Sansa Stark nunca ha sido el más carismático de los personajes de Juego de Tronos. Aprisionada en los clichés de su género desde que era la princesa mayor de Invernalia, obsesionada con role models tóxicos y desfigurada emocionalmente a través de violaciones, matrimonios forzosos, asesinatos de familiares cercanos y decepciones, Sansa creció entre desprecios. Dentro y fuera de la serie.
El relato común y generalizado de un tiempo a esta parte es que ella es la menos emocionante de los cuatro hermanos Stark que aún sobreviven. Jon Snow ha resucitado y se dirige más allá del muro a combatir a los caminantes blancos. Arya se ha convertido en la asesina más despiadada y eficaz de Poniente. Y Bran es el nuevo Cuervo de Tres Ojos, signifique lo que signifique.
Jon: Soy un Zombie
— 9 0 0 0 (@9000x) 31 de julio de 2017
Arya: Soy una asesina de mil rostros
Bran: Soy un viajero en el espacio-tiempo
Sansa: Decoremos el castillo
De modo que, ¿qué queda de Sansa? Si nos fijamos en la epidermis de su larguísimo y riquísimo arco narrativo, "decorar el castillo". Trenzas, vestidos de gala y jarrones de flores.
Juego de Tronos es una serie fascinante no sólo por lo elemental de sus historias (dragones, temática medieval, violencia, sexo, magia) sino por cómo desarrolla tramas subterráneas no siempre aparentes. Lo vimos con la política fiscal de los Lannister. Y sucede exactamente igual con un buen puñado de personajes que, despojados de los corsés de sus dibujos iniciales, se han transformado radicalmente.
Y de entre todos ellos, Sansa es el más apasionante. No sólo por su evidente crecimiento emocional e intelectual, sino también porque, de rebote, se ha convertido en la única esperanza racional para gobernar todo un continente. En el político al que tendrías que votar si quisieras que tu país prosperara.
Todos los pretendientes al trono de hierro serían malos gobernantes
Repasemos brevemente el estado de la situación en Poniente. Hay dos claros contendientes al trono: Daenerys Targaryen y la actual reina, Cersei Lannister. ¿Qué podemos decir de ellas no en base a su carisma sino en base a su capacidad para gobernar de forma efectiva los territorios que, terminadas las guerras que están librando, tendrán que ser administrados?
De Cersei sabemos que es una espantosa gestora económica. Sus juegos malabares para asegurar la financiación de sus ejércitos y su cortoplacismo (financiación de bodas, banquetes y lujos superfluos) llevaron al Reino a un default soterrado que propició el ascenso de la Fe Militante, los titubeos financieros del Banco de Hierro y la posible quiebra final de la Casa Lannister, antaño la más boyante.
Cersei es brutal en su gobierno y abiertamente autoritaria. Los dos últimos atributos podrían asegurarle el trono si, a pesar de todo, Cersei no se hubiera mostrado totalmente ciega en sus tareas administrativas. Su problema ha sido la gestión de las alianzas: jamás ha alcanzado a comprender que gobernar Siete Reinos implica negociar y ceder. Al contrario, ha optado por afrontar cada disidencia interna como una amenaza, y ha destruido todas sus alianzas.
En términos contemporáneos, Cersei sería un gobernante electo sin apoyo parlamentario e incapaz de aprobar legislación alguna, uno que preferiría volar el congreso antes que sentarse a negociar con él.
¿Y qué hay de Daenerys? Es la opción exógena: la alternativa rupturista cuyo régimen fue derrocado décadas atrás y que ahora, asentadas las mareas, ha regresado en forma de nuevo y revitalizado partido. La marca es la misma, pero las ideas han cambiado: Daenerys se ha envuelto en los brillantes plumajes de "la libertad" y "el bienestar de pueblo", y ha optado por un programa electoral de corte populista.
De Daenerys se puede decir que tiene una meridiana idea de "lo correcto" frente a "lo incorrecto", una brújula moral úlil pero demasiado simple para la gobernanza. Su liberación de los esclavos de Essos es un buen ejemplo de lo epidérmico de su discurso: despojados de sus cadenas, los antaño esclavos continúan viviendo bajo un sistema monárquico y autoritario que depende en exclusiva de la bondad de su gobernante.
Una suerte de Reconstrucción post-Guerra de Secesión que no ataca la raíz del problema, pero que sí elimina nominalmente las condiciones de opresión. Un hecho positivo en sí, pero elemental. ¿Qué sabemos de los planes de gobierno de Daenerys más allá de "el bien"? Sus capacidades negociadoras son relativas y limitadas, y es temperamental (quería lanzar sus dragones (!) sobre Desembarco del Rey) y autoritaria.
Daenerys es la nueva savia pero los viejos métodos: su ambición es el poder, no administrar, y aunque mejoraría sustancialmente a Cersei (su equipo de asesores políticos y de márketing es buenísimo), no es el gobernante que los Siete Reinos necesitan.
Vota Sansa Stark: porque es la única preocupada en gobernar
Admitámoslo: hay muy pocas posibilidades de que Sansa Stark termine en el trono de hierro y de que sea el gobernante que los Siete Reinos necesitan. Juego de Tronos no es una serie sobre quién gobierna mejor, sino sobre quién se mueve mejor para alcanzar el poder.
