"Desde la perspectiva de la biología evolutiva, es totalmente fascinante", decía hace unos años Joshua Schiffman, un oncólogo pediátrico de la Universidad de Utah. Pero no se refería a niños de ningún tipo, hablaba de elefantes. De la increíble capacidad de los elefantes para no tener cáncer, de hecho.
Contra la probabilidad Y es que si lo piensas, en la medida en que el cáncer tiene mucho que ver con los errores genéticos derivados de la renovación celular, los animales con más células deberían presentar más casos de cáncer (aunque solo fuera por pura estadística). Pero esto, que es cierto en la mayor parte de los casos, no lo es para los elefantes.
Lo que podemos aprender de los elefantes. Mientras la mortalidad del cáncer en seres humanos puede alcanzar al 25%, en los elefantes no llega al 5%. Y, por ello, durante años, los científicos han escudriñado los hábitos, la fisiología y los genomas de esos gigantes para tratar de encontrar la clave que nos permita mejorar nuestra forma de combatir uno de los grandes problemas de salud pública más importantes del próximo siglo. Con cierto éxito, a decir verdad.
Sin embargo, no ha sido hasta ahora que hemos encontrado una explicación genética satisfactoria a la resistencia de los elefantes al cáncer y, de hecho, la han encontrado aquí en España, en el Instituto de Biotecnología y Biomedicina de la Universitat Autònoma de Barcelona (IBB-UAB). Según parece, la clave está en las interacciones moleculares de la proteína p53.
20 veces. Como decía, la replicación de las células que ocurre en el cuerpo (y que permite que siga siendo funcional década tras década) tiene como lado negativo que los errores genéticos se van acumulando y, en último término, el riesgo de padecer cáncer aumenta. ¿Qué es lo que defiende al elefante de esos errores? Según el equipo del IBB-AUB, la clave estaría en las 20 copias del gen p53 que, a diferencia de la única copia que tiene el ser humano, tienen los paquidermos.
No por nada, el gen p53 se denomina el ‘guardián del genoma’. La proteína p53 se activa cuando se daña el ADN y detiene la replicación del material genético para reparar las copias "corruptas". En las copias que están bien, la proteína MDM2 desactiva la proteína p53. Como podemos ver, la interacción de ambas proteínas es esencial para que todo funcione.
Pero no 20 copias exactamente iguales, claro. Es cierto que los elefantes tienen 20 copias de ese gen, pero cada uno es estructuralmente distinto y eso amplia exponencialmente la capacidad regenerativa del animal. La noticia es que utilizando análisis bioquímicos y simulaciones informáticas, los investigadores han descubierto diferencias clave entre los elefantes y los seres humanos.
Un camino muy interesante. Aún queda mucho trabajo. Pero "entender mejor cómo se activan estas moléculas y cuándo esto puede conducir a generar una mayor sensibilidad y respuesta contra las condiciones carcinogénicas" y eso es una excelente noticia para el desarrollo de terapias farmacológicas dirigidas en los seres humanos. Crucemos los dedos.
Imagen | Geran de Klerk
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