La apuesta por el software de los coches ha puesto patas arriba la industria dle automóvil. Tanto que fabricantes como Volkswagen han llegado a hablar de reconvertirse en empresas tecnológicas para no acabar siendo una commodity.
Parece claro que la llegada del coche eléctrico y el futuro desarrollo de los sistemas de conducción autónoma o semiautónoma está animando a los fabricantes a entrar de lleno en este mercado. Ford ha puesto al mismo nivel el desarrollo de software y el futuro coche eléctrico, en su proceso de partición. Renault también lo tiene como un mercado prioritario.
Algunas marcas, como Porsche, han demostrado que ya tiene sentido decantarse por un vehículo en función de su software y futuras actualizaciones y los fabricantes no dejan de anunciar que éste será uno de los pilares fundamentales de la diferenciación, en una industria que camina peligrosamente hacia la estandarización.
Pero aunque más o menos la industria tiene claro que este debe ser el camino a seguir, los fabricantes empiezan a encontrarse con un muro: no saben cómo monetizar la inversión.
¿Y ahora qué?
Hasta 2026, Volkswagen ha planeado invertir 3.000 millones de euros en software. Sus malos resultados terminaron por expulsar a su CEO el pasado año. El plan, a largo plazo, es mucho más ambicioso, con una inversión de hasta 89.000 millones de euros si sumamos la llegada de nuevos coches eléctricos y conectados.
Es solo un ejemplo pues Global Data cifra en casi 600.000 millones de dólares la inversión de la industria en la próxima década para el desarrollo de este nuevo activo. Toyota, que también está sufriendo con el coche eléctrico, Volkswagen y Stellantis serán las empresas que más invertirán.
Pese a esta durísima ofensiva por encabezar el aspecto más tecnológico del automóvil, desde Bloomberg señalan un grave problema: los fabricantes no saben cómo monetizar la inversión. Un buen ejemplo es la necesidad que ha tenido Volkswagen de contratar a ingenieros asiáticos para conseguir entender al propio mercado.
Pero esta es la parte visible del iceberg. Mientras que las marcas aspiran a conseguir decenas de miles de millones de dólares a través del software de los coches, lo cierto es que empresas como Otonomo y Wejo, respaldada la segunda por General Motors, especialistas en el análisis y gestión de datos y que prometen importantes beneficios, están pasando por una situación financiera muy complicada.
Desde el diario económico apuntan a que cada coche es una preciosa máquina de recolección de datos pero que, sin embargo, el celo con el que estos se tratan impiden monetizarlos. Las empresas no quieren compartir información que consideran sensible, la que comparte no tiene demasiado interés y, además, buena parte de esta sólo es interesante si es la industria en su conjunto la que entrega los datos.
En Bloomberg ponen como ejemplo el uso de datos para la gestión del tráfico para una gran ciudad o una aseguradora, pues necesitará información de numerosas marcas y no solo de un puñado de ellas. El objetivo para empresas como Otonomo y Wejo es conseguir salvar las reticencias y que los fabricantes entreguen datos similares para poder operar en un nuevo mercado con ellos.
Un buen ejemplo de cómo las rencillas entre fabricantes y el acceso a información sensible ha llevado a una batalla abierta entre marcas es el caso del nuevo Apple CarPlay. El interés de Google por manejar el abanico de datos más amplio posible es evidente, pues esto puede ayudar a despegar a un proyecto de vehículo autónomo que no deja de encontrarse con diferentes trabas.
Y no sólo eso, el software aspira a cambiar la concepción que tenemos del vehículo. De momento, los fabricantes han ido anunciando suscripciones para desbloquear servicios que ya vienen incluidos en el coche. También prometen que podremos ver la televisión a bordo o convertir nuestro coche en un nuevo espacio de trabajo. Pero, la realidad, es que no hay una revolución a la vista que dé la vuelta a todo aquello que entendíamos hasta ahora como automóvil.
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