Iker Casillas no sólo es el portero más laureado de la historia de la selección española, también cree en los cantos de sirena que niegan la llegada del ser humano a la Luna. Conspiracionista declarado, el actual arquero del Oporto se encontraba cenando con unos amigos cuando le asaltó la duda eterna. ¿Fue Neil Armstrong parte de un montaje que se amontona cinco décadas en nuestra memoria? ¿Eran aquellos paisajes lunares mero atrezzo simulado por la NASA?
Convencido de lo acuciante de la cuestión, Casillas lanzó una encuesta pública en Twitter para zanjar el no-dilema de una vez por todas. Automáticamente, su tuit se convirtió en un hito viral retuiteado en más de 1.000 ocasiones. A esta hora de la mañana los valedores de la ciencia histórica representan al 59% de los encuestados, mientras que los partidarios de las teorías de la conspiración suman el 41%. Dicho de otro modo: una cuarta parte de sus seguidores aún cree en el mito.
El año que viene se cumplen 50 años (supuestamente) que el hombre pisó la Luna. Estoy en una cena con amigos... discutiendo sobre ello. Elevo la tertulia a público! Creéis que se pisó? Yo no!
— Iker Casillas (@IkerCasillas) 23 de julio de 2018
Mito como tal, claro, porque sí, el ser humano pisó la Luna aquel verano de 1969. Lo haría en varias ocasiones durante los años venideros, poco antes de que la agencia espacial estadounidense cortara de raíz el programa Apollo, se dedicara a otras cuestiones menos mediáticas y paralizara el trasiego de almas humanas entre nuestro cuerpo celeste y otros elementos vecinos del Sistema Solar. Durante todo ese tiempo, han sido numerosos los supuestos argumentos y pruebas irrefutables que han desmontado la llegada de la humanidad a la Luna.
Con cierto predicamento, huelga decir, el suficiente para que personajes públicos como Iker Casillas se lancen a la aventura democrática de dirimir la historia en función de lo que dicte Twitter. ¿Pero qué podrías hacer tú, mundano mortal, en caso de que uno de tus amigos te lanzara el tema de conversación tal como debió lanzarlo Casillas a sus amigos? Aquí tienes siete dudas razonables que la teoría de la conspiración siempre arroja, y que se desmontan con facilidad.
1. No hay estrellas en el cielo lunar
Ni hace falta que las haya. La ausencia de un cielo estrellado a pie de Luna, visible en su magna oscuridad a través de las fotografías tomadas por los astronautas que allí pusieron pie, se explica por el efecto del sol. Las cámaras que portaban los exploradores captaban aquellos que brillaba con intensidad en primer plano, obviando luces más tenues en segundo plano (esto es, las estrellas). Sólo largas exposiciones con cámaras fijas permitiría observar el cielo lunar estrellado.
¿Insuficiente explicación? Prueba a hacer una fotografía del cielo con tu cámara de fotos en modo automático (o desde el espacio). Las estrellas tampoco se verían desde la Tierra.
2. La bandera está ondeando
Una suposición habitual, pero errónea. Dice la teoría de la conspiración que de ningún modo podría ondear al compás del viento la enseña estadounidense, dado que en la Luna no hay viento de ningún tipo. Lo último es cierto, pero la suposición parte de una premisa muy aventurada: que las arrugas visibles en las banderas plantadas en la luna son fruto del viento. Lo cierto es que siempre se mantuvieron estáticas, y que las arrugas son la consecuencia de su largo viaje plegadas.
Pensemos en todas las relucientes banderas españolas compradas en la tienda de confianza de la esquina que de repente engalanaron un montón de balcones en septiembre. Al pasar tanto tiempo plegadas, las marcas pervivían. Algo similar les sucedía a las banderas de la Luna.
