Hoy el diputado del PP Carmelo Romero ha tenido el tino de espetarle a Iñigo Errejón con burla que se “vaya al médico” después de que el líder de Más País hiciese una intervención a favor de su propuesta de plan nacional de salud mental. El comentario de Romero, quien ya se ha disculpado, está acaparando la atención mediática, en su gran mayoría en forma de repulsa. Todos sabemos que infravaloramos los estragos que estas dolencias causan en sus sufridores así como en el conjunto de la sociedad, del riesgo de suicidio a la baja productividad con un millón de perjuicios de por medio.
Que diputados de la derecha me hayan gritado "vete al médico" por preguntar hoy al Presidente por salud mental demuestra todo lo que queda por hacer. Nunca más el estigma ni la vergüenza. pic.twitter.com/5woETcU1oQ
— Íñigo Errejón (@ierrejon) March 17, 2021
Pero hay otra manera de plantear lo que ha dicho ese diputado: de verdad es tan fácil como decirle a alguien ¿”vete al médico?”. ¿Es ir al médico una posibilidad, en el campo de los trastornos mentales, al alcance de la ciudadanía?
El contexto español: afortunados en en bolsillo, listas de espera siderales
La semana pasada la Fundación Ciudadana Civio hizo uno de los mejores y más informativos estudios al respecto. En España hay, de media, cinco psicólogos por cada 100.000 habitantes. El número de psicólogos colegiados en 2018 ascendía a 32.516, pero sólo e 2.397 de ellos pertenecían al Sistema Nacional de Salud. Según los expertos, para dar una buena cobertura a las necesidades de la población, tendría que haber 20 psicólogos por 100.000 habitantes, y la gente que trabaja en nuestra Sanidad considera que, para hacer frente a la demanda real, habría que contratar a al menos el triple de los que ya tienen en plantilla.
Es vox populi que si tienes un problema mental y, siempre que puedas, vayas por la privada porque en la pública reina el desamparo, pero Civio pone las cifras ahí donde puede: aunque no todas las comunidades autónomas filtraron sus datos, sí sabemos que el tiempo medio de espera para una primera consulta va de los 26 días de media en Asturias a los 71 días de Murcia. Según El País, la media de días para que te atiendan en Madrid son 121 días. A partir de ahí la forma en la que te tratan varía enormemente: hay quien te permite hacer sesiones cada mes de hasta 50 minutos y hay quien te despacha en 25-30 minutos y no te vuelve a ver hasta dentro de dos meses.
Y nos tenemos que sentir afortunados porque, dentro del tremendo panorama, España es uno de los países europeos donde más se hace desde la pública al respecto. En Francia no hay cobertura pública para enfermedades mentales. En países como Portugal o Bélgica se impone el copago para este tipo de consultas. En Reino Unido hay un límite de sesiones a las que puedes ir, y un larguísimo etcétera. Con todo y con eso hay países donde el tratamiento es más garantista: Dinamarca o Suecia, entre otros.
Otra cosa es, dentro de la privada, cuánto le cuesta al ciudadano medio acceder a este servicio que a veces es esencial para la vida. A un español el precio medio de una consulta le supone el equivalente a una jornada de su trabajo, para el francés está cercano a media jornada (y eso si no te lo cubre el seguro sanitario laboral, que allí es mucho más común) y al rumano le cuesta tres jornales.
¿Qué problemas pueden acarrear esperar más o menos?
Algunos muy serios. Un informe de 2017 señalaba que la falta de diagnóstico y tratamiento adecuado de la depresión puede ser una de las principales causas de las altas tasas de suicidio en Europa. Hay gente que necesita ser tratada y ser tratada ya, y como los médicos de cabecera (que además no están bien formados al respecto) tienen que elegir a quién dar prioridad, puede quedarse gente con cuadros muy agudos en la estacada. Por otra parte, las enfermedades mentales, de no tratarse con el anticipo adecuado, pueden cronificarse, según el presidente de la Confederación Salud Mental España.
Esto dicen algunos estudios: uno canadiense de 2015 analizó que gracias a un contexto de banalización de la importancia de las enfermedades mentales en el mundo laboral, aquellos que tenían trastornos depresivos se adherían peor a los tratamientos, con lo que era frecuente que los cuadros se agudizasen. Otro estudio canadiense, este de 2017, analizó que el retraso en los diagnósticos “se asociaba con peores resultados de salud física y mental”: a medida que los años de infradiagnóstico avanzaban en la muestra, los sujetos hacían menos y menos actividades diarias e iban reportando peor satisfacción con la vida. Los más afectados por la atención tardía son, por cierto, las personas mayores: se tiende a infravalorar las dolencias mentales de este grupo.
Por último, un estudio con datos del sistema nacional de salud británico, donde la media de espera para recibir tratamiento es de 13 años: hay una correlación entre aquellos a los que se les hace un diagnóstico tardío y aumentos de divorcios o pérdida de pareja, problemas laborales y económicos, además del esperable deterioro de la salud mental.