En el alfabeto latino, los niños normalmente aprendemos las letras con ilustraciones acompañadas de animales, objetos caseros y sencillos conceptos de nuestro día a día. Así ocurría también en la Rusia anterior a la revolución soviética, pero tras la irrupción de Lenin en 1917, las letras cambiaron para siempre.
Mensajes propagandísticos, dentro de unas cartillas conocidas como azbukis, poblaban las imágenes de cada una de las 33 letras que el alfabeto cirílico posee. Hombres fuertes, campos de espigas y fábricas colosales. Eso era lo que impregnaba los dibujos de Alexander Mogilevsky o Vladimir Mayakovsky, llenos de belleza y en muchos casos notoriedad. Pero había otros ilustradores que sobresalías por encima de sus compañeros, que eran revolucionarios... en otro sentido.
Serguéi Merkúrov es una de las piedras angulares del arte del imperialismo ruso; durante sus casi 60 años de trayectoria le hizo esculturas y monumentos a varios soviéticos de renombre dentro y fuera del partido, como León Tolstói, Máximo Gorki o al propio Stalin, a quien le dedicó tres efigies. Pero por lo que nos interesa hoy es por su versión cirílica del kamasutra, algo que hizo al margen de su trabajo como artista oficial de la dictadura comunista.
Y así pasa. Mujeres en posiciones imposibles, hombres de largas y orgullosas trancas, elementos de la mitología griega y penes alados. Imágenes satíricas de las que los byrons, la élite del régimen ruso del período, disfrutaban, pero que no estaban disponibles para ser vista por el pueblo llano. "No hay sexo en la USRR", una de las consignas propagandísticas de aquellos días, alentaban a la ciudadanía a reprimir sus instintos para regirse a un más preciso control de la natalidad. Parece que en los palacios la moral era algo más laxa.
En las coloridas litografías del 32 de Mikhail Cheremnykh, conocidas como el “Azbuka antirreligioso”, se llevaba el sentimiento soviético más allá, mostrando las maldades de la sociedad capitalista con fiereza y mucho humor. Ford se convierte en el dueño de una “fuerza fascista”, en relación con la fábrica automovilística puntera en Estados Unidos, Gandhi ha vendido a su pueblo y los curas son peor vistos incluso que por el bando republicano antes de la Guerra Civil.