3. Los motores deberían haber dejado un cráter
¿Qué hay de la propia nave? Equipada con un motor capaz de empujar 5.500 kilogramos, semejante potencia debería haber tenido algún legado en el suelo a priori incólume e inmóvil de la Luna. Lo cierto es que de haberse empleado a fondo en el aterrizaje sí, quizá hoy pudiéramos observar un cráter de cuño humano en el Mar de la Tranquilidad, pero la realidad es que para tan delicada tarea apenas empleó un quinto de su empuje. A tan escasa altura y tras el proceso de desaceleración, la nave sólo necesitaba controlar su propio peso para sortear el aterrizaje con éxito.
Es decir, polvo y poco más. Nada de cráteres.
4. Las huellas se conservan demasiado bien
La teoría: las pisadas realizadas por los astronautas se conservan demasiado bien para lo que, en buena lid, debería ser un elemento maleable y expuesto a las condiciones climatológicas. Si nosotros pisamos sobre una fina colcha de arena, la huella desaparecerá al cabo de los días. ¿Qué sucede en la luna, en la práctica? Que como los propios astronautas declararon, su superficie se parece más a la de la "arena mojada". Su composición es muy distinta, lo que impide trazar comparaciones.
La idea es tan popular que MythBusters se lanzaron a testarla en uno de sus programas. Resultado: conspiración desmontada. El suelo lunar se comporta de forma diferente al terrestre, provocando que sus partículas se "bloqueen" las unas a las otras, asegurando la permanencia de la huella.
5. Neil Armstrong no se pudo filmar a sí mismo
Poco antes de soltar la frase de marras, Neil Armstrong tuvo que bajar por las escaleras del módulo lunar para poner pie en el satélite. Aquel gesto fue observado por millones de personas desde la Tierra en tiempo real, haciendo del primer ser humano que pisaría jamás la Luna un espectáculo televisivo de primer orden. ¿Pero quién diablos estaba filmando aquel significativo pasaje de la historia humana? La pregunta, muy habitual, revela poca fe en la tecnología de antaño.
La respuesta más sencilla es "el propio módulo lunar". Aún en las escaleras, el astronauta colocó y activó un pequeño equipamiento transportado por el módulo que incluía, entre otras cosas, la cámara de televisión que le inmortalizaría poniendo pie a Luna.
6. La calidad de las fotos es demasiado alta
Por un lado, la NASA escogió aquellas fotografías mejor expuestas, enfocadas o compuestas, desechando decenas de otras menos óptimas. Por otro, numerosas imágenes fueron editadas y mejoradas a posteriori eliminando imperfecciones, borrando el rastro de las marcas (crosshairs), o simplemente con motivos estéticos (mayor constraste, lo que ha llevado a muchos a decir que los astronautas posaban bajo un foco). Nada que la fotografía de antaño no pudiera redondear.
Uno de los casos más célebres dicta que Buzz Aldrin no podría haber aparecido entre las sombras de módulo lunar por la ausencia de exposición al sol, y que por lo tanto la fotografía debía ser un montaje. Que pudiéramos verle entre las pocas oscuridades provocadas por el ecosistema lunar se explica porque la propia superficie de la luna reflejaba la luz, permitiendo su iluminación.
7. Los soviéticos no pudieron hacerlo, pese a ir más avanzados
El último y recurrente mito opta por la eliminación: si la Unión Soviética, pionera en la exploración espacial en tantos y tantos sentidos, fue incapaz de llevar a un ser humano a la Luna, ¿qué nos hace pensar que Estados Unidos sí pudo hacerlo en su lugar? Por un lado, el increíble y precoz desarrollo de la tecnología de la NASA en apenas meses o semanas, igualando o superando diversos hitos soviéticos. Por otro, la propia URSS se lo creyó, y jamás denunció montaje alguno.
Esto último debería servir como prueba del algodón definitiva. Si la mayor superpotencia de la época, en directa competición por la carrera espacial, no denunció la falsificación de la NASA (con toda la abundante información de la que disponían a nivel técnico para verificar lo plausible de sus logros), ¿cómo podemos tener aún dudas tantas décadas después? En la respuesta no hay atisbo de lógica racional, y sí una ancestral querencia humana en las creencias paranormales.