Reducir un 30% el consumo de tabaco antes de 2025. Ese es el objetivo que se ha marcado el Ministerio de Sanidad tras "constatar que la lucha contra el tabaquismo se ha estancado". Para ello, está a punto de modificar la Ley del Tabaco y, a la vista del borrador que se ha filtrado, las modificaciones no serán menores. ¿Tienen sentido científico? ¿Conseguirán acercarnos a los objetivos del Gobierno?
¿Qué plantea hacer el Gobierno?
El borrador del Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo 2021-2025 busca ampliar los espacios libres de humo. A los actuales (espacios cerrados, incluida la hostelería; el transporte urbano y los parques infantiles) se le sumarán las instalaciones deportivas al aire libre (desde los campos de fútbol a los estadios de atletismo), las terrazas de los bares y restaurantes, las playas y los vehículos privados si en ellos viajan menores o mujeres embarazadas.
Es decir, en términos generales, el plan contempla reducir los espacios al aire libre en los que se puede fumar, por un lado. Y, por el otro, abordar el asunto de la regulación del consumo de tabaco en los automóviles (que ha sido abordado en algunas comunidades, pero no ha llegado a materializarse aún en ningún lugar de España).
Además de eso, el Plan también contempla una revisión profunda de la fiscalidad de estos productos para "lograr un incremento [...] del precio de todos los productos del tabaco y de los dispositivos de calentamiento utilizados para su consumo”. También se plantea crear impuestos especiales para gravar “los cigarrillos electrónicos”.
¿Tiene sentido prohibir fumar en los automóviles?
El texto prevé prohibir el consumo tabaco cuando se viaje con niños o mujeres embarazadas por su especial vulnerabilidad. Este es uno de los temas más polémicos del Plan del Ministerio y, sin embargo, es también donde la evidencia científica es más clara. De hecho, de llevarse a cabo, España se uniría a bastantes países europeos como Francia, Italia, Reino Unido, Irlanda, Alemania, Austria o Grecia que ya prohíben fumar en este tipo de situaciones.
Y es que, como digo, En esto, la evidencia científica es bastante sólida: los automóviles son espacios muy pequeños y no están lo suficientemente bien ventilados como para que los efectos de fumar su interior no sean un problema. En este tema, además, no tenemos que recurrir a datos internacionales. El proyecto TackSHS del Institut Català d'Oncología ha estudiado en profundidad el efecto de este tipo de prácticas en nuestro país.
Sus conclusiones señalan que permanecer en el interior de un coche mientras alguien fuma te expone a 21,4 microgramos de nicotina por metro cúbico de aire. Es decir, uno de los ambientes con niveles más ámbitos analizados. 15 veces más altos que en una terraza semicerrada en la que se esté fumando.
"Hemos estudiado la carga de morbilidad atribuible a la exposición al humo ajeno y es muy elevada. Por ejemplo, entre las enfermedades que sabemos que están directamente relacionadas con la exposición al humo ajeno, el 72% de los nacimientos de bajo peso y el 13% de las infecciones de las vías respiratorias inferiores en niños", explicaba el doctor Esteve Fernández, director de la Unidad de Control del Tabaco y coordinador del TackSHS.
¿Qué ocurre con los espacios al aire libre?
Aunque tienen particularidades propias, la prohibición de fumar en instalaciones deportivas al aire libre, playas y terrazas de bares, cafeterías y restaurantes tienen muchos elementos en común. Entre ellos, el hecho de que no son medidas demasiado novedosas.
El caso de los estadios deportivos es paradigmático. El País Vasco, por ejemplo, ya prohíbe fumar en espacios deportivos abiertos desde 2016 y hay estadios (como el Camp Nou) que ya lo aplican también de forma autónoma. La FIFA, en 2019, pidió a las federaciones que convirtieran sus instalaciones en espacios libres de humo. Pero más allá de todo eso, lo cierto es que esta prohibición ya está en activo como parte de las medidas COVID, lo que quiere ahora Salud Pública es ampliar estas medidas y desacoplarlas de la pandemia para convertirlas en algo permanente.
El caso de las terrazas es particular; como también lo fue en su momento la prohibición de fumar en bares y restaurantes en general. No tanto por las evidencias que haya sobre su efecto sanitario, sino por el perjuicio económico que podría suponer. De hecho, algunas comunidades también prohibieron fumar en estos espacios durante la pandemia y, progresivamente, han ido retirando estas medidas a petición de las patronales de hostelería.
Cuando nos vamos a la evidencia científica disponible, vemos que en este tipo de prohibiciones hay más dudas. No porque el "humo ajeno" no sea un problema (el observatorio de la AECC estima que el 15% de la población adulta se expone diariamente al tabaco), ni porque no constituya un peligro para la salud (se calcula que este tipo de exposiciones aumentan hasta un 30% el riesgo de sufrir enfermedades cardiacas y problemas respiratorios crónicos); hay más dudas porque cada espacio ofrece riesgos distintos.
Mientras, siempre según la AECC, podemos encontrar restos de consumo de tabaco en más del 95% de las terrazas de bares, restaurantes y otros locales de hostelería. Esto es más difícil de determinar en ámbitos como las playas o los estadios de atletismo. En este sentido, desde Salud Pública se alega que el criterio fundamental es la "aglomeración" de fumadores, no fumadores y muchos menores a unas distancias interpersonales que no garantizan la seguridad de los espacios.
No obstante, este juicio general no es sostenible si no se entienden dichas medidas también como una forma de seguir dificultando el consumo de tabaco (y, de esta forma, promoviendo su abandono). Y es que (como a menudo pasó también con ciertas medidas pandémicas) cuando discutimos sobre el riesgo real de ciertas situaciones y la efectividad de determinadas medidas olvidamos que estos planes no están orientados a "gestionar riesgos" sino a desincentivar el consumo perjudique o no a los demás.
Imagen | Nico Miot
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