A partir de hoy y a lo largo de la semana se va a hablar mucho de Kilian Jornet y su histórica ascensión al Everest. De hecho, es probable que muchas personas le conozcan por primera vez. ¿Quién es Kilian, se preguntarán algunos? Nuestro protagonista nació en Sabadell en 1987, pero creció en el refugio de Cap de Rec del que su padre era el guarda. Una infancia rodeada de montañas que le permitió ascender su primer tres mil con tan solo tres años.
Dos años más tarde sus piernas pisaron el techo de los pirineos y con seis ya contaba con su primer cuatro mil en los Alpes. De esa vocación nació un montañero, alpinista y atleta capaz de batir el récord mundial en la Ultra Trail Mont Blanc con tan solo 20 años o de realizar la transpirenaica (recorrer los 800 kilómetros de sierra pirenaica) en 8 días.
¿La razón de tanta atención mediática de repente? Ha ascendido a la cima del Everest (8.848 metros) en apenas 26 horas, descendiendo posteriormente hasta el campo base avanzado (6.400 metros), punto en el que finalizaba su actividad.
38 horas en total. Una hazaña inimaginable hasta hoy que, expuesta sin contexto, no parece nada del otro mundo. De modo que, ¿por qué es tan especial lo que ha conseguido?
Summits of my life: el proyecto de toda una vida
Hasta 2012 Kilian era conocido por ser uno de los máximos exponentes de las carreras de montaña, de la que se proclamó campeón mundial de forma consecutiva entre 2008 y 2010. También en los Campeonatos del Mundo de Esquí de Montaña, en los que coleccionaba medallas. Aunque donde instauró su verdadera dictadura fue en el Skyrunning, con cuatro Campeonatos del Mundo seguidos (2007-2010). Fue en 2014, el mismo año que National Geographic le eligió Aventurero del Año, cuando consiguió un triplete histórico venciendo en Skyrunning, Ultrarunning y Kilómetro Vertical.
Sin embargo, y pese a tantos éxitos algo no andaba bien dentro de Kilian Jornet:
Así nació Summits of My Life, un proyecto que consistía en intentar los récords de ascenso y descenso de las Siete Paredes: Mont-Blanc, Cervino, Elbrus, Denali (McKinley), Aconcagua y Everest. ¿Y el Kilimanjaro? Quedó excluido. Razón: Kilian Jornet ya había establecido en 2010 el récord de velocidad ascendiéndolo en 5 horas y 23 minutos.
Pero lo verdaderamente importante de esta empresa, una parte de ese contexto que remarcábamos al comienzo, se trata de que no consistía únicamente en el tiempo en el que se iba a parar el cronómetro sino que estas ascensiones estaban fuertemente ligadas a unos valores como la simplicidad, o renuncia a cualquier ayuda externa en sus actividades como el oxígeno o cuerdas fijas; el silencio, que consiste en no dejar huella ni marca alguna allá por donde pase; y poniendo especial énfasis en que por encima del Kilian alpinista, del atleta y del corredor está el Kilian persona.
Este último punto es el que le llevó en 2015, fecha en la que iba a intentar el reto del Everest por primera vez, a viajar a Nepal pese al terremoto que sacudió y desoló el Valle de Langtang. El seísmo no le amilanó. A los pocos días Kilian se encontraba ya en el lugar... pero no para ascender ninguna montaña sino para renunciar a su reto por voluntad propia y ayudar a la población con todos los medios de los que disponía.
La otra parte, clave para entender cada uno de los intentos Kilian e imprescindible para ser conscientes de la dimensión de su último reto: el punto de partida en cada ascensión no iba a ser el tradicional en caso de contar con un campo base, sino que partiría desde el último lugar habitado. Y conforme alcanzaba sus retos, siendo el Elbrus el único que se le resistió teniendo que abandonar a tan solo 300 metros de la cima por causas meteorológicas, el Everest asomaba en el horizonte.
"El Everest no es muy difícil"
Antes de nada es necesario desmitificar aquello de que el Everest parece una montaña no tan difícil debido al número de ascensiones que cada año computa su cima. Para nada. Hay que tener en cuenta que una ascensión a un ochomil es, ante todo, una lucha contra la altitud y por tanto, contra la falta de oxígeno.
Es por ello que los alpinistas necesitan una preparación previa en la zona, pasar varios días a 4.000 metros para acostumbrar a sus pulmones a trabajar con menos O2 y progresivamente ir subiendo esa cota hasta poder respirar con cierta facilidad en altitud. Este ejercicio, que puede llevar hasta varias semanas, es esencial y se define como aclimatación. En caso de no completarla en su totalidad podría derivar en el mal de altura, los pulmones no son capaces de dar al cerebro el oxígeno que necesita, y seguramente, en retirada o en tragedia.
Sin embargo, hay límites infranqueables y en altitud se encuentran alrededor de los 7.500 metros, la famosa zona de la muerte. Es imposible aclimatarse a partir de ahí. O lo que es lo mismo, una vez que alcanzas esa cota el cuerpo se va muriendo poco a poco. Es aquí donde reside gran parte de la heroicidad que supone ascender un pico más de esa altitud, a partir de ese momento, cualquier percance, por pequeño que sea, cualquier retraso, supone estar más tiempo expuesto en la zona de la muerte. Un tiempo que puede marcar la diferencia entre vivir o morir.
Por eso las expediciones comerciales (razón de que tanta gente pueda subir a la cima en un año) utilizan oxígeno artificial, porque borra la aclimatación de la ecuación, así como la zona de la muerte, pero a su vez la esencia del alpinismo. ¿Es esta la única razón de que tanta gente suba? No. Hablemos de cuerdas fijas.
