Un gag de hace 48 millones de años. Un insecto prehistórico iba paseando por las tierras de Messel, al sureste de Alemania, cuando un pariente lejano de la iguana se lo comió. Se abre el encuadre y vemos que también por allí rondaba una serpiente, que a su vez se comió a la iguana. Tan mala suerte tuvo esta serpiente que justo cuando pensaba que se había ganado un buen almuerzo, uno o dos días después de su captura cayó en un lago volcánico con aguas tóxicas que la dejó fosilizada.
Pues bien, este pequeño sketch sabemos ahora que no es ninguna invención. Es lo que realmente pasó en un curioso episodio de la naturaleza hace mucho tiempo, una especie de cadena alimenticia en miniatura tan extremadamente rara para la ciencia paleontológica como encontrar restos de nuevas especies homínidas.
Animales dentro de animales dentro de animales fosilizados, el jackpot de la paleontología
¿Cómo de rara es? Rarísima. Sólo hubo otro caso de una triple fosilización de animales dentro de animales. El descubrimiento anterior se hizo en 2008, con un fósil aún más antiguo que el que ha aflorado ahora, de 299 millones de años de antigüedad. Los protagonistas de aquel resto arqueológico fueron un pequeño pez, al que devoró un familiar ancestral del cocodrilo que a su vez fue ingerido por un extinto tiburón xenacanthus.
El nuevo fósil de Messel también ha ayudado a conocer algo muy importante: la dieta de los lagartos no fue herbívora, sino omnívora. Todos los restos que se habían encontrado hasta el momento eran de plantas en el estómago de los reptiles, pero al comprobar que también se podían alimentar de bichos ha supuesto una pequeña revolución dentro de los estudiosos de estos animales, puesto que eso cambia algunas asunciones sobre su comportamiento.
De paso, esta serpiente de algo más de un metro está extraordinariamente bien conservada, y ha permitido corroborar el tipo de dieta originaria en la que se basan las boas modernas. La paleopitón encontrada pertenece a un grupo de serpientes constrictoras (no, no tiene relación con las pitones de hoy) que incluye a las boas de Madagascar, las boas neotropicales y las boas de arena de Asia y África). Al crecer dejan la alimentación orientada a pequeños animales para buscar víctimas más grandes, mamíferos, pájaros y reptiles del tamaño de cocodrilos.
Aunque los científicos responsables de este último descubrimiento seguirán buscando nuevos restos, cuentan con que no volverán a dar con un caso tan extraordinario jamás, y atesoran el momento como el golpe de suerte que les valdrá la mejor anécdota de su carrera.
¿Y se han encontrado otras matrioskas fósiles?
Sí, precisamente los yacimientos de Messel con la meca de la paleontología, gracias a un alto estado de conservación, y allí se han registrado ejemplos de murciélagos que han ingerido polillas, caballos con uvas y hojas en su estómago e incluso una hembra de Eurohippus embarazada.
Gracias a esta zona también sabemos qué pinta tienen dos tortugas del mesozoico fornicando. Estamos seguros de que nadie se espera morir sepultado por lava mientras echas un polvo, seas de la especie animal que seas.
Los otros fósiles de Messel
No serán tan espectaculares como el insecto-lagarto-serpiente, pero hay otros restos arqueológicos igualmente hermosos encontrados en la historia de este yacimiento germano. Dentro ejemplos.
El Darwinius masillae (o un tipo de mono muy antiguo)
El Masillatrogon (un pájaro del tipo trogón)
El kopidodon (o el padre de la ardilla moderna)
La eopelobates (rana de hace millones de años)
Masillamys (un roedor grande del eoceno)
Palaeoperca (o pez vulgar)
Titanomyrma (la hormiga gigante)
Aves Indet (o pájaro jurásico)
Coleóptero (ancestro de los escarabajos)
