Hace algunas semanas ABC publicaba una historia que, en condiciones normales, jamás encontraría espacio en los medios de comunicación: nada estaba pasando en la Costa del Sol. La no-noticia tenía relevancia por los acontecimientos de un año antes, cuando diversos grupos criminales asolaron Marbella y alrededores en una oleada de ajustes de cuentas y homicidios con arma de fuego. De entre todas las bandas que operaron en la zona durante 2018, una fue objeto de particular seguimiento por las fuerzas del estado: "los suecos", mafiosos escandinavos definidos en su día como "los más sanguinarios" de la Costa del Sol.
¿Suecos? ¿Sanguinarios? Aunque parezca difícil de creer, sí.
Violencia. Los suecos provenían de Malmö, y se asentaron en Málaga atraídos por el negocio del narcotráfico. Durante meses, realizaron "ejecuciones a quemarropa, a pleno día, encapuchados, desde una bicicleta o dentro de un coche". Hoy la policía ha desarticulado sus operaciones, pero el sustrato violento y criminal del que provienen sigue causando estragos en las principales ciudades suecas, y muy en especial en Malmö, la tercera más grande del país y la más importante al sur de su geografía. En Södra Sofielund, uno de los barrios más problemáticos, los tiroteos están a la orden del día y son ya "un problema endémico".
Números. Como vimos en su día, Suecia vive una ola de criminalidad y violencia con armas de fuego sin precedentes en su historia. Sólo en 2017 se registraron más de 306 tiroteos, saldados con 41 muertos (de los cuales 26 fueron hombres menores de treinta años). Son cifras extraordinarias. Suecia había disfrutado de un descenso paulatino de la violencia callejera hasta 2012, pero desde entonces la tendencia se ha revertido. 2015, 2016 y 2017 registraron picos máximos de incidentes y homicidios. Por contextualizar: en España se cometieron 325 homicidios en 2017, de los cuales en torno al 15%, siguiendo la media de los informes policiales, se habrían ejecutado con arma de fuego.
Unos 48. Cifra muy similar a la de Suecia. Con una diferencia: España tiene 46 millones de habitantes, frente a sus 9 millones.
Cotidiano. Durante los últimos años, Suecia se ha acostumbrado a la criminalidad. No sólo a los tiroteos, sino a acciones violentas de mayor o menor intensidad. Como recopila en este hilo @niporwifi, los asesinatos, atentados y bombazos pueblan las páginas de los medios de comunicación suecos semana a semana. Hace algunos días, los artificieros detonaban una bomba colocada en el periódico Borås Tidning. En agosto, el vídeo de un sicario dándose a la huida tras asesinar a la madre de una recién nacida copó las redes sociales suecas. Una bomba en un club nocturno de Örebro, otra en un coche de Göteborg y otra más en el ayuntamiento de Landskrona coparon la actualidad mediática en verano.
Contra lo que se pueda creer Suecia es el país con más ratio de muertes violentas con armas de fuego entre jóvenes de Europa Occidental. El grupo de sicarios que estaba en la Costa del Sol y que se ha desarticulado esta semana son suecos de Malmo. https://t.co/YC3n3L5W2O
— Niporwifi © (@niporwifi) December 2, 2018
Escalada. Como se explica aquí, sólo durante los tres primeros meses de 2019 se colocaron 50 bombas a lo largo del país, gran parte de ellas en Malmö y alrededores. Las bandas han pasado de tirotearse en los barrios marginales a emplear explosivos. Suecia hoy cuenta más detonaciones al año que ningún otro estado en tiempo de paz. La escalada criminal ha disparado todas las métricas: el país supera con creces la media de tiroteos anuales en la Unión Europea, ha multiplicado los delitos sexuales, y los atracos a niños y adolescentes han alcanzado cotas inéditas. Como es natural, la situación ha alarmado a la sociedad sueca, hoy más insegura y más consternada que nunca por la criminalidad y el orden.
Pese a que la tasa de homicidios general ha descendido durante el último medio siglo, los asesinatos con armas de fuego crecieron un 40% en 2017. A principios de los noventa, su incremento interanual no superaba el 4%.
¿Por qué? Gran parte de la escalada se atribuye a los barrios marginales ("utsatt område", barrios vulnerables definidos como tales por el gobierno y donde se concentra la violencia). Allí se agolpan inmigrantes o hijos de inmigrantes, cuyo rol en el problema ha sido primordial e innegable. De ahí que la cuestión toque una fibra sensible en Suecia, bandera de "modelo nórdico" y del supuesto éxito de la integración y la tolerancia. Los criminales proceden de barrios excluidos de la vida política y cultural sueca, en entornos depauperados y con pocas oportunidades económicas. Un fenómeno similar al de las banlieues o al de los guettos estadounidenses (o daneses).
Muchos distritos son no-go-zones, barrios donde la autoridad del estado está ausente. Como ya experimentara Francia, el cóctel es explosivo, y aunque los factores son diversos y el fenómeno complejo, el componente socio-cultural de la violencia ha tomado la agenda política sueca.
Extremismos. En este contexto, la extrema derecha ha encontrado un caladero de votos natural. Muchos electores se sienten desprotegidos y amenazados por la violencia callejera. El éxito de los Demócratas Suecos en las pasadas elecciones lo refrenda: tercera fuerza electoral, creció lo suficiente como para anular cualquier posible coalición pura a cada bloque del espectro político. Stefan Löfven, laborista, se vio obligado a cuadrar un círculo imposible obteniendo el apoyo de centristas, liberales e izquierda radical. El veto de todos los partidos al SD puede complicar aún más la gobernabilidad en el futuro.
Por supuesto, el modo en el que el sueco medio experimenta el aumento de la criminalidad o la violencia depende de muchos factores. Para los vecinos de Tensta o Husby, barrios vulnerables de Estocolmo, los tiroteos y las bombas son ajenos. Pero algo ha cambiado en Suecia, tanto en las calles como en la política. Es, en muchos sentidos, el fin del idilio nórdico.
Imagen: Pontus Stenberg/AP