Hace unos días Kickstarter presumía de un año inolvidable para la financiación colectiva que este servicio propone y del que es el mejor ejemplo. Aunque hay alternativas --Indiegogo es probablemente la más conocida-- el servicio de referencia ha consolidado su éxito en los últimos doce meses.
En esas cifras de Kickstarter destacan por ejemplo los tres millones de personas que han aportado 480 millones de dólares en total a proyectos que se han ido lanzando en este servicio. El ritmo ha sido trepidante: cada minuto 913 dólares iban a parar a las diversas ideas disponibles, y ese éxito ha demostrado algo evidente: 2013 fue el año del crowdfunding.
Año de consolidación
Esos 480 millones de dólares de 2013 suponen un crecimiento notable frente a un no menos exitoso 2012 en el que se invirtieron 320 millones de dólares y un "tímido" 2011 en el que esa cifra fue de 100 millones de dólares.
El crecimiento en número de usuarios inversores también ha crecido de forma significativa, pero de nuevo, no tanto como lo hizo entre 2011, con 1 millón de usuarios, y 2012, año en el que ese número pasó a ser de 2,24 millones de usuarios.
En cuanto al número de proyectos financiados con éxito, la evolución es claramente menos notable. En total 19.911 proyectos tuvieron éxito en su objetivo de financiación colectiva en Kickstarter en 2013, una cifra que contrasta frente a los 18.109 proyectos de 2012 y los 11.836 de 2012. Aunque el crecimiento en número de proyectos financiados es adecuado, la inversión total demuestra que esos proyectos buscaron de media cantidades más altas para ser financiados.
Las cifras ocultan lo importante
Si bien esas cifras son impresionantes, lo cierto es que este y otros servicios de financiación colectiva han hecho posible algo mucho más importante: que todo el mundo tenga la capacidad de lograr que su idea llegue a buen puerto.
Hasta no hace mucho, muchas ideas geniales tenían que quedarse en el tintero por la falta de recursos de sus responsables. La posibilidad de recaudar fondos permitió a esas ingeniosas personas dar forma a esos sueños.
Por supuesto hay ideas que no acaban cuajando, pero incluso en esos casos la democratización de ese proceso también sirve para confirmar que ciertas ideas quizá no tienen la validez que sus responsables pensaban que tenían.
Para las que sí logran cuajar, los servicios como KickStarter son un valioso canal de comunicación entre los responsables de la idea y los que la financian, que proponen mejoras o cambios y que plantean dudas. Todo son ventajas en una filosofía en las que todos los implicados acaban participando (si quieren).
Mucho hay que agradecer a estos servicios de financiación colectiva, que seguramente serán fuente casi inagotable de sorpresas en los próximos meses y, esperamos, años.
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