La M-30 es una fuente inagotable de proyectos urbanísticos. El último, la instalación de jardines verticales en algunos de los muros de contención que rodean la vía. Las infraestructuras verdes han visto crecer su presencia en el urbanismo moderno. ¿Qué dice la ciencia sobre sus beneficios?
Proyecto piloto. Calle 30 Natura, como se ha denominado el proyecto, aún está en fases preliminares, aunque contará con un proyecto piloto que vegetará una longitud de 400 metros en el segmento norte de la vía, pero la intención del consistorio es el extender el proyecto a otros muros semejantes en el perímetro de esta circunvalación.
El piloto tendrá un coste de 3,8 millones de euros, que podrían ascender a 30 si se decide extender al resto de la M-30, abarcando así, según el propio ayuntamiento de Madrid, un área de 100.000 metros cuadrados.
Además de esta nueva infraestructura verde el proyecto contará con sensores para medir el impacto de la vegetación sobre los niveles de polución del entorno.
Barrera contra la contaminación. Como bien sabemos, las plantas absorben dióxido de carbono y expulsan oxígeno, pero la vinculación entre éstas y nuestra salud y bienestar va mucho más allá. La vegetación no solo absorbe el dióxido de carbono sino que también es capaz de retener materia particular, pequeñas trazas contaminantes de distinto diámetro que afectan a nuestra salud respiratoria.
El tráfico es uno de los responsables tanto de las emisiones de CO2 como de partículas volátiles en los entornos urbanos. Utilizar la vegetación a modo de barrera entre los emisores y nuestros propios pulmones puede ayudar a mejorar la salud de una de las urbes tradicionalmente más contaminadas del país.
Salud auditiva. No menos importante que la polución ambiental es la contaminación acústica. En esto la vegetación también juega un papel fundamental. Vías urbanas como la M-30 presentan un problema para quienes viven en su entorno. Para evitar el exceso de ruido es habitual recurrir a diversas estrategias, desde paneles laterales hasta el soterramiento pleno.
Diversos estudios han mostrado cómo la vegetación atenúa notablemente el ruido de los automóviles que llega a quienes se encuentran en los márgenes de las carreteras.
Evitar el ruido es una buena idea para nuestra salud auditiva, pero también para nuestra salud mental. Quizá por eso una buena parte de los beneficios para la salud que se asocian a las infraestructuras verdes tienen que ver con el bienestar psicológico y la salud mental.
Proyectos costosos. La medida por tanto parece eficaz. La pregunta que sigue es si es eficiente. La factura de 30 millones invita a pararse a analizar este aspecto y no está claro si el coste esperado del proyecto incluye su mantenimiento. Los jardines verticales son caros y difíciles de mantener, más en este caso situados en medio de una de las vías más transitadas de la villa.
Eso sí, la medida también se ha presentado como una forma de combatir los grafitis en los muros que rodean la vía. El dinero ahorrado en este sentido difícilmente compensará el gasto en mantenimiento pero lo podría aliviar en cierta medida.
Algunos críticos consideran que existen zonas de la capital donde el beneficio marginal de la introducción de infraestructura verde sería mayor. Cuando un proyecto semejante se implementó en Ciudad de México, algunos críticos señalaban que estos jardines tan solo servían para hacer más agradable la experiencia de conducir por las vías adornadas con estos jardines.
Lo que los jardines verticales no solucionan. Aunque las infraestructuras verdes como los jardines verticales traigan ventajas para la salud y el bienestar de las personas hay que tener en cuenta que existen problemas asociados a las autovías urbanas que no pueden solucionarse con ellas.
Uno de estos problemas es el del tráfico denso, que incluso podría empeorar en lugares donde los trabajos de mantenimiento impliquen el cierre regular de carriles. Estas medidas tampoco implican necesariamente una mejora en la seguridad vial, y tampoco ayudan a mejorar la conectividad entre los distintos barrios separados por las infraestructuras viales.
Así y todo, el crecimiento de las urbes implica la necesidad de introducir en ellas zonas verdes que las hagan más habitables. El efecto en la salud de estas medidas se traduce en menores costes sanitarios, por lo que se trata de inversiones a largo plazo, con una rentabilidad, eso sí, muy difícil de medir.
Imagen | Ayuntamiento de Madrid
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