Son alucinantes e inspiradores, pero están en peligro de extinción.
No hablamos del panda, felizmente lejos de la zona de peligro inminente, sino de los glaciares. Los colosos helados del mundo llevan en proceso de derretimiento y retroceso varias décadas. De tanto en cuanto surge un nuevo ejemplo que pone de manifiesto su irremediable, por el momento, decadencia. En este caso, toca viajar a Canadá, al glaciar Porcupine (puerco espín) y al gigantesco iceberg que se ha desprendido de él y que ha vuelto a poner en alerta a los científicos dedicados a su estudio. La enésima señal de alerta.
¿Qué ha pasado en esta ocasión? El glaciar Porcupine se encuentra en la Columbia Británica, un estado canadiense caracterizado por sus aires salvajes y su carencia de habitantes. Está tan lejos y es tan remoto que pese a lo extraordinario de su desprendimiento, nadie se había percatado de ello hasta ahora, cuando Mauri Pelto, científico de la NASA, decidió echar un vistazo al glaciar a través de las imágenes satelitales. De repente, a la vuelta del verano, un pedazo significativo del glaciar caminaba a la deriva sobre las aguas.
Las aguas de un lago, en concreto, porque el Porcupine es un glaciar relativamente raro que va a parar a un lago glaciar. Pelto comparó imágenes del glaciar tomadas en años anteriores con las actuales, y se percató con rapidez de esto:
¿Veis ese trozo azulado que ocupa medio lago? Es parte del glaciar, ya desprendido. La superficie supera el kilómetro cuadrado según los cálculos de Pelto. Peor aún: entre 2015 y 2016 la línea que marcaba el final del iceberg se había retrasado otro kilómetro y medio. Bastante impresionante, dado que desde 1988, el Porcupine ya había perdido tres kilómetros de longitud respecto a las mediciones realizadas en décadas anteriores. El iceberg de este verano es un ejemplo preocupante y llamativo, pero sólo el último.
Los cálculos manejados por la comunidad científica hablan de pérdidas del 0,3% anuales en la masa de glaciares de la Columbia Británica. El caso del Porcupine, según Pelto, profesor de Ciencia Ambiental en el Nichols College y director del North Cascade Glacier Climate Project durante un cuarto de siglo, es el ejemplo más extraordinario que ha visto jamás de desprendimiento de un iceberg en América del Norte. "Hay algunos comparables en Alaska, pero es el más grande que he visto en mi vida en Canadá".
Glaciares del mundo: la lucha frente a su deceso
Si el Porcupine acapara hoy las portadas de parte de la prensa digital estadounidense y canadiense es por lo singular y lo llamativo del glaciar, pero su caso no es aislado. Forma parte de una tendencia que avisa del deceso progresivo de los glaciares.
Sólo en la Columbia Británica, los científicos pueden enumerar un largo listado de retrocesos semejantes al del Porcupine: el Gran Glaciar, el Chickamin, el South Sawyer o el Bromley. Pelto habla de más de un centenar de ejemplos repartidos por todo Canadá, y de volúmenes de retroceso mucho más rápidos cada año que pasa. El proceso se remonta a mediados del XIX, pero se ha acelerado de forma dramática en las últimas décadas.
¿El motivo? El continuado aumento de las temperaturas desde, precisamente, la Revolución Industrial del siglo XIX, acrecentado a partir de la Segunda Guerra Mundial. Precisamente en 1850 se contabilizaban alrededor de 150 glaciares en el Glacier National Park de Montana, Estados Unidos. Cuando el parque se fundó en 1910, su número era más o menos estable. Un siglo después, apenas quedan 25, y se calcula que en el plazo de quince años, si el aumento de las temperaturas sigue siendo tan espectacular como hasta ahora, se habrán extinguido algunos de los escasos grandes glaciares que aún perviven.
El proceso es global: afecta a las Montañas Rocosas, al Himalaya, a los Alpes y a los Andes, además de al resto de cordilleras más pequeñas en las que, como en los Pirineos, los antiguos glaciares están al borde de su desaparición global. Ni siquiera la Antártida se libra del proceso: pese a las relativas ganancias en otras zonas del continente, los glaciares de la zona occidental también están sufriendo un continuado proceso de empuje hacia las aguas, generando nuevos y más numerosos glaciares y preocupantes lagos internos.
En general, y según los cálculos del World Glacier Monitoring Service, los glaciares observados del planeta están perdiendo del orden de un metro o metro y medio de hielo al año. Dos problemas se derivan de ello: por un lado, el fin de ecosistemas muy especiales y de una fuente de ingresos por la vía del turismo para las regiones que han vivido en torno a los glaciares durante siglos; por otro, en el caso de los glaciares de los polos, el aumento sostenido del nivel del mar. En función del nivel de desprendimiento de hielo de los polos a los océanos, las consecuencias, como vimos aquí, pueden ser devastadoras.