La mayoría de jóvenes no quiere hablar por teléfono. Ni llamar al restaurante de turno para pedir comida para llevar. Ni a su casero para quejarse de que los radiadores no funcionan. Ni a su jefe para avisar de que están enfermos. En cambio, prefieren pedir sus pizzas online, enviarle un WhatsApp al casero, un email al jefe o simplemente hacer clic en una casilla del Excel para avisar de que no irá a trabajar. El gesto de silenciar una llamada entrante se está volviendo cada vez más habitual, especialmente entre los millennials, nativos digitales que priorizan otras formas de comunicación antes que la tradicional conversación telefónica.
Si te ocurre esto a ti también, no estás solo.
Ansiedad telefónica. Mantenerse en contacto con los seres queridos sin verlos en persona se ha vuelto aún más importante durante la pandemia. Pero para algunas personas, hacer o recibir llamadas es una experiencia estresante. La ansiedad telefónica, o telenofobia, es el pánico y la huída de las conversaciones telefónicas y es más común entre las personas con trastorno de ansiedad social y jóvenes.
Algunos síntomas incluyen retrasar o evitar hacer llamadas debido a una mayor ansiedad, sentirse extremadamente nervioso o ansioso antes, durante y después de la llamada y obsesionarse por lo que se dirá en ella. Los síntomas incluyen náuseas, aumento de la frecuencia cardíaca, dificultad para respirar, mareos y hasta tensión muscular. Una encuesta de 2019 a empleados concluyó que el 76% de los millennials y el 40% de los baby boomers tienen pensamientos ansiosos cuando suena su teléfono. Por eso, el 61% de los millennials evitaría completamente las llamadas, en comparación con el 42% de los baby boomers.
Le quitan tiempo a los millennials. La extendida aversión de los jóvenes por la conversación telefónica no puede ser atribuida en su totalidad a la llamada "telenofobia". Según un estudio reciente, publicado en bankmycell.com, un 75% de los millennials evita responder a las llamadas porque consideran que les quitan demasiado tiempo. Aunque existe, a pesar de todo, una jerarquía a la hora de ignorar unas u otras llamadas. Según el estudio, el 29% de los jóvenes suelen ignorar llamadas de amigos, frente a un 25% que ignora las de su familia y un 21%, las de su trabajo.
Desconectados de las llamadas. Detrás de esas llamadas ignoradas no siempre hay una elección consciente. Las abundantes llamadas publicitarias no deseadas y una sobreinformación en los smartphones ha llevado a muchos jóvenes a mantener sus móviles permanentemente en silencio, haciendo que muchas llamadas acaben en el limbo. Algunas personas optan por enviar mensajes de texto porque les da tiempo para pensar en la redacción, lo que les brinda la oportunidad de ser informales. Incluso, en algunos casos, desarrollan una personalidad diferente por separado y en contraste con su yo de la vida real, más reticente.
La investigación también sugiere que la ansiedad está relacionada con una preocupación por lo que la otra persona piensa de ellos. Al eliminar la reacción inmediata de los demás en las conversaciones habladas, los mensajes de texto pueden ofrecer a las personas una forma de establecer contacto social sin temor al rechazo o la desaprobación. En las conversaciones cara a cara, tenemos varias distracciones en nuestro entorno. Esto puede hacer que la interacción se sienta más informal y que la conversación fluya de forma natural. En una llamada no hay, por lo que puede parecer que el centro de atención está en nosotros.
Los jefes, enfadados. Un artículo de hace unos años del Wall Street Journal relataba cómo las empresas no pueden lograr que los jóvenes contesten sus teléfonos. Los jefes de los millennials por alguna razón sienten que sus trabajadores deberían estar a disposición de los clientes, si se puede imaginar tal cosa. En un experimento en la empresa Metro Guide Publishing, las ventas de publicidad bajaron e identificaron una razón: su personal de ventas, todos menores de 35 años, enviaba correos electrónicos a los clientes con sus presentaciones, no los llamaba por teléfono.
Tal fue el revuelo interno de la compañía, que contrataron a una experta para que enseñara a los trabajadores jóvenes a usar el teléfono.
La generación muda. Muy conectados, sí, pero los millennials somos prácticamente una generación muda. Un estudio refleja que los nacidos entre 1981 y 1996 tienen pavor o algún tipo de ansiedad por contestar y hacer llamadas telefónicas. Según los resultados de la encuesta Generación muda, el 81% de los millennials evitan hacer llamadas telefónicas a toda costa o tienen que prepararse antes de marcar porque les genera ansiedad. De la misma forma, recibir una llamada les parece una intromisión en su vida personal porque prefieren interactuar a través de WhatsApp.
¿Las razones de este fenómeno? Muchas y muy variadas. Las llamadas pueden llevar mucho tiempo y no tienes forma de saber si durará minutos u horas. Son inquietantes: en la mayoría de los casos, el teléfono vibrará en un momento aleatorio del día, lo que podría descarrilar cualquier actividad que estás haciendo. Son presuntuosas: en general, cuando alguien te llama, sus necesidades son mayores y se supone que tienes tiempo para que te interrumpan. E ineficaces: cuando utilizas WhatsApp, puedes entrar y salir cuando quieras. Además, al enviar un email o un mensaje a través de una app, vas directo al grano, sin ninguna charla previa.
De hecho, el 63% de las personas usa la excusa "no lo he escuchado" para evitar una llamada, seguido del 12% que culpa a la señal del teléfono. Basta decir que el 88% de las personas preferiría tener datos ilimitados que llamadas y SMS hoy en día. ¿Podemos culpar a los millennials por la desaparición de la llamada telefónica? La comunicación escrita nos permite participar en la conversación al ritmo que elijamos. No deberíamos preocuparnos por interpretar mal el tono de alguien cuando las palabras están escritas en blanco y negro. Quizás no sean las llamadas telefónicas a las que nos oponemos, sino la sensación de haber sido emboscados por las responsabilidades que devienen de esas llamadas.
Imagen: Pexels