stop saying ignore them or that's just the way it is. Cause that's bullshit. Everybody knows an asshole check them for their hate.
— Leslie Jones (@Lesdoggg) July 19, 2016
De ahí, de esa presión social, que ayer Leslie Jones decidiera dejar la red social de microblogging. La actriz afroamericana recibió infinidad de insultos y ataques, pero su comportamiento no fue el habitual de entre la mayoría de estrellas. En vez de seguir la consigna de “no alimentar a los trolls” o de bloquear las cuentas perniciosas, hizo públicas y visibles las ofensas. “Negra de labios grandes”, le dijeron; “tu semejanza con un simio es asombrosa” también, mientras ella lo difundía en su cuenta y anunciaba que omitir esos comentarios sería caer en su propio juego.
I leave Twitter tonight with tears and a very sad heart.All this cause I did a movie.You can hate the movie but the shit I got today...wrong
— Leslie Jones (@Lesdoggg) July 19, 2016
La otra gran noticia es que el gesto de denuncia de Jones no ha caído en saco roto, como ocurre en la mayoría de linchamientos en la red. Milo Yiannopoulos es una de las grandes rockstars del trolleo digital, una cuenta conservadora, reacia a las comunidades visibilizadoras de la discriminación y estandarte de todos los enemigos declarados de la corrección política. Él ha sido uno de los que más ha arengado el insulto contra Jones, escudando su campaña de odio en el derecho a la libertad de expresión.
Ayer Twitter bloqueó de forma permanente la cuenta de Yiannopoulos haciendo así que una persona que probablemente haya sido reportada miles de veces quedara definitivamente excluida de la red social.
Quita tus sucias políticas de mi película
Los que hayan seguido de cerca desde hace tiempo la actualidad de la cultura popular saben que esta reacción no es exactamente nueva. Estos malos momentos parecen basarse en la confrontación de dos elementos: las comunidades de fans y el vasto universo de las redes sociales.
También con la nueva película de Star Wars hubo gente molestada por la presencia Daisy Ridley o John Boyega como personajes principales de la aventura cinematográfica. O más exactamente, por la corrección política y comercial a la que Disney se rindió, según su visión, por incluirles en el reparto.
Noticias similares han salido hace un par de días al conocer el protagonismo femenino que se ha planteado para la nueva edición de la saga galáctica. Y en el mundo del comic también se han dado casos similares, como el cambio de protagonistas de varios de los personajes de Marvel, como Iron Man (que ahora será una mujer negra), Capitán América (tanto para el caso en el que iba a ser negro como en la historieta en la que iba a ser nazi) o, bueno, Thora.
Pero varios medios lo denuncian así: el de Ghostbusters ha sido el ejemplo más virulento de entre los casos recientes de crítica de los fans.
El tráiler de la película dirigida por Paul Feig se ganó el honroso título de convertirse en el tráiler más hateado de toda la historia de youtube. Cifras sobre la valoración de la película segmentadas por género apuntan a que hay una brecha de opinión entre hombres y mujeres muy pronunciada. Y, de hecho, mucha gente estaba votando en webs de crítica de cine a favor o en contra de la película antes de que se hubiese estrenado comercialmente. Es decir, valorándola sin haberla visto.
¿Ha cambiado la cultura nerd?
Entonces, ¿hay un problema nuevo dentro de las comunidades de fans de diferentes productos culturales? Sobre esta idea han escrito varios medios web como The Guardian a raíz del caso de Leslie Jones; Birthmoviesdeath al conocerse la amenaza de muerte de un tuitero al ejecutivo de Marvel Tom Breevort; o AV Club sobre el hashtag #GiveElsaAGirldfriend, por el que fans de la película presionaban por que la protagonista de Frozen tuviese novia en su próxima segunda parte.
#GiveElsaAGirlfriend because LGBT kids deserve to know that there is nothing wrong with them💛💛💛💛💛
— jeffrey marsh (@thejeffreymarsh) May 1, 2016
Esas son algunas voces desde los medios mayoritarios, pero también han hablado de este problema desde redes como tumblr, donde son los propios integrantes del fandom los que dan su visión, su derecho a entrometerse en lo que sienten es suyo o también a apropiarse de esas ficciones para ampliarlas con su mano en sus comunidades.
Odiar a las Cazafantasmas: una señal más del miedo al Otro
Hemos querido consultar a gente con más autoridad y conocimientos sobre la cultura pop sobre si son o no novedosas estas corrientes de quejas y denuncias por parte de los espectadores sobre las decisiones de los estudios a la hora de realizar nuevas películas de una franquicia. Pedro Vallín, periodista cultural en La Vanguardia con décadas de trabajo en el periodismo de este ámbito a sus espaldas. Para él, el problema es mucho más profundo de lo que parece, y nos lo cuenta así:
En realidad, y aunque muchas estrellas han conocido acosos (llegando a los extremos del asesinato de John Lennon, o el del dibujante japonés Masashi Kishimoto, por mencionar dos ejemplos), las redes sociales introducen la posibilidad del ciberacoso anónimo. En el cine de gran consumo, siempre han sido más comunes las devociones que los odios. Hasta la aparición de las redes sociales, era muy raro (aunque ha ocurrido) que a una estrella de cine le llegaran las misivas de odio de los espectadores, salvo el caso de individuos trastornados. Hoy, a través de Twitter es relativamente sencillo perder el tiempo haciendo pública una opinión negativa que, en realidad, nadie te ha pedido y a nadie le importa.
En todo caso, la forma más sana de relacionarse con las redes sociales cuando uno es un personaje público es hacer oídos sordos a las críticas destructivas o los insultos y, eso sí, poner en conocimiento de las autoridades las amenazas que se reciban.
En cuanto al asunto del género o la raza, supongo que se han vivido momentos más intensos que otros en los debates sobre identidad sexual o segregación racial, pero es cierto que Occidente está viviendo hoy un súbito renacimiento, bastante bochornoso, de las ideologías de la discriminación.
El auge de Le Pen en Francia, Trump en Estados Unidos, el mismo componente xenófobo del Brexit, la vergonzosa ley de acogida danesa, la propuesta de construir muros en los países del Europa del Este para impedir el paso de los refugiados, el resurgimiento de movimientos neonazis en Alemania, o el escandaloso genocidio por omisión que la Unión Europea está cometiendo en el mar Egeo, son indicios de un regreso a discursos políticos reaccionarios de sustancia inquietantemente similar a los que vimos en la Europa de entreguerras. En este sentido, la red y los espectadores de cine son sólo una fracción de un problema de dimensiones mucho mayores.
Es decir, que estas actitudes sí son diferentes a las de tiempos pretéritos. Que los fans ya no son la gente que mayoritariamente mostraba cariño por las sagas, o que al menos las redes sociales han contaminado el clima.