Hace años, todo el continente estaba enmarañado en un mosaico de líneas de ferrocarril donde uno podía viajar durmiendo. Hubo un tiempo en el que los viajes Madrid/Barcelona-París nocturnos eran la forma común de llegar a Francia, en aquellos años en los que Disneyland vivía su apogeo y las familias españolas llevaban a sus pequeños al mundo de fantasía. Y muchos de nosotros vivimos aquello, tratar de conciliar el sueño con el leve movimiento del vagón, y aquellas literas, más propias de una película de Alfred Hitchcock. El desarrollo de la alta velocidad diurna y la extensión de los vuelos low-cost puso fin a aquella historia.
Después de años desde su casi desaparición, el tren nocturno en Europa vuelve a estar en el debate político y social. Quizás porque las prioridades están cambiando y el viaje hacia lo sostenible ya se ve como una necesidad: un freno al cambio climático.
La resurreción. Si volvemos la vista atrás, vemos cómo la mayoría de países suprimieron sus líneas nocturnas a lo largo de la década pasada. Deustche Bahn, la compañía ferroviaria alemana de bandera, lo hizo en 2016. Francia los redujo hasta que sólo quedaron los dos que conectaban el sur con París. España hizo lo mismo, ya que hasta el inicio de la pandemia sólo mantuvo cuatro servicios, entre Barcelona y Galicia, entre Madrid y Galicia, y entre Madrid y Lisboa (sí, el tren de Greta Thunberg).
Ahora, en cambio, Francia ya impulsa un debate sobre la nueva ley de movilidad que incorpora un artículo que propugna desarrollar la oferta de trenes de noche "debido a su interés para responder a las necesidades y reducir el impacto ecológico". Todo viene a raíz de una iniciativa promovida por la asociación Oui au train de nuit! (¡Sí al tren de noche!), que obtuvo más de 150.000 firmas a favor de reimpulsar los trenes nocturnos en Francia.
El plan europeo. Para aprovechar el renovado interés mostrado a nivel europeo por el desarrollo de trenes nocturnos, también se prevén servicios internacionales en el plan de Francia. Más concretamente el retorno de las uniones: París-Madrid, París-Florencia-Roma, París-Hamburgo-Copenhague-Malmö, así como París/Bruselas-Berlín/Viena. Varios países europeos (Austria, Suecia, Noruega, Suiza) ya están involucrados en este movimiento. Además, la Comisión Europea ha puesto en marcha un proyecto piloto para la revitalización de los trenes nocturnos transfronterizos en un esfuerzo por frenar el calentamiento global.
El caso austriaco. Austria es uno de los países que lleva más tiempo trabajando para que los vagones vuelvan a circular de noche. En 2016, la compañía ÖBB compró todos los trenes cama que Deustche Bahn ya no quería y modernizó el interior de sus infraestructuras. Así, retomó el servicio de las líneas nocturnas más rentables de Alemania y las bautizó con el nombre Nightjet (avión nocturno). Desde entonces, cuenta con 26 líneas nocturnas nacionales e internacionales, que conectan Zúrich con Hamburgo, Viena con Roma o Venecia con Múnich. En total, 1,4 millones de pasajeros utilizan anualmente los Nightjet.
Y curiosamente, aunque los trenes de noche representan un pequeño nicho de mercado para esta compañía austríaca, este segmento es el que más crece. Se prevé un crecimiento del 10% de pasajeros en este tipo de viajes para este año y el grupo ya ha pedido 13 trenes más para 2022. Amsterdam, Copenhague, y quizás también París, podrían ser algunas de sus nuevas destinaciones.
El auge del tren nocturno. Tras décadas de abandono, podría decirse que los gobiernos vuelven a interesarse por estos trenes y, por otro lado, las empresas privadas también apuestan en ello. La empresa alemana Flixtrain quiere reintroducir el tren nocturno entre París y Niza. En Escocia, la compañía Caledonian Sleeper, subvencionada por el gobierno escocés, ha invertido 170 millones de euros en estas líneas. En el este de Europa, el tren nocturno goza de un éxito más que notable en República Checa. Allí el operador Regioget experimentó un crecimiento del 12% de los pasajeros en 2018.
Tal es el nuevo panorama que la administración sueca ha desbloqueado 170 millones para impulsarlos y potenciar una red internacional con otros países escandinavos. En Suiza, después del éxito de su vecino austríaco, el ejecutivo también examina cómo relanzar este transporte, que había desaparecido de este país hace quince años. Las autoridades incluso están discutiendo la posibilidad de recuperar una vía nocturna que conecte este país con Barcelona.
Ecologismo. El principal argumento a favor de este transporte es, sin duda, su bajo nivel de emisiones de dióxido de carbono. Un kilómetro recorrido en avión supone 45 veces más partículas de CO2 que en tren y el autobús es 23 veces más contaminante que la línea ferroviaria, según la Agencia de medioambiente y control de la energía francesa. Una ventaja ecológica que no supuso ningún obstáculo para que los gobiernos abandonaran durante décadas los trenes nocturnos en beneficio de los aviones low cost.
Y es que el servicio ferroviario ahorra entre el 70 y el 90% de energía en relación con un vuelo. Además, las políticas de lucha contra el cambio climático se encuentran en el centro de la agenda europea. Hemos visto como la generación Greta Thunberg apuesta cada vez más por el uso del tren y asistimos a cómo la joven sueca ha contribuido a popularizar el "flygsman", es decir, la vergüenza a viajar en avión, un sentimiento cada vez más presente e el país escandinavo, donde uno de cada cinco habitantes prefiere usar el tren al avión. El futuro se nos plantea como un cambio de paradigma.
Imagen: Chris Bird/Flickr