Pero, ¿qué importa? Sansa Stark nunca ha ambicionado el poder, su historia personal, el arco de desarrollo de su personaje, ha rotado siempre en torno a la supervivencia. Sansa ha estado demasiado ocupada luchando contra las injusticias y las opresiones que ha vivido en primera persona como para fijarse en el largo plazo. Primero como rehén en Desembarco del Rey, después como maltratada esposa de Joffrey, más tarde como víctima física y psicológica de Ramsay.
Como resultado, Sansa no tiene grandes ideas sobre el futuro de Poniente, no ha desarrollado una idea global sobre cuál debe ser la dirección política que debe tomar el continente. Su instinto político está íntimamente adosado a sus experiencias políticas: es pragmático, prioriza sobreponerse a los retos inmediatos y, ante todo, busca sobrevivir a un entorno hostil repleto de amenazas.
De ahí que Sansa haya demostrado mejor tino político que Jon Snow desde que ambos reunieran sus destinos a las puertas de Invernalia. Cuando Jon planteaba la estratagema que debía llevarle a la derrota en la Batalla de los Bastardos, Sansa le advertía sobre los juegos macabros de Ramsay; cuando Jon planteó marcharse al sur, Sansa le recordó que todo rey en el Norte embarcado hacia allí había perdido su trono y su cabeza.
Lo que hacía Sansa en ambas ocasiones era un mero juego de cálculo: ¿son los hipotéticos beneficios a obtener mayores que los seguros riesgos a emprender en cada una de las aventuras de Jon Snow? Si la respuesta es negativa, la solución es abortar misión. De un modo muy kissingeriano, Sansa optaba por el realismo antes que por el idealismo, y juzgaba más relevantes las fuerzas del mundo tangible que las ideas que las impulsan.
En ambas ocasiones, Sansa mostraba un conocimiento profundo de las motivaciones de sus enemigos. En este sentido, la mayor de las Stark es una maestra: juzga las prioridades y las debilidades de las personas de forma racional, no se deja llevar por las pasiones y traza planes contingentes que puedan neutralizar sus fortalezas. En esencia, Sansa conoce a la gente. Les ha sufrido y les ha examinado durante años de martirio.
Cuando Sansa advierte a Jon Snow sobre los peligros de Cersei (reales) sobre la amenaza más allá del muro (en gran medida, construida), lo hace sobre la base de su profundo conocimiento, reflexivo y prusiano, de la psicología de la reina. Sansa es Bismarck.
En un mundo dibujado por las pasiones y empujado por los grandes ideales, el pragmatismo de Sansa Stark es un caballo ganador, por más que no sea ella quien (probablemente) termine sentada en el trono de hierro.
Esta idea se ha hecho especialmente evidente en cuanto Sansa ha tomado el poder en Invernalia. Más allá de la obsesión idealista de su hermano (acabar con el cambio climático con las hordas de zombis), Sansa ha previsto los riesgos y las amenazas a corto plazo. ¿Cuál es el principal problema de Invernalia ahora mismo? El invierno. ¿Qué hacer cuando se instale y las cosechas se paralicen? Colectivizar el trigo y diseñar un sistema de distribución centralizado desde Invernalia.
Cuando Sansa habla sobre las cosechas y la distribución cerealística del Norte está haciendo algo inaudito: gobernar
La política agraria común del Norte puede parecer una trivialidad en el Gran Marco de las Cosas de Poniente (dragones, zombis, Poder), pero es lo que permitirá a los campesinos sobrevivir. Su obsesión por la producción cerealística de Poniente y por una adecuada cadena de distribución es aburrida, gris y puramente funcionarial, pero es lo que define a los administradores exitosos de los idealistas. Su impacto en la vida de la gente.
En un contexto contemporáneo, Sansa Stark sería el gestor por antonomasia, el político que, sin mayores ambages ideológicos, logra que su país funcione, crezca y mejore la vida de la gente en el corto-medio plazo. El gobernante capaz de llegar a acuerdos con sus fuerzas opositoras y de mantenerlos siempre a raya, de capitalizar sus errores como victorias propias. El animal político de una generación.
En este sentido, Sansa es muy similar a Meñique, excepto que desde un punto de vista meramente instintivo y no tan calculador. Y de ahí que su propia ambición para con Sansa vaya a ser la tumba de Baelish: le conoce y sabe cómo domarlo.
Lo mismo es aplicable a su obsesión por "decorar" el castillo: la necesidad de diseñar defensas efectivas, de que las armaduras estén recubiertas de cuero y de reservar alimentos ante un eventual sitio es prioritario para Invernalia, y de ahí la frenética actividad de gobierno y gestión de Sansa desde que Jon Snow le entregara el bastón de mando. Un bastón, por cierto, que el Norte haría bien en entregar a una mujer que entiende su organización social, familiar y económica.
Sansa Stark no tiene dragones, no ha vuelto del mundo de los muertos y no es una alcohólica empedernida sedienta de venganza. Es una mujer común que ha sufrido lo indecible y que está conectada a lo terrenal, al mundo de lo mundano. Por todo ello es la gobernante que Poniente (o tu propio país) necesita, no la que anhela. De modo que no lo dudes: en las próximas elecciones, vota Sansa.