Una vez expuesto la dificultad propia del ser humano es turno de hablar de las dificultades técnicas. Ascender una cima como el Everest es sinónimo de ascender por paredes de fuertes pendientes e inclinación. Un resbalón puede tener causas fatales. Un piolet que no se clava bien, ídem. Así como un sinfín de ejemplos más. Por ello, para evitar que un percance te lleve a una caída mortal se suelen instalar cuerdas. Sin embargo hay varias formas de hacerlo.
¿Qué hacen las expediciones comerciales? Instalar cuerdas que se quedarán toda una temporada en la pared desde el campo base hasta la mismísima cima. De modo que esa instalación, unido al oxígeno artificial, convierte el Everest en una ascensión asequible para todo el mundo. Pero no hay que olvidarse que estamos hablando del hito del año, por lo que una instalación así es impensable y va en contra de los valores de los alpinistas que huyen de la ayuda artificial. Aquí donde entra el llamado estilo, algo que tiene una importancia abismal en el reto de Kilian.
Por último, es importante también señalar que una ascensión así suele dividirse por etapas. De ahí que nazcan los distintos campamentos intermedios (C1, C2, etc.). La razón es sencilla, el alpinista necesita recuperarse, rehidratarse, alimentarse. No hay un número obligatorio de campos. Además, un fuerte cambio de altitud en unas pocas horas puede afectar al cuerpo por muy aclimatado que estés. No es lo mismo pasar de 5.100 a 7.300 metros, por ejemplo, en dos días que hacerlo en unas horas.
Kilian y el Everest. Un reto sin comparación posible
Explicadas las dificultades inherentes de una ascensión a un monte de ochomil metros volvemos a Kilian Jornet y el Everest para profundizar en la enorme dimensión de su reto. ¿Con qué expedición anterior se puede comparar? Es sencillo, con ninguna.
Primero porque su punto de partida ha sido el Monasterio Rongbuk (5.000 metros) cuando alguien normal hubiera optado por una aproximación hasta el campo base avanzado (6.400 metros) de esa vertiente de la montaña para un posterior ataque a la cima al día siguiente. Para hacernos una idea, la travesía que une estos dos puntos cuenta con 30 km y 1.400 metros de desnivel acumulado, un camino que suele hacerse en dos días como recordaba ayer Albert Jorquera, Social Media de Salomon España. A Kilian le ha costado unas horas. Sigamos.
First images of @kilianj's Everest ascent! Congrats Kilian! Amazing job @sebastienmontaz! #OurEverest pic.twitter.com/zzgIKYgIJt
— Summits of My Life (@SummitsofMyLife) 22 de mayo de 2017
Lo que Kilian ha hecho en su ascensión es pasar de 5.000 metros a los 8.848 con los que cuenta la cima del Everest en tan solo 26 horas. Es decir, 3.848 metros de diferencia en ese tiempo. Recordad lo que hablábamos sobre cambios tan bruscos de altitud en tan poco tiempo, algo al alcance de los elegidos. Kilian es uno de ellos.
Hay que tener en cuenta, además, que el cuerpo se va desgastando. Es decir, cuando Jornet ha llegado a la zona de la muerte sus piernas habían recorrido decenas de kilómetros y el desnivel acumulado en ese momento era ya de 2.500 metros. ¡Y todavía le quedaban 1.348 metros de desnivel y otros tantos kilómetros por recorrer hasta llegar a la cima! Y no solo eso, ¡¡una vez en ella todavía hay que tener energías para deshacer el camino hasta el campo base avanzado!! ¡¡Y LOS SIGUIENTES 1.300 METROS (ya de bajada) SIGUEN ESTANDO EN ZONA DE LA MUERTE!!
Hay que ser conscientes de todo lo que sus piernas llevan acumuladas en ese momento. Echad cuentas efusividad al margen (imposible retenerla llegados a este punto).
Pero es que todavía hay más. Probablemente lo más meritorio de todo. Lo que coloca este hito en un lugar que todavía no sé si existe a día de hoy palabra para definirlo. El estilo que mencionábamos con anterioridad: sin cuerdas fijas, sin oxígeno, sin ayudas externas. Kilian con su mochila frente al mastodóntico Everest. A vosotros no lo sé, a mí me está empezando a costar respirar. Y no solo eso, todavía no soy capaz de asimilar en su totalidad semejante hazaña.
Lo mejor de todo es que cuando Kilian anunció este reto, años atrás, parte de la comunidad alpina no se lo tomó en serio, pensaban en el anuncio como en una bravuconada. Muchos ni siquiera lo veían como un alpinista, lo veían como un loco... Empezando por un tal Reinhold Messner.
Rápido y ligero. Esa es la premisa del alpinismo de vanguardia. Por la que apostó Kilian y su equipo. Sería injusto no nombrar a Jordi Tosas, quien le ayudó en la preparación. Y obviamente, sería todavía más injusto no nombrar una de las llamas que encendió la mecha de esta modalidad, Ueli Steck, quien seguro, esté donde esté, tiene una inmensa sonrisa de oreja a oreja mientras susurra para sus adentros: "Lo sabía, sabía era posible. Mil gracias Kilian por demostrarlo".
A estas alturas me cuesta ya hasta mantener la concentración, saber qué escribo. Por eso aquí lo dejamos. Necesito tiempo para concienciarme de lo que ha ocurrido hoy. Como poco, 38 horas.