Tiempo ha de las aventuras y desventuras del Reino Unido, el país que decidió emprender un viaje de no retorno hacia la incertidumbre total cuando optó por abandonar la Unión Europea. A un trimestre de que se consume el segundo aniversario y en plenas negociaciones, ¿sabe ya el país cuánto, más o menos, le va a costar la aventura? Pues sí. Diversos informes de agencias gubernamentales y públicas lo han calculado. Y la economía también lo ha hecho.
Crecer o no crecer. Si ahí radicaba la cuestión del Brexit, la respuesta a estas alturas de juego parece bastante clara: no se crece. O al menos no al ritmo que el resto de las economías del mundo. Mientras Alemania, Francia o Estados Unidos tienen previstas crecidas del 2% del Producto Interior Bruto para este año, Reino Unido llega a duras penas al 1,5%, tras una revisión a la baja realizada por el gobierno apenas hace unos meses. Incluso Japón, endémico estancado, crece más.
Un coste elevado. Reino Unido lleva un lustro con problemas de crecimiento, algo no necesariamente grave si en apenas un año el país no tuviera que abandonar la Unión Europea. Con o sin acuerdo. El último informe cifra el precio a pagar por cerrar la puerta a Europa sin hacer amigos: más de 2.000 millones de euros, alrededor de 80 millones anuales a deber al continente a lo largo de un cuarto de siglo. Una factura sustanciosa y muy pesada para un voto, entonces, tan entusiasta.
¿Y qué dice May? Las previsiones, al fin y al cabo, previsiones son. ¿Pero qué opina el gobierno de todo esto? Algo no muy distinto: en enero BuzzFeed publicó el informe confidencial manejado por Downing Street. Era poco esperanzador: en el mejor de los escenarios, el crecimiento del país se ralentizaría un 5% a lo largo de 15 años; en el peor, el porcentaje caería al 8%. Para Theresa May, lo ideal pasa por salir de la UE pero mantener el acceso al mercado único. La caída se contendría en el 2%.
No es algo que Europa esté dispuesta a aceptar con restricciones al libre movimiento de personas.
Las negociaciones van mal. Hasta ahora, Bruselas y Londres se han puesto de acuerdo en muy pocos aspectos clave. No está clara cuál será la relación del Reino Unido con el libre mercado, aunque May aspira a una "unión aduanera" que permita al país recuperar el control de sus fronteras. En frontero, Barnier puso negro sobre blanco en el plan comunitario para el Brexit, uno duro, en el que se tocaban cuestiones peliagudas como Irlanda del Norte. Es lo más parecido a un borrador del Brexit que hemos tenido.
En Reino Unido el escándalo fue mayúsculo. Pero Londres aún no ha esbozado plan alguno, y queda menos de un año.
¿Qué hay de Irlanda? El costo económico está descontado, tanto en Londres como en Bruselas. ¿Pero qué pasa con el político? May ya saboreó las amargas consecuencias de sus titubeos en las pasadas elecciones. La próxima bomba de relojería es Irlanda: Reino Unido no quiere una frontera "dura", por obvias reminiscencias, pero es difícil entrever una solución que no implique controles reales y que mantenga el acceso libre tal y como hasta ahora. No sólo por la UE, también por otros socios de la OCM.
Imagen | Olivier Matthys